Mártires de Japón, 6 de
febrero
Martirologio Romano: En Nagasaki, en
Japón, pasión de los santos Pablo Miki junto con veinticinco compañeros,
Declarada una persecución contra los cristianos, ocho presbíteros o religiosos
de la Compañía de Jesús o de la Orden de los Hermanos Menores, procedentes de
Europa o nacidos en Japón, junto con diecisiete laicos, fueron apresados,
duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte. Todos, incluso los
adolescentes, por ser cristianos fueron clavados en cruces, manifestando su
alegría por haber merecido morir como murió Cristo (1597).
Compañeros en el martirio: Juan
de Goto Soan, Jacobo Kisai, religiosos de la Compañía de Jesús; Pedro Bautista Blásquez,
Martín de la Ascensión Aguirre, Francisco Blanco, presbíteros de la Orden de
los Hermanos Menores; Felipe de Jesús de Las Casas, Gonzalo García, Francisco
de San Miguel de la Parilla, religiosos de la misma Orden; León Karasuma, Pedro
Sukeiro, Cosme Takeya, Pablo Ibaraki, Tomás Dangi, Pablo Suzuki, catequistas;
Luis Ibaraki, Antonio, Miguel Kozaki y su hijo Tomás, Buenaventura, Gabriel,
Juan Kinuya, Matías, Francisco de Meako, Ioaquinm Sakakibara y Francisco
Adaucto, neofitos.(1597).
Fecha de canonización: 8 de
julio de 1862 por el Papa Pío IX.
Breve Biografía
El
primero que llevó el anuncio de la fe cristiana a Japón fue San Francisco
Javier, quien trabajó allí en de 1549 a 1551. En pocos años los cristianos
llegaron a ser unos 300.000. Humanamente hablando, es doble el “secreto” que
hizo posible esta expansión: el respeto que los misioneros jesuitas tuvieron
por los modos de vida y las creencias japonesas no directamente opuestas a la
enseñanza cristiana, y el empeño de insertar elementos locales en la
predicación y en la administración.
Fue catequista jesuita un joven llamado Pablo Miki, nacido entre los años 1564
y 1566, de una rica familia de Kyoto. Quería ser sacerdote pero su ordenación
fue postergada “sine die”, porque la única diócesis todavía no tenía obispo.
Además, en 1587 el emperador Toyotomi Hideyoshi, que se propuso la conquista de
Corea, cambió su actitud benévola para con los cristianos y publicó un decreto
de expulsión de los misioneros extranjeros.
La orden se cumplió en parte: algunos misioneros permanecieron en el país de
incógnito, y en 1593 algunos franciscanos españoles, dirigidos por Pedro
Bautista, llegaron a Japón procedentes de Filipinas y fueron bien recibidos por
Hideyoshi. Pero poco después vino la ruptura definitiva, incluso por motives
políticos anti-españoles y anti-occidentales. El 9 de diciembre fueron
arrestados seis franciscanos (Pedro Bautista, Martín de la Asunción, Francisco
Blanco, Felipe Las Casas, Francisco de San Miguel y Gonzalo García), tres
jesuitas (Pablo Miki, Juan Soan de Gotó y Santiago Kisai) y quince laicos
terciarios franciscanos, a los que se les añadieron después otros dos, que eran
catequistas.
Después de haberles cortado el lóbulo izquierdo, los 26 fueron llevados de
Meaco a Nagasaki, para exponerlos a la burla de las muchedumbres, que más bien
admiraron la heroica valentía que manifestaron sobre todo en el momento de la
muerte, cuando fueron crucificados en una colina de Nagasaki el 5 de febrero de
1597. Despertaron gran conmoción las palabras de perdón y de testimonio
evangélico pronunciadas por Pablo Miki desde la cruz, y la serenidad y valentía
que demostraron Luis Ibaraki (de 11 años), Antonio (de trece) y Tomás Cosaki
(de catorce), que murieron cantando el salmo: “Laudate, pueri, Dominum...”
Por:
P. Ángel Amo