Vaso digno de honor...
Torre de Marfil... Casa de Oro... ¿Por qué nos referimos así a María? Además,
¿cuál es el origen de las letanías?
La palabra letanía tiene un
origen griego y quiere decir súplica. Desde los inicios de
la Iglesia, las letanías fueron utilizadas para indicar las súplicas rezadas en
conjunto por los fieles, particularmente durante las procesiones.
Letanía lauretana
Una de las letanías más
conocidas rezadas en la Iglesia es la “letanía lauretana”, que
rinde homenaje a Nuestra Señora.
Cuando
la casa en la que Nuestra Señora había vivido en Tierra Santa fue transportada
milagrosamente a la ciudad de Loreto, en Italia, en 1291, el
milagro se difundió rápidamente y dio inicio a numerosas peregrinaciones. Con
el tiempo, los peregrinos compusieron una serie de súplicas a Nuestra Señora,
que la invocaban por sus más importantes títulos espirituales.
Esas
letanías, que empezaron luego a ser cantadas en el santuario, se popularizaron
por los peregrinos en todo el mundo católico.
Es
a causa de su origen en el santuario de Loreto, además,
que la letanía más tradicional en honor de la Santísima Virgen se llama “letanía
lauretana”.
A
lo largo de los tiempos, los Papas también añadieron algunas invocaciones y
otras fueron añadidas para honrar la protección de Nuestra Señora a alguna
orden religiosa, como hacen los carmelitas (ellos añadieron cuatro invocaciones
propias a la letanía lauretana). El cuerpo central de las letanías, sin
embargo, permanece el mismo.
La
estructura de la letanía
Las invocaciones iniciales no
se dirigen a Nuestra Señora, sino a Nuestro Señor Jesucristo y a la Santísima
Trinidad: “Señor, ¡ten piedad de nosotros! Jesucristo, ¡óyenos!” … ¿Por qué?
Porque todo en Nuestra Señora nos conduce a su Hijo divino y, por medio suyo, a
la Santísima Trinidad, que es nuestro fin supremo. La Santísima Virgen María es
el mejor camino para llegar a Dios.
Después
de esta introducción de la letanía, siguen tres invocaciones en las cuales
pronunciamos el nombre de la Virgen, santa María, y recordamos dos de sus
principales privilegios: ser Madre de Dios y Virgen de las vírgenes.
Enseguida,
hay varios grupos de invocaciones a Nuestra Señora:
- 13 invocaciones
para honrar la maternidad de Nuestra Señora
- 6 invocaciones para
honrar su virginidad
- 13 invocaciones que
son figuras simbólicas
- 4 invocaciones de
su misericordia
- 12 invocaciones de
María como Reina
Las 13
figuras simbólicas
En
general, es en el grupo de las 13 invocaciones con figuras simbólicas que
surgen las mayores dificultades de comprensión por parte de los fieles.
Nuestra
civilización se ha cerrado al simbolismo, de modo que aquello que podría haber
sido evidente en otras épocas hoy está oscurecido por el espíritu práctico de
la vida contemporánea, que no favorece la meditación ni la contemplación de las
maravillas de la creación.
A
continuación el significado de esas 13 invocaciones simbólicas:
Espejo de Justicia – Justicia, aquí, se
entiende en el sentido más amplio de la santidad. Nuestra Señora se llama así
porque es un espejo de la perfección cristiana. Toda perfección puede ser
admirada en ella, del mismo modo en que podemos admirar una luz reflejada en el
agua.
Sede de sabiduría – Nuestro Señor
Jesucristo es la Sabiduría, pues, siendo Dios, todo lo sabe y todo lo conoce. Y
si Nuestra Señora lo llevó dentro de sí durante nueve meses, ella fue, por eso
mismo, la sede se la Sabiduría – y sigue siéndolo, pues en ella,
infaliblemente, encontramos a Nuestro Señor.
Causa de nuestra alegría
– La
verdadera alegría va mucho más allá de la risa, incluso porque reír mucho
no siempre significa felicidad. La mayor alegría que un hombre puede tener es
la de salvarse y estar con Dios por toda la eternidad. Ahora, antes de la
venida de Nuestro Señor, el cielo estaba cerrado para nosotros. Fue el
sacrificio del Calvario que nos reconcilió con el Creador y nos proporcionó la
verdadera y eterna felicidad. Y como fue por medio de Nuestra Señora que el
Redentor de la humanidad vino a la Tierra, María Santísima es, de esta
forma, causa de nuestra mayor alegría.
Vaso espiritual – Nada tiene más valor que la
verdadera fe. En la Pasión y Muerte de Nuestro Señor, cuando hasta los
apóstoles dudaron y huyeron, fue Nuestra Señora quien recogió y guardó, como en
un vaso sagrado, el tesoro de la fe inamovible.
Vaso digno de honor – En nuestra época, la honra
casi no es considerada, por el contrario, muchas veces la falta de carácter y
de vergüenza es alabada, como en las manifestaciones llamadas culturales
en que se enaltecen los desvíos de comportamiento como los “malandros” –
y luego se quejan de los resultados obvios de violencia, corrupción y
colapso de la ciudadanía… Sin embargo, la honra es un valor en sí mismo.
Nuestra Señora guardó cuidadosamente en su alma todas las gracias recibidas,
manteniendo la honra a pesar de la decadencia del género humano. Si no hubiera
existido Nuestra Señora, habría faltado en la creación quien representara la
perfección de la criatura, fiel hasta el heroísmo extremo.
Vaso de insigne devoción
– Devoto
quiere decir dedicado a Dios. La criatura que más se dedicó y vivió en función
de Dios fue Nuestra Señora, habiéndolo hecho de forma tal que mejor era
imposible.
Rosa mística – La rosa es
considerada tradicionalmente la reina de las flores, la que posee de forma
más definida y espléndida todo lo que caracteriza a una flor. De la misma
forma, en el campo de la vida espiritual y mística, Nuestra Señora posee de
forma más primorosa todo lo que representa la perfección.
Torre de David – Leemos en las Sagradas
Escrituras que el rey David tomó la fortaleza de Jerusalén de los jebuseos y
edificó la ciudad alrededor de ella. Naturalmente, el rey David fortificó la
ciudad para volverla inexpugnable, dotándola de una fuerte guarnición. La
Iglesia católica es la nueva Jerusalén y en ella tenemos una torre o fortaleza
que ningún enemigo puede destruir: a Nuestra Señora. Ella construyó el punto de
mayor resistencia y mejor defensa. Por eso, en esta invocación honramos a
Nuestra Señora reconociendo que nunca ha habido, nunca habrá, quien mejor
proteja a los fieles y defienda la honra de Dios que ella.
Torre de marfil – El marfil es un material de
raras características naturales: es al mismo tiempo muy fuerte y muy claro, lo
que genera un aparente contraste entre suavidad y fuerza. Igualmente, Nuestra
Señora es muy fuerte espiritualmente, la mayor enemiga de los enemigos de
Dios y, al mismo tiempo, es de una pureza y suavidad blanquísima. Ella
contraría las ideas falsas de que las cosas de Dios deben ser dulcificadas y sentimentales
y de que la fuerza verdadera debe ser bruta.
Casa de oro – El oro es considerado el más
noble de los metales. Si tuviéramos que recibir al propio Dios, buscaríamos
hacerlo en una casa que no fuera superable: de ahí la comparación con una
casa de oro. Ahora, la Santísima Virgen es esa casa insuperable, la “casa de
oro” que acogió a Nuestro Señor cuando Él vino al mundo.
Arca de la Alianza – En el Antiguo Testamento,
quedaban guardadas en el Arca de la Alianza las tablas de la Ley dadas por
Dios a Moisés, así como un puñado de maná milagrosamente recibido en el
desierto. Por eso, ella recordaba las promesas y la protección de Dios. Nuestra
Señora es, en el Nuevo Testamento, el Arca de la Alianza que protege al pueblo
elegido de la Iglesia y recuerda las infinitas misericordias de Dios.
Puerta del cielo – Nuestra Señora es invocada de
esta manera porque fue por medio de ella que Jesús vino a la tierra y es por
ella que nos vienen todas las gracias orientadas a llevarnos al cielo, a
nuestra morada eterna. Así, ella favorece nuestra entrada al cielo.
Estrella de la mañana – Poco antes de que nazca el
sol, cuando la oscuridad es mayor y empieza a clarear, aparece en el horizonte
una estrella de mayor luminosidad. Después, cuando las otras estrellas desaparecen
en la claridad naciente, ella aún permanece. Así fue Nuestra Señora, pues su
nacimiento significaba que luego nacería el Sol de la Justicia, Nuestro Señor
Jesucristo. Y cuando la fe se perdía hasta entre el pueblo elegido,
ella seguía creyendo y esperando. Ella es el modelo de la perseverancia en
la prueba y el anuncio de la Luz que vendrá.
Estas
son, en resumen, algunas explicaciones de las más “curiosas” invocaciones
marianas que componen la Letanía Lauretana.
Comprenderlas ciertamente nos ayudará a rezar con mayor fervor tan
meritoria oración.
Adaptación del texto de André
Damino en “Na escola de Maria”, Ed. Paulinas, 4ª edição, São Paulo, 1962, y
traducido al español, por Aleteia.
Fuente: Aleteia