En
un año complicado me hacía falta sentir que la Virgen y Dios existen,
necesitaba sentir su cariño, y la desaparición de la psoriasis lo viví como si
me dijeran: “tranquila, existo y estoy aquí contigo”
María
Verda, de 27 años, había tenido algún episodio esporádico de psoriasis no
diagnosticada, que solía remitir a la semana. Pero el que le apareció en enero
de 2017 en la mano derecha no solo no remitía sino que iba a peor y se le
extendió a la otra mano y a la espalda.
“En
la farmacia me dijeron que parecía un claro caso de psoriasis. Me dieron una
pomada y me dijeron que en una semana se me iría. Pero no sirvió de nada.
Tampoco la segunda crema que me dieron con más cortisona”, cuenta María a Alfa
y Omega.
Casada
y con dos hijos, Verda probó de todo para acabar con su afección, que por
aquel entonces –el viernes antes de esta última Semana Santa– le había irritado
toda la mano y empezaba a sangrar levemente.
Vacaciones en familia
Como
se acercaba la Semana Santa, “estábamos pensando qué hacer durante las
vacaciones”, recuerda María. “Pensamos ir a Fátima pero mi cuñada viene de
México unos días en verano y habíamos quedado ir con ella” al santuario
portugués. El destino quedó finalmente fijado en Lourdes, a
donde iban a ir de vacaciones. Todavía no habían pensado en la posibilidad de
pedir la curación.
Esa
misma semana, en una fiesta en su casa, una amiga con psoriasis le dejó a María
la crema que le había dado su doctor. “Al acostarme me la fui a poner y Carlos
[su marido] me dijo que no, que en Lourdes le pediríamos la curación a la
Virgen“, explica.
Un Acordaos bajo
el agua
El
Jueves Santo llegaron a Lourdes “y preguntamos por el agua curativa,
porque había piscinas y baños y estábamos algo perdidos”. Una voluntaria “me
explicó que podía mojarme con el agua de las fuentes”.
Antes
de meter las manos en el agua, “pasamos por la gruta de las apariciones y
rezamos un poco ante la Virgen”. Acto seguido, “fuimos a la fuente y metí
las manos bajo el agua”, momento en el que María recitó interiormente un Acordaos.
Las
manos salieron del agua tal y como habían entrado. Ya por la noche “noté que
estaba mejor, aunque todavía no se percibía físicamente”, reconoce Verda, que
se volvió a echar más agua por la noche y a la mañana siguiente.
“A
media mañana me empezó a desaparecer” la afección cutánea. “Había muchísima
diferencia. Se lo enseñé a Carlos y se quedó muy impactado”.
Existo y estoy contigo
Ya
de vuelta en Madrid “se me había quitado por completo”. Solo quedaba una
pequeña cicatriz, que incluso “también desapareció a los pocos días“, asegura
María.
A
día de hoy, la psoriasis ha desaparecido por completo, tanto de las manos como
de la espalda, y no hay signos de que reaparezca.
“Me
siento muy agradecida. Lo siento como algo especial. Es un año con mucha
incertidumbre para nosotros” porque “a lo mejor nos destinan a otra ciudad y yo
estoy haciendo un máster”. “Me hacía falta sentir que la Virgen y Dios existen,
necesitaba sentir su cariño, y la desaparición del psoriasis lo sentí como si
me dijeran: “tranquila, existo y estoy aquí contigo”, concluye.
Por
José Calderero @jcalderero
Artículo publicado originalmente por Alfa y Omega