Los musulmanes rezan cinco veces al
día y siempre terminan rezando por la condenación de judíos y cristianos
El padre Paul-Elie Cheknoun estuvo en Roma el 19 de marzo para participar en la Noche de los Testigos organizada por Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN).
Hijo de una familia musulmana argelina, el padre Cheknoun se convirtió al cristianismo en los años 1990 antes de ser ordenado sacerdote en 2007. Según él, muchos musulmanes siguen convirtiéndose a pesar de las dificultades persistentes.
– Usted dio el gran salto al
convertirse al cristianismo, aunque no sin dificultad, ¿es el suyo un caso
aislado?
No, muchos
musulmanes se convierten al cristianismo en Argelia, en países de mayoría
musulmana, aunque también en Francia. Solamente en Argelia, desde la década de
1990, se calcula que han sido decenas de miles, principalmente en mi región
natal, Cabilia. Son esencialmente evangélicos, muy activos en la
evangelización, aunque algunos se convirtieron al catolicismo. Yo mismo conocí
a Cristo gracias a ellos en 1999, me hice católico en 2005.
– ¿La conversión comporta riesgos para quienes quieren
abandonar el islam?
Los conversos
siguen siendo maltratados e incluso perseguidos. No es raro que les margine su
propia familia y sus allegados. El islam condena a muerte la conversión, la
apostasía, aunque a veces, al no poder matar, los musulmanes ponen a los
apóstatas “en cuarentena” echándolos de sus casas la mayoría de las veces.
Muchos conversos terminan en la calle.
En cuanto a mí,
tuve la gracia de tener un padre que es muy abierto y que aceptó bien mi
elección. Así que soy una excepción. Por eso hay muchos que se ven obligados a
ocultar su conversión a su familia.
– ¿Cómo vive usted en
Argelia?
En tierra de
islam, procuro pasar desapercibido. No visto sotana ni llevo crucifijo, nunca.
No tengo ningún signo distintivo. El alzacuello me lo pongo justo cuando estoy
en una iglesia o en un lugar cristiano. No llamo la atención, esa es la condena
de todos los conversos. En un entorno musulmán, hay que hacerse olvidar, el
islam no nos tolera. Todos vivimos nuestra fe con discreción.
– ¿Actualmente aceptan a los conversos en Argelia?
En 2006, el Parlamento
argelino aprobó una ley, supuestamente para moderar los cultos no musulmanes.
En realidad, sirve para frenar la evangelización y las conversiones. Esta ley
castiga con 5 años de prisión y una multa muy elevada a toda persona culpable
de poseer literatura cristiana, de querer convertir a un musulmán, de criticar
el islam o a Mahoma.
Esto nos impide
vivir serenamente, pero también evangelizar en las calles. Así que todos nos
conformamos con dar la bienvenida a las personas que vienen a las iglesias por
su cuenta y con acompañarles. Sin embargo, se necesita mucho tiempo para
bautizar a alguien, porque es necesario discernir si es una auténtica
conversión y si se entiende bien la medida del compromiso.
– ¿Cuál es la diferencia
fundamental entre la Iglesia y el islam que le hizo a usted cambiar de
religión?
La razón de ser
del islam es antitrinitaria y, por lo tanto, anticristiana. Los
musulmanes rechazan la encarnación y pretenden corregir los errores del
cristianismo. Los musulmanes rezan cinco veces al día y
siempre terminan rezando por la condenación de judíos y cristianos. Llaman a
los cristianos perdidos y a los judíos condenados. Muchos versículos llaman a
darles muerte porque haber falsificado sus escritos, matado a sus profetas o
por no reconocer a Mahoma. Los yihadistas no inventan nada, este terrorismo
está escrito en el Corán.
– ¿Qué opina de los mártires
de Argelia que serán beatificados próximamente?
Como antiguo
musulmán, son un ejemplo… En mi pequeña aldea de Cabilia, han sido asesinados
cuatro sacerdotes blancos. Por entonces, leí sobre su muerte en la prensa y
pensé que eran nuevas víctimas del terrorismo. No estuve en su entierro, pero
allí había muchísimas personas, estaban consternadas por su muerte. Pero no fue
una sorpresa. Los terroristas habían llamado a todos los cristianos a abandonar
Argelia y quienes no lo hicieron fueron condenados.
Entrevista en Roma por Arthur Herlin
Fuente:
Aleteia