El
Papa Francisco conversó con un grupo de niños, padres y profesores
pertenecientes a la experiencia educativa cristiana “Caballeros del Grial”
Durante
la audiencia en el Aula Pablo VI, el Pontífice contestó a diversas preguntas
que le plantearon los niños sobre la amistad, sobre lo que pueden aportar al
mundo y sobre el sentido del sufrimiento.
La amistad
Una
de las primeras preguntas que le hicieron al Papa versó sobre el miedo a los
cambios y sus consecuencias, en concreto, el miedo de una niña a perder a sus
amigos en el cambio del colegio al instituto.
Francisco
explicó que “la vida es
un continuo ‘buenos días’ y ‘adiós’. Muchas veces es un ‘adiós’ breve, pero
otras es un ‘adiós’ para años o para siempre. Se crece conociendo y
despidiendo. Si tú no aprendes a despedirte bien, jamás aprenderás a conocer
nueva gente”.
El
Santo Padre dio mucha importancia a esta cuestión, ya que se trata de “un
desafío de la vida”. Le explicó que en el cambio del colegio al instituto “tus
compañeros no serán los mismos. Quizás os veáis de nuevo, y habléis, pero debes
encontrar nuevos compañeros. Es un desafío”.
“En
la vida debemos acostumbrarnos a ese camino: dejar algunas cosas, y encontrar
cosas nuevas. Esto tiene también un riesgo”. En este sentido, animó a no tener
miedo, a no cerrarse y crecer.
“Cuando
un chico, una chica, un hombre, una mujer, dice basta y se acomoda en el sofá,
no crece, cierra el horizonte de la vida”. Y puso un ejemplo. El Pontífice
animó a los niños a mirar hacia uno de los muros del Aula Pablo VI. “Mira a ese
muro. ¿Qué hay detrás? ¿No lo sabes? Así es el modo en que una persona no puede
crecer. Tiene un muro delante. No se sabe qué hay al otro lado”.
“Pero
si tú vas fuera, al campo, por ejemplo, ¿qué ves donde no hay muros? ¡Todo! Ves
el horizonte. Debemos aprender a mirar la vida mirando horizontes. Siempre más,
siempre más. Siempre adelante. Esto es el conocer nuevas gentes, conocer nuevas
situaciones…”.
Ello
no implica olvidarse de los viejos amigo, “no. Siempre hay un bello recuerdo.
Con frecuencia nos reencontramos con los antiguos compañeros, te saludan. Pero
debemos continuar siempre adelante para crecer”.
Cambiar el mundo
Una
segunda pregunta que los niños hicieron al Papa trató sobre qué se puede hacer
para cambiar el mundo. Él contesto que “si ya es difícil para la gente grande,
para la gente que ha estudiado, para la gente que tiene la capacidad de
gobernar los países, cuanto más difícil será para un niño o una niña, ¿no?”
Y
reconoció: “sí, es difícil. Pero querría preguntaros: ¿Es posible? ¿Vosotros,
podéis cambiar el mundo? Sí, pero ¿cómo?: con las cosas que están en torno a
vosotros”.
Puso
un ejemplo: “Siempre, cuando voy con los niños, les pregunto: ‘Si tienes dos
caramelos y se te acerca un amigo, ¿qué haces?’. Normalmente todos responden:
‘Le doy uno a él y el otro me lo quedo’. Algunos no lo dicen, pero piensan: ‘Me
guardo los dos en el bolsillo y me los como luego cuando se marche’”.
“La
primera es una actitud positiva –explicó–, la otra es una actitud egoísta,
negativa”. Ilustró estas dos actitudes con el símbolo de la mano: “la mano
abierta simboliza la actitud positiva, la cerrada simboliza la negativa”.
“Para
cambiar el mundo hace falta tener la mano abierta. La mano es un símbolo del
corazón. Es decir, hace falta tener el corazón abierto”.
Francisco
no dejó pasar la oportunidad para animar a los niños a empezar a cambiar el mundo
con pequeños gestos que nazcan de ese corazón abierto. “El mundo se cambia
abriendo el corazón. Escuchando a los otros, recibiendo a los otros,
compartiendo las cosas, y vosotros podéis hacer lo mismo”.
Puso
otro ejemplo: “Si tú tienes un compañero, un amigo, una amiga que no te gusta,
que es un poco antipático, ¿vas a los demás a hablar mal de esa persona? Eso es
estar cerrado, tener el corazón cerrado, la mano cerrada. En cambio, si lo
dejas pasar, no me gusta, pero no digo nada. Eso en cambio es tener el corazón
abierto, la mano abierta”.
“Es
un gesto pequeño, pero podemos cambiar el mundo con las pequeñas cosas de cada
día, con la generosidad, con el compartir, creando vínculos de fraternidad. Si
alguno me insulta, y yo le insulto, eso es tener el corazón cerrado. En cambio,
si alguno me insulta y yo no respondo, eso es tener el corazón abierto”. Y
pidió: “¡Nunca respondáis al mal con el mal!”.
El sentido del sufrimiento
La
última pregunta que le hicieron los niños al Pontífice trató sobre el sentido del
dolor y del sufrimiento: “¿Cómo podemos entender que el Señor nos ame cuando
nos quita a las personas o cosas que no quisieras perder jamás?”.
Tras
meditar la respuesta durante unos segundos, el Santo Padre completó la pregunta
concretándola un poco más: “Pensemos un poco, todos juntos, con la imaginación,
en un hospital de niños. ¿Cómo se puede pensar que Dios ame a esos niños y les
deje enfermar, les deje morir, muchas veces?”.
“Pensad
en esta pregunta: ¿por qué sufren los niños? ¿Por qué hay niños en el mundo que
sufren hambre, mientras que en otros lugares del mundo derrochan? ¿Por qué?”.
“Hay preguntas que no se pueden responder con las palabras. No tengo palabras
para explicarlo”, reconoció.
“Con
frecuencia encontrarás cualquier explicación, pero no del por qué, sino del
para qué. Cuando yo me hago, en la oración, esa pregunta, por qué sufren los
niños, el Señor no me responde. Y entonces miro el crucifijo. Si Dios permitió
que su Hijo sufriera así por nosotros, cualquier cosa debe haber allí que tenga
un sentido. Pero yo no puedo explicar el sentido. Hay en la vida preguntas y
situaciones que no se pueden explicar”, concluyó.
Por Miguel Pérez
Pichel
Fuente:
ACI Prensa