Incluso cuando la
situación parece desesperada
“No
olvidéis esto: Dios es más grande que nuestras debilidades, nuestras infidelidades,
y que nuestros pecados”, ha afirmado el Papa Francisco en el Ángelus del 11 de
marzo de 2018, domingo de “laetare”. “Es bueno conocer sus límites, sus
fragilidades… no para desesperar, sino para ofrecerlos al Señor; y Él… nos
tomará de la mano, y no nos dejará nunca solos, nunca”, ha insistido.
Introduciendo
la oración mariana en la Plaza San Pedro, en presencia de unas 30.000 personas,
el Papa ha asegurado: “Incluso cuando la situación parezca desesperada, Dios
interviene, ofreciendo al hombre la salvación y la alegría. Dios, no permanece
alejado, sino que entra en la historia de la humanidad, y se “mezcla” en
nuestra vida, entra, para animarla de su gracia y salvarla”.
El
Papa Francisco ha prevenido también contra los “atajos peligrosos” para responder
a la angustia, la inquietud por el mañana, el miedo a la enfermedad y a la
muerte: la droga, las supersticiones, los ritos de magia.
Esta
es nuestra traducción de las palabras que ha pronunciado antes del Ángelus,
aconsejando de “mirar el crucifijo y decirnos: “Dios me ama”.
AK
Palabras del Papa
Francisco antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En
este cuarto domingo de Cuaresma llamado domingo “laetare” o sea “alégrate”, la
antífona de entrada de la liturgia eucarística nos invita a la alegría: “Alégrate
Jerusalén, alegraos y regocijaos los que estáis tristes”. Así comienza la
misa. ¿Cuál es el motivo de esta alegría? Es el gran amor de Dios por la
humanidad, como nos lo indica el Evangelio de hoy: “Porque tanto amó Dios al
mundo que envió a su Hijo único para que todo el que crea en él, no perezca
sino que tenga vida eterna”. (Jn 3, 16). Estas palabras, pronunciadas por Jesús
durante su diálogo con Nicodemo, sintetizan un tema que es el centro del
anuncio cristiano: incluso cuando la situación parece desesperada, Dios
interviene, ofreciendo al hombre la salvación y la alegría.
Dios
en efecto, no se quedará apartado, sino más bien entra en la historia de la
humanidad para animarla con su gracia y salvarla.
Estamos
llamados a escuchar este anuncio, rechazando la tentación de estar seguros de
nosotros mismos, de querer prescindir de Dios, de reclamar la libertad absoluta
de Él y su Palabra. Cuando encontramos el coraje de reconocernos tal como
somos, nos damos cuenta que estamos llamados a lidiar con nuestra fragilidad y
nuestros límites y es necesario tener mucho coraje.
Entonces
puede pasar que nos agobie la angustia, la ansiedad por el mañana, el miedo a
la enfermedad y a la muerte. Esto explica porque muchas personas, en busca de una
salida a veces toman atajos peligrosos como el túnel de las drogas o de
supersticiones o de rituales ruinosos de magia. Es bueno conocer los propios
límites, las propias fragilidades, no para desesperar, sino para ofrecerlas al
Señor; y Él nos ayuda en el camino de la curación y nos lleva de la mano, nunca
nos deja solos y por esto nos alegramos hoy, porque Dios está con nosotros.
Y
tenemos la verdadera y gran esperanza en Dios Padre rico en misericordia, que
nos ha dado a su Hijo para salvarnos, y esa es nuestra alegría. También
tenemos muchas tristezas, pero cuando somos verdaderos cristianos, existe esta
esperanza que es una pequeña alegría que crece y te da seguridad. No
debemos desanimarnos cuando vemos nuestros límites, nuestros pecados, nuestras
debilidades: Dios está allí, próximo, cercano, Jesús está en la cruz para
curarnos. Es el amor de Dios. Mira el crucifijo y di: “Dios me
ama”. Es cierto, que existen estos límites, estas debilidades, estos
pecados, pero Él es mayor que los límites, que las debilidades y los
pecados. No olvidéis esto: Dios es mayor que nuestras debilidades, que
nuestras infidelidades, que nuestros pecados. Y tomemos al Señor de la
mano, miremos al Crucifijo y avancemos.
Que
María Madre de la Misericordia nos ponga en el corazón la certeza de que somos
amados por Dios. Que ella esté cerca de nosotros en los momentos en los cuales
nos sentimos solos, cuando estamos tentados de capitular ante las dificultades
de la vida. Que ella nos comunique los sentimientos de su Hijo Jesús, para que
nuestro camino de cuaresma se convierta en una experiencia de perdón, de
acogida y de caridad.
Traducción de Zenit,
Raquel Anillo
Fuente:
Zenit