La
oración de las monjas de clausura es como el corazón que bombea la sangre a
todas partes del cuerpo
En los monasterios de clausura masculinos y femeninos, sólo rezan, se sacrifican y aman. Y es aquí donde radica su riqueza, su inmensa riqueza y valor.
La oración de las monjas de clausura es como el corazón que bombea la sangre a todas partes del cuerpo. Su presencia silenciosa y orante da vida a la Iglesia y además es un consuelo constante a Cristo.
Arrancan de Dios a base de mucha oración, de mucho contacto con él, de
sacrificios, enormes sacrificios, esas gracias que necesitamos todos.
En medio de una vida de oración, de silencio, de recogimiento, de trabajo
manual y físico, de penitencias corporales,... estas almas van adentrándose en
el corazón de Dios y gracias a ese intimidad con Él, van haciendo de este mundo
un mundo más humano y más de Dios.
Nuestra sociedad, es verdad que no va bien. Pero iría mucho peor, si en el
mundo no hubiera monjas de clausura. La mejor prueba de para qué sirven los monjes
y monjas de clausura es visitar una clausura.
En un mundo habituado a valorar y sopesar todo según el número de bienes que
produce, nada parece más insulso e improductivo que una comunidad de personas
dedicadas al servicio de Dios en la contemplación. Sin embargo, si le
concedemos a Dios un poquito de razón, reconoceremos que no hay acción más
valiosa que la de “estarse amando al amado”, en palabras de San
Juan de la Cruz.
¿No dijo el mismo Cristo?: "Marta, Marta, muchas cosas son las que
te inquietan, pero una sola es necesaria, María escogió la mejor parte y nadie
se la quitará" Si aceptamos la enseñanza de Cristo, entonces no
podemos negar que la vida contemplativa posee un valor sublime dentro de la
jerarquía de valores.
Por: Dolores Echevarría
Fuente:
Catholic.net