Martirologio Romano: Solemnidad de la
Concepción Inmaculada de la bienaventurada Virgen María, que, realmente llena
de gracia y bendita entre las mujeres, en previsión del nacimiento y de la
muerte salvífica del Hijo de Dios, desde el mismo primer instante de su
Concepción fue preservada de toda culpa original, por singular privilegio de
Dios. En este mismo día fue definida, por el papa Pío IX, como verdad dogmática
recibida por antigua tradición (1854).
Todo lo que se refiere a la Santísima Virgen María es un maravilloso misterio.
Como la primera y más importante de las prerrogativas suyas es su condición de
ser Madre de Dios, todo lo que deriva de ello-el caso de ser Inmaculada, por
ejemplo- es una consecuencia de su especialísima, impar e irrepetible situación
en medio de los hombres.
De hecho, en un tiempo concreto, justo en 1854, el papa Pío IX, de modo solemne
y con todo el peso de su autoridad suprema recibida de Jesucristo, afirmó que
pertenecía a la fe de la Iglesia Católica que María fue concebida sin pecado
original. Lo hizo mediante la bula definitoria Ineffabilis Deus donde se
declaraba esa verdad como dogma de fe.
Poco a poco fue descubriéndolo en el andar del tiempo y atendiendo a los
progresos de la investigación teológica, al mejor conocimiento de las ciencias
escriturísticas, a lo que era realidad viva en el espíritu y vida de los
católicos y después de consultado el sentir del episcopado universal.
No es en ningún momento un gesto debido al capricho de los hombres ni a
presiones ambientales o conveniencias económicas, políticas o sociales por las
que suelen regirse las conductas de los hombres. No; es más bien la fase
terminal y vinculante de un largo y complejo proceso en que se va desarrollando
desde lo más explicito y directo hasta lo implícito o escondido y siempre al
soplo del Espíritu Santo que asiste a la Iglesia por la promesa de Cristo. Por
tanto, la definición dogmática no es la creación de una verdad nueva hasta
entonces inexistente, sino la confirmación por parte de la autoridad competente
de que el dato corresponde al conjunto de la Revelación sobrenatural. Por eso,
al ser irreformable ya en adelante, asegura de manera inequívoca las
conciencias de los fieles que al profesarla no se equivocan en su asentimiento,
sino que están conforme a la verdad.
El libro del Génesis, la Anunciación de Gabriel trasmitida en el tercer
evangelio, Belén donde nace el único y universal Redentor, El Calvario que es
Redención doliente y el sepulcro vacío como triunfante se hacen unidad para la
Inmaculada Concepción.
Los Santos Padres y los teólogos profundizaron en el significado de las
palabras pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la
suya reveladas y en los hechos; relacionaron las promesas primeras sobre un futuro
Salvador, descendencia de la mujer, que vencería en plenitud al Maligno con
aquellas palabras lucanas llena de gracia salidas del ángel Gabriel. Compararon
a la Eva, madre primera de humanidad pecadora y necesitada de redención, con
María, madre del redentor y de humanidad nueva y redimida. Pensaron en la
redención universal y no podían entender que alguien -María- no la necesitara
por no tener pecado. Con los datos revelados en la mano se estrujaron sus
cabezas para entender la verdad universal del pecado original transmitido a
todo humano por generación. Jugaron con las palabras Eva -genesíaca-, y Ave
-neotestamentaria-, ambas del único texto sagrado, viendo en el juego
maternidad analógica por lo común y lo dispar. Vinieron otros y otros más
hablando de la dignidad de María imposible de superar; el mismo pueblo fiel
enamorado profesaba la conveniencia en Ella de inmunidad, pero aún quedaban
flecos sin atar. Salió algún teólogo geniudo diciendo ¡imposible! y otro sutil,
que hilaba muy fino, afirmó que mejor es prevenir que curar la enfermedad para
afirmar que la redención sí era universal y María la mejor redimida.
Solucionadas las aparentes contradicciones de los datos revelados que ataban
todos los cabos sueltos y comprendido cuanto se puede entender en la proximidad
del misterio, sólo quedaba dar la razón de modo solemne a la firme convicción
de fieles y pastores en el pueblo de Dios que intuía, bajo el sereno soplo del
Espíritu, que por un singular privilegio la omnipotencia, sabiduría y bondad infinitas
de Dios habría aplicado, sin saber cómo, los inagotables méritos del Hijo
Redentor a su Santísima Madre, haciéndola tan inocente desde el primer instante
de su concepción, como lo fue después y para siempre, por haberla amado más que
a ninguna otra criatura y ser ello lo más digno por ser la más bella de todo lo
que creó. Así lo hizo, aquel 8 de diciembre, el papa Pío IX cuando clarificó
para siempre el significado completo de llena de gracia, el Señor es contigo,
bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre.
Mientras los teólogos estudiaban y discutían todos los pormenores, los artistas
les tomaron la delantera, sobre todo los españoles Murillo, Ribera, Zurbarán,
Valdés Leal y otros; también no españoles como Rubens o Tiepolo. Ponían en sus
impresionantes lienzos a la Inmaculada con túnica blanca y manto azul, coronada
de doce estrellas, que pisaba con total potestad y triunfo la media luna y la
humillada serpiente.
Fuente:
Archidiócesis de Madrid