Dentro de ese proceso de
recuperación del pacto educativo, dio especial importancia al papel de los
docentes, y a la necesidad de valorar su trabajo
El
Papa Francisco abogó por un nuevo pacto educativo entre escuela, familia y
jóvenes que sustituya al actual, obsoleto y roto, para poder afrontar los retos
del mundo de hoy.
El
Santo Padre realizó este llamado durante el encuentro que mantuvo en el
Vaticano con miembros de la Orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre
de Dios de las Escuelas Pías.
El
Papa centró su discurso en la educación y, en concreto, en la necesidad de
renovar un pacto educativo que, según lamentó, se ha roto. “Educar en este
momento es algo muy serio. Es un desafío grande porque el pacto educativo, en
general, está roto. El pacto educativo entre la escuela, la familia y los
jóvenes, está roto. Hay que reconstruir ese pacto, lo cual supone implicar a la
familia. Hoy día, en la educación, no puede estar ausente la familia”.
Según
indicó, la situación de muchas familias rotas y desestructuradas puede
dificultar ese proceso, sin embargo, señaló que nada es imposible de recomponer:
“Hay familias destruidas, pero en el chico se pueden recomponer muchas cosas,
muchas cosas”.
Dentro
de ese proceso de recuperación del pacto educativo, dio especial importancia al
papel de los docentes, y a la necesidad de valorar su trabajo.
“Hay
que tratar de ayudar a los docentes que, en muchos países, son los peor
pagados. Hay docentes que tienen que trabajar dos turnos para poder tener un
sueldo digno. Ese docente cuando llegue a su casa, ¿cómo va a tener tiempo de
preparar clases, de pensar? El diálogo debe darse entre la familia, la escuela
y el chico. Se trata de un diálogo triple”.
En
segundo lugar, habló de la necesidad de ofrecer “una educación completa”. Es
necesario “salir de la herencia que nos dejó la Ilustración, que defendía que educar
es llenar la cabeza de conceptos y que cuanto más se conozca, mejor será la
educación”.
Para
el Pontífice, educar es algo muy diferente. “Educar es hacer madurar a la
persona mediante tres lenguajes: el lenguaje de las ideas, el lenguaje del
corazón y el lenguaje de las manos, y que haya armonía entre los tres. Es
decir, que nuestros alumnos sientan lo que piensan, y hagan lo que piensan y
sienten”.
“Yo
creo que, si no educamos así, perdemos. Algunos pedagogos lo expresan de otra
manera, pero van a lo mismo: educar en contenidos, hábitos y valores. A la
juventud hay que educarla en movimiento, la juventud quieta, hoy, no existe, y
si no la ponemos nosotros en movimiento, la van a poner en movimiento mil
cosas, principalmente los sistemas digitales”.
También
advirtió de que “los chicos hoy día vienen sin raíces. No tienen raíces porque
no tienen tiempo de echar raíces. Perdón, las tienen, pero no las asumen,
porque no tienen tiempo de asumirlas, no las dejan crecer, no las dejan
consolidar porque viven continuamente en esta liquidez de cultura”.
Por
ello abogó por ayudar a los jóvenes a “fundamentar las raíces. Jóvenes sin
raíces es lo que estamos viendo ahora y qué hacemos, injertos de raíces”.
En
ese proceso destacó la necesidad de promover un diálogo intergeneracional entre
los jóvenes y sus ancianos. “Hoy los jóvenes necesitan hablar con los viejos,
es la única manera de que reencuentren sus raíces. Hablar con los padres, sí,
eso es fundamental, pero, sobre todo, hoy, la necesidad es que encuentren a los
viejos, y a los padres en medio de esta sociedad líquida”.
“¡Por
favor, traten de fomentar el diálogo entre abuelos y nietos!”, exclamó. “Yo les
doy esta misión: procuren fomentar –mientras hay tiempo, antes de que se nos
vayan– el diálogo entre jóvenes y viejos. Busquen las mil maneras, mil maneras
de hacerlo, pero siempre en movimiento porque los jóvenes quietos no
funcionan”, destacó.
Fuente:
ACI Prensa