La verdad en un libro: la misma noche del
fallecimiento el Pontífice sufrió un fuerte dolor en el pecho. Pero el mismo
Juan Pablo I no quiso advertir a su médico
Por
primera vez gracias a una documentada investigación, fascinante como una
investigación policial y cuidada como una investigación histórica, se aclara
definitivamente las circunstancias de la muerte de Juan Pablo I, que en 1978
reinó solo 33 días: poco antes de cenar por última vez, el Papa tuvo una
indisposición física que fue subestimada.
Ha llegado a las librerías un libro que, basado en documentos y
entrevistas inéditas, pone fin a la intriga que rodea la desaparición del
Pontífice veneciano. El cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, firma la
introducción y se titula ’Papa Luciani.
Crónica
de una muerte’ (Piemme, pp. 252, 17 euros). Lo ha escrito la periodista
Stefania Falasca, vice-postuladora de la causa de canonización, que ha
interrogado a testigos inéditos y ha tenido acceso a archivos secretos de la
Santa Sede y registros clínicos
Sor Margherita
Se
llama sor Margherita Marin, hoy tiene 76 años y en esa época, era la más joven
religiosa véneta al servicio del Papa. Fue ella quien entró, con el alba del 29
de septiembre de 1978, en el dormitorio de Juan Pablo I justo después de sor
Vincenza Taffarel, la anciana religiosa que durante más de 20 años asistió a
Luciani. Es ella quien explica por primera vez lo que ocurrió en las horas
precedentes a la muerte repentina del Papa. Es ella quien desmiente que tuviera
fatiga o fuera agobiado por el peso de la responsabilidad: “Lo vi siempre
tranquilo, sereno, lleno de confianza, seguro”.
Es
ella quien confirma que no seguía dietas particulares y que comía lo que comían
los demás. Así Juan Pablo I transcurrió sus últimas horas de vida, la tarde del
28 de septiembre: “Estaba planchando en la habitación con la puerta abierta y
lo vi pasar varias veces. Caminaba en el apartamento con varios folios en la
mano que estaba leyendo. Recuerdo que viéndome planchar me dijo: “Hermana, os
hago trabajar tanto...pero no se preocupe en planchar tan bien la camisa porque
hace calor, sudo y tengo que cambiarla a menudo. Planche solo el cuello y los
puños, que el resto no se ve...”.
El lecho de muerte
A
través de las declaraciones cruzadas, entre las cuales está la del ayudante de
cámara Angelo Gugel, sale a la luz la indisposición que Luciani tuvo aquella
noche, poco antes de la cena, mientras rezaba con el secretario irlandés John
Magee. Sobre ésta habla un documento hasta hoy secreto, redactado en los días
sucesivos a la muerte. Lo ha escrito Renato Buzzonetti, primer médico que
acudió al lecho de muerte del Papa.
En
el detallado informe que envía a la Secretaría de Estado el 9 de octubre de
1979 se habla del “episodio de dolor localizado en la parte superior de la
región esternal, sufrido por el S. Padre hacia las 19.30 del día de la muerte,
prolongado durante más de cinco minutos, que se verificó mientras el Papa
estaba sentado y preparado para rezar con el padre Magee y retrocedió sin
ninguna terapia”. Es una declaración decisiva porque corresponde con la rapidez
de la muerte: no fue abierta la Farmacia vaticana y no fue advertida sor Vincenza,
que era enfermera y que justo esa noche habló al teléfono con el médico del
Papa, Antonio Da Ros, residente en la calle Vittorio Veneto, sin hacer
referencia a la indisposición.
A
Luciani no le suministraron por tanto fármacos, no fue llamado ningún médico
para hacerle un control, a pesar de que el nuevo Papa sufrió un fuerte dolor en
el pecho, síntoma del problema coronario que esa misma noche le paró el
corazón. En su declaración el padre Magee ha contado que fue el mismo Pontífice
el que no quiso advertir al doctor. Buzzonetti será informado sólo el día
después, delante del cuerpo sin vida sobre la cama.
El descubrimiento
El
libro de Falasca, gracias a los nuevos testigos, saca a a luz algunas
contradicciones de los dos secretarios particulares del Pontífice durante sus
declaraciones. Don Diego Lorenzi, el sacerdote que había seguido Luciani desde
Venecia, no estaba presente en el momento en el que el Papa se sintió
indispuesto en la capilla. Y la noche del 28 de septiembre, justo después de la
cena, dejó el apartamento. Juan Pablo I, asegura sor Margherita Marin en el
sumario de la causa, había decidido sustituirlo.
La
mañana del 29 de septiembre no fueron los secretarios quienes encontraron el
cuerpo del Pontífice sino sor Vincenza y sor Margherita. El Papa no había
tocado el café que habían dejado para él en la sacristía a las 5,15 y por eso
sor Vincenza después de haber llamado varias veces a la puerta, entró en la
habitación y dijo: “Santidad, ¡usted no debería gastarme estas bromas!”. La religiosa
tenía, de hecho, problemas de corazón. “Me llamó impresionada –cuenta sor
Margherita-- entonces entré y le vi yo también... Toqué sus manos, estaban
frías, y me llamaron la atención sus uñas un poco oscuras”.
Las dudas de los
cardenales
Entre
los documentos inéditos en el apéndice del libro están recogidos los registros
clínicos en los que se evidencia que ya en 1975, durante un ingreso
hospitalario, le había sido diagnosticada la mínima patología cardiovascular
tratada con anticoagulantes y considerada resuelta. E incluye las preguntas que
los cardenales que quisieron hacer antes del nuevo cónclave, en la más absoluta
discreción, a los médicos que habían atendido al Papa con motivo del
embalsamiento. Los purpurados a través de la Secretaría de Estado preguntan si
“el examen del cuerpo” permitía “excluir lesiones traumáticas de cualquier
naturaleza”; si era correcto el diagnóstico de “muerte repentina” y finalmente
preguntaron: “¿La muerte repentina es siempre natural?”. Dudas serias y
significativas: los cardenales no excluían a priori la hipótesis de una muerte
provocada. Desmentida sin embargo por los médicos.
Beatificación, a punto
de llegar el ’ok’ definitivo
El
martes 7 de noviembre, el mismo día que se publicará el libro de Falasca, el
Vaticano celebrará una sesión ordinaria de cardenales y obispos de la
Congregación para la causa de los santos: están llamados a pronunciarse sobre
“la heroicidad de las virtudes” de Albino Luciani. Aquel mismo día o el día
después se anunciará la firma del decreto de Papa Bergoglio. Mientras tanto hay
en la actualidad dos procesos sobre presuntos “milagros” atribuidos a la
intercesión del Pontífice véneto. La beatificación está cada vez más cerca.
ANDREA
TORNIELLI
CIUDAD
DEL VATICANO
Fuente:
Vatican Insider