Sorprendente homilía sobre
el amor de Dios durante la canonización de varios beatos y mártires en Roma
La
identificación del Reino de Dios con unas espléndidas bodas en la que el esposo
es Dios está muy presente en el evangelio. Jesús la utiliza continuamente para
hablar de sí mismo. Sin embargo, curiosamente, en estas bodas nunca se menciona
a la novia, sino que toda la tensión está puesta en los invitados: si aceptan,
o rechazan, si se visten como deben o se quedan fuera…
¿Cuál
es la razón de esta extraña omisión? Lo explicó hoy el Papa Francisco durante
la homilía de la ceremonia de canonización de los beatos Andrea de Soveral,
Ambrogio Francesco Ferro, Mateo Moreira y 27 compañeros; Cristóbal, Antonio y
Juan; Faustino Míguez y Angelo da Acri, celebrada en la Plaza de San
Pedro. La razón es muy sencilla: la novia… eres tu.
Lo
explica así el Papa Francisco: “En la parábola no se menciona nunca a la
esposa, pero sí se habla de muchos invitados, queridos y esperados: son ellos
los que llevan el vestido nupcial. Esos invitados somos nosotros, todos
nosotros, porque el Señor desea ‘celebrar las bodas’ con cada uno de nosotros”.
La
relación del hombre con Dios, por tanto, “no puede ser sólo como la de los
súbditos devotos con el rey, la de los siervos fieles con el amo, o la de los
estudiantes diligentes con el maestro, sino, ante todo, como la relación
de la esposa amada con el esposo. En otras palabras, el Señor nos desea, nos
busca y nos invita, y no se conforma con que cumplamos bien los deberes u
observemos sus leyes, sino que quiere que tengamos con él una verdadera
comunión de vida, una relación basada en el diálogo, la confianza y el perdón”.
Como
esa “esposa” que cada uno es llamado a ser, prosigue el Papa, “preguntémonos
si, al menos una vez al día, manifestamos al Señor nuestro amor por él; si nos
acordamos de decirle cada día, entre tantas palabras: ‘Te amo Señor. Tú eres mi
vida'”.
De
hecho, afirma el Papa, “si se pierde el amor, la vida cristiana se vuelve
estéril, se convierte en un cuerpo sin alma, una moral imposible, un conjunto
de principios y leyes que hay que mantener sin saber porqué. En cambio, el Dios
de la vida aguarda una respuesta de vida, el Señor del amor espera una
respuesta de amor”.
¿El
mayor obstáculo para que se celebren estas bodas? Según Papa Francisco, es
cuando se antepone el yo, la propia comodidad e intereses, por encima del amor:
“Se prefiere apoltronarse en el sillón de las ganancias, de los placeres, de
algún hobby que dé un poco de alegría, pero así se envejece rápido y mal,
porque se envejece por dentro; cuando el corazón no se dilata, se cierra. Y
cuando todo depende del yo ―de lo que me parece, de lo que me sirve, de lo que
quiero― se acaba siendo personas rígidas y malas, se reacciona de mala manera
por nada, como los invitados en el Evangelio, que fueron a insultar e incluso a
asesinar a quienes llevaban la invitación, sólo porque los incomodaban”.
El
novio desdeñado responde… con más amor
“Entonces
el Evangelio nos pregunta de qué parte estamos: ¿de la parte del yo o de la
parte de Dios? Porque Dios es lo contrario al egoísmo, a la
autorreferencialidad. Él –nos dice el Evangelio―, ante los continuos rechazos
que recibe, ante la cerrazón hacia sus invitados, sigue adelante, no pospone la
fiesta. No se resigna, sino que sigue invitando”.
Frente
a los “noes”, ¿cómo reacciona este novio desdeñado, pregunta el Papa Francisco?
Pues… invitando aún a más personas: “Dios, frente a las injusticias sufridas,
responde con un amor más grande. Nosotros, cuando nos sentimos heridos por agravios
y rechazos, a menudo nutrimos disgusto y rencor. Dios, en cambio, mientras
sufre por nuestros ‘no’, sigue animando, sigue adelante disponiendo el bien,
incluso para quien hace el mal. Porque así actúa el amor; porque sólo así se
vence el mal”.
¿Y
cuál es este vestido que los invitados deben llevar a estas bodas? “No basta
con responder una vez a la invitación, decir ‘sí’ y ya está, sino que se
necesita vestir un hábito, se necesita el hábito de vivir el amor cada día·,
explica el Papa. “Tenemos necesidad de revestirnos cada día de su amor, de
renovar cada día la elección de Dios. Los santos hoy canonizados, y sobre todo
los mártires, nos señalan este camino. Ellos no han dicho ‘sí’ al amor con
palabras y por un poco de tiempo, sino con la vida y hasta el final”.
Inma
Alvarez
Fuente:
Aleteia