El Papa Francisco presidió
por la noche, y como cada año, la misa de Navidad –también conocida en algunos
países como Misa del Gallo– en la Basílica de San Pedro acompañado de miles de
fieles
En
la homilía que pronunció afirmó con rotundidad que el nacimiento de Jesús es el
“acontecimiento que cambia para siempre nuestra historia”.
El
Pontífice celebró la solemne Misa a las 21:30 hora local, y después de
proclamarse el Evangelio, pronunció una homilía breve en la que comparó la
situación de la Sagrada Familia de Nazaret –que se vio obligada a huir y a
dejar sus pocas pertenencias– con la de miles de personas que en nuestros días
buscan refugio al escapar de los diferentes conflictos que hay en el mundo.
A
pesar de ser obligados a dejar su tierra, José y María “en su corazón iban
llenos de esperanza y de futuro por el niño que vendría” aunque “sus pasos iban
cargados de las incertidumbres y peligros propios de aquellos que tienen que
dejar su hogar”. “Y luego se tuvieron que enfrentar quizás a lo más difícil:
llegar a Belén y experimentar que era una tierra que no los esperaba, una tierra
en la que para ellos no había lugar.”, explicó Francisco.
El
Papa recordó que “el Hijo de Dios tuvo que nacer en un establo porque los suyos
no tenían espacio para él” pero allí fue precisamente “donde se enciende la
chispa revolucionaria de la ternura de Dios”. “En Belén se generó una pequeña
abertura para aquellos que han perdido su tierra, su patria, sus sueños;
incluso para aquellos que han sucumbido a la asfixia que produce una vida
encerrada”, añadió.
Como
José y María hoy “vemos las huellas de familias enteras que hoy se ven
obligadas a marchar” así como la de “millones de personas que no eligen irse,
sino que son obligados a separarse de los suyos, que son expulsados de su
tierra”.
Francisco
reconoció que algunos de ellos están cargados de “esperanza” y “futuro”, pero
otros solo están llamados a “sobrevivir a los Herodes de turno que para imponer
su poder y acrecentar sus riquezas no tienen ningún problema en cobrar sangre
inocente”.
Para
el Papa fueron clave también los pastores que adoraron al Niño. “Eran hombres y
mujeres que tenían que vivir al margen de la sociedad”, explicó. “Las
condiciones de vida que llevaban, los lugares en los cuales eran obligados a
estar, les impedían practicar todas las prescripciones rituales de purificación
religiosa y, por tanto, eran considerados impuros”.
“Se
los consideraba paganos entre los creyentes, pecadores entre los justos,
extranjeros entre los ciudadanos”. Sin embargo, fue a ellos a los que el ángel
les anunció la buena noticia, aclaró el Pontífice.
De
esta manera, invitó a los fieles a “reconocer a Dios presente en todas las
situaciones en las que lo creíamos ausente” puesto que “Él está en el visitante
indiscreto, tantas veces irreconocible, que camina por nuestras ciudades, en
nuestros barrios, viajando en nuestros metros, golpeando nuestras puertas”.
En
definitiva, “esa misma fe nos impulsa a dar espacio a una nueva imaginación
social, a no tener miedo a ensayar nuevas formas de relación donde nadie tenga
que sentir que en esta tierra no tiene lugar”.
Por
otro lado, aseguró que la Navidad es el tiempo “para transformar la fuerza del
miedo en fuerza de la caridad, en fuerza para una nueva imaginación de la
caridad”. Pidió entonces no conformase con la “injusticia” y no tener miedo “de
tomar en brazos, alzar y abrazar al sediento, al forastero, al desnudo, al
enfermo, al preso”.
Francisco
concluyó exhortando también a que cada uno se convierta en “centinela de tantos
que han sucumbido bajo el peso de esa desolación que nace al encontrar tantas
puertas cerradas”. “Que tu ternura despierte nuestra sensibilidad y nos mueva a
sabernos invitados a reconocerte en todos aquellos que llegan a nuestras
ciudades, a nuestras historias, a nuestras vidas”.
Por Álvaro de Juana
Fuente:
ACI Prensa