En
una entrevista, el Papa Francisco volvió a hablar de la conocida historia de su
antecesor. Vale la pena recordarla
El
papa Francisco no es el primer Papa en tener compasión hacia las personas sin
techo, como él mismo lo afirma.
En
una nueva entrevista para una revista italiana dirigida por personas sin
techo, Scarp de’ tenis, el papa Francisco relató una
famosa historia contada en el Vaticano sobre el papa Juan Pablo II y un
misterioso sin techo.
Como
la historia tal vez es menos conocida fuera de los muros vaticanos, aquí
nosotros la compartimos con nuestros lectores. Abajo está un pasaje de la
entrevista.
Pregunta: Su Santidad, cuando se encontró a un sin techo,
¿qué fue lo primero que usted le dijo a él?
Papa
Francisco: “Buenos días. ¿Cómo está usted?” A
veces, intercambiamos algunas palabras, otras veces entramos en relación y
escuchamos historias interesantes: “Estudié en una escuela católica; había un
buen sacerdote …”
Alguien
podría decir: ¿por qué me interesa esto? Pero las personas que viven en la
calle comprenden inmediatamente cuando hay un interés real por parte de la otra
persona, o cuando hay – y no quiero decir “un sentimiento de compasión”, sino
ciertamente un sentimiento de dolor. Se puede ver a un sin techo y mirarlo como
una persona o como un perro. Y ellos son muy conscientes de esas diferentes
maneras en que son vistos.
Hay
una historia famosa en el Vaticano sobre una persona sin techo, de origen
polaco, que normalmente estaba en la Piazza Risorgimento en Roma.
Él no hablaba con nadie, ni siquiera con los voluntarios de Cáritasque
le traían comida caliente por la noche.
Sólo
después de mucho tiempo lograron que él contara su historia: “Yo soy sacerdote.
Conozco bien a su Papa. Nosotros estudiábamos juntos en el seminario”, dijo él.
Estas
palabras llegaron a san Juan Pablo II, que oyó el nombre del sin techo, y
confirmó que había estado en el seminario con él, y quería conocerlo. Ellos se
abrazaron después de 40 años, y al final del encuentro el Papa le pidió al
sacerdote, que había sido su compañero en el seminario, que oyera su confesión.
“Ahora
es tu vez”, le dijo el papa Juan Pablo II. Y el Papa se confesó con su
compañero de seminario. Gracias al gesto de un voluntario, una comida caliente,
algunas palabras de consuelo y una mirada de bondad, esta persona fue
recuperada y retomó una vida normal que la llevó a volverse el capellán de un
hospital. El Papa lo ayudó. Ciertamente este es un milagro, pero también un
ejemplo para decir que las personas sin techo tienen una gran dignidad.
En
la sede de la Curia de Buenos Aires, bajo una puerta entre las rejas, vivía una
familia y una pareja. Yo los encontraba todas las mañana en mi camino. Yo los
saludaba y siempre intercambiaba algunas palabras con ellos. Yo nunca pensé en
echarlos.
Alguien
me dijo: “Ellos ensucian la Curia”, pero la suciedad está dentro. Yo pienso que
necesitamos hablar con las personas con gran humanidad, no como si tuvieran que
pagarnos alguna deuda, y no tratarlas como si fueran pobres perros.
Diane
Montagna
Fuente:
Aleteia