Homilía ayer en casa Santa
Marta
Por ThaiPrayBoy/Shutterstock |
En
la homilía de hoy en Casa Santa Marta, Papa Francisco puso tres ejemplos de
libertad: el fariseo Gamaliel, los apóstoles Pedro y Juan, y Jesús mismo. “Y yo
– preguntó – ¿soy libre o soy esclavo de mis ambiciones, de las riquezas, de la
moda?”. La verdadera libertad es dar espacio a Dios en la vida y seguirlo
con alegría en el sufrimiento.
La
liturgia nos propone tres ejemplos de libertad: y nosotros ¿somos libres de
pensar con mente fría y de dar espacio a Dios en nuestra vida, como Gamaliel?
¿Somos libres de seguir a Jesús con alegría también en el sufrimiento como
Pedro y Juan? ¿Somos libres de las pasiones, de las ambiciones, de la moda? ¿O
somos como el mundo que es un poco “esquizofrénico”: grita “¡libertad!” pero es
cada vez más esclavo? Son las preguntas con las que el Papa Francisco concluye
la homilía de la Misa en la capilla de Casa Santa Marta.
La
libertad de la que hablamos en este tiempo pascual, explica el Papa, es la
libertad de los hijos, que nos ha devuelto Jesús con su obra redentora. La
primera persona libre sobre la que hace reflexionar la liturgia es Gamaliel, el
doctor de la ley fariseo que, en los Hechos de los Apóstoles, convence al
sanedrín de que libere a Pedro y Juan, en la cárcel por curar a un paralítico.
Gamaliel, dice Francisco, es un “hombre libre, piensa con mente fría, les hace
razonar”, les convence de que “el tiempo haga su trabajo”.
El
hombre libre no tiene miedo del tiempo: deja hacer a Dios. Da
espacio, para que Dios actúe en el tiempo. El hombre libre es paciente. Y
este era un judío – no era un cristiano, no había reconocido a Jesús salvador –
pero era un hombre libre. Emite su pensamiento, lo ofrece a otros y es
aceptado. La libertad no es impaciente.
También
Pilato pensaba bien, con mente fría, prosigue Francisco, y se dio cuenta de que
Jesús era inocente. “Pero no pudo resolver el problema, porque no era libre,
estaba apegado a la promoción”, “le faltaba el valor de la libertad porque era
esclavo de hacer carrera, de la ambición, de su éxito”.
El
segundo ejemplo de libertad son Pedro y Juan, “que curaron al paralítico, y
ahora estaban ante el sanedrín”. El sanedrín al final les libera, pero les hace
azotar, aunque eran inocentes. Castigados injustamente. Castigados
injustamente, recuerda el Papa, “se fueron del sanedrín contentos de haber sido
juzgados dignos de sufrir ultrajes por el nombre de Jesús”.
“Esta
es la alegría de imitar a Jesús – comenta el Pontífice – Es otra libertad: más
grande, más amplia, más cristiana”. Pedro podía ir a donde el juez y denunciar
al sanedrín y pedir una indemnización. Y en cambio estaba contento. como Juan,
“porque habían sufrido en nombre de Jesús”. Quizás recordaban las palabras de
Jesús: “Bienaventurados ustedes cuando les insulten, les persigan por mi
causa”.
“Eran
libres en el sufrimiento, por seguir a Jesús”, explica Francisco. Es la actitud
cristiana: “Señor, tu me has dado tanto, has sufrido tanto por mi. ¿Qué puedo
hacer por ti? Toma, Señor, mi vida, mi mente, mi corazón, todo es tuyo”.
Esta
es la libertad de un enamorado de Jesucristo. Sellado por el Espíritu Santo,
con la fe en Jesucristo. Tu hiciste esto por mi, yo hago esto por ti. También
hoy hay tantos, en la cárcel, cristianos, torturados, que tienen esta libertad:
de confesar a Jesucristo.
El
tercer ejemplo es Jesús mismo, que hace el milagro de la multiplicación de los
panes. Al final la gente está entusiasmada y Jesús se da cuenta de que “venían
a tomarle para hacerle rey”. Así que se retira de nuevo al monte. “Se alejó del
triunfalismo. No se dejó engañar por este triunfalismo – comenta el Papa – Era
libre”.
Como
en el desierto, cuando rechaza las tentaciones de satanás “porque era libre, y
su libertad era seguir la voluntad del Padre”. “Y acabará en a cruz. Es el
ejemplo de libertad más grande: Jesús”. Que siguió la voluntad del Padre para
curar nuestra filiación.
Pensemos
hoy en mi libertad, nuestra libertad. Tres ejemplos – Gamaliel; Pedro y Juan; y
Jesús mismo – ¿mi libertad es cristiana? ¿Soy libre? ¿O soy esclavo de mis
pasiones, de mis ambiciones, de tantas cosas, de las riquezas, de la moda?
Parece una broma, pero ¡cuánta gente esclava de la moda! (…) Pensemos en
nuestra libertad, en este mundo que es un poco “esquizofrénico”, ¿no? Grita:
“¡Libertad, libertad, libertad!”, pero es más esclavo, esclavo, esclavo.
Pensemos en esta libertad que Dios, en Jesús, nos da.
Fuente:
Aleteia