Se
adentró en el desierto escapando de la persecución romana, pero terminó
gustándole tanto que pasó allí el resto de sus días
En
los siglos que siguieron a la muerte y resurrección de Jesús, los cristianos
buscaron nuevas formas de vivir según el mensaje del Evangelio. Un hombre en
Egipto fue pionero al crear una forma de vida radical que emularon innumerables
cristianos después de su muerte.
Su
nombre era Pablo y nació en torno al 227 en Tebas, Egipto.
Eran
tiempos tumultuosos en el Imperio romano y Pablo fue testigo de la feroz persecución de
cristianos por el emperador Decio. Le aterró lo que presenció, sobre todo
sabiendo que heredaría una cuantiosa suma, cosa que lo convertía en un objetivo
evidente.
San
Jerónimo escribió una Vida de San Pablo donde explica lo que sucedió
a continuación:
Cuando
el muy prudente adolescente comprendió su situación, se fue huyendo al desierto
de los montes aguardando el fin de la persecución. Pero, transformando la
necesidad en deseo, se adentró cada vez más en el interior, haciendo algunas
paradas.
Así
llegó a un monte rocoso, en cuya base había una gran cueva cerrada con una
piedra. La corrió y, como los hombres tienen una natural curiosidad para
conocer las cosas ocultas, la exploró con mucho interés, y vio que adentro
había un amplio vestíbulo, abierto hacia el cielo, aunque cubierto por una
vieja palmera con ramas entrecruzadas que se inclinaban señalando una fuente
cristalina.
Su
torrente apenas salido de la vertiente, después de un breve recorrido, era
absorbido nuevamente por la tierra que lo producía. Además de esto, había unas
cuantas habitaciones, corroídas por la erosión de la montaña, en las cuales se
hallaban yunques y martillos ya herrumbrados y gastados, que habían servido
para acuñar moneda.
Aquel
lugar fue usado, según las historias de los egipcios, como taller para hacer
moneda falsa en la época en que Antonio se unió con Cleopatra.
Al
principio, Pablo realizaba sus deberes diarios esperando pacientemente a que
terminara la persecución de los cristianos. Sin embargo, pronto descubrió
que disfrutaba de la vida solitaria, por lo que se consagró a la oración y la
comunión con Dios.
Cerca
del final de la vida de san Pablo, otro hombre en Egipto, Antonio, recibió
inspiración del Evangelio para renunciar a sus posesiones y servir únicamente a
Dios. Antonio oyó hablar sobre Pablo el Ermitaño y fue a visitarle en su retiro
de las montañas.
Algunos
relatos afirman que Dios inspiró directamente a Antonio para ir a buscar a
Pablo y le mostró el camino a su ermita. Allí, Antonio quedó inspirado por su
modo de vida y se convenció de que Dios también le llamaba a convertirse en un
eremita en la naturaleza.
A
través de san Antonio, se estableció una nueva generación de eremitas
cristianos y cientos de hombres y mujeres abandonaron la ciudad para
ofrecer sus vidas en humilde aislamiento en el desierto.
Aunque
gran parte del monacato oriental se debe a san Antonio, todo empezó con san
Pablo de Tebas, cuya vida oculta reveló a Antonio un camino exclusivo de
perfección, con dirección a la Vida eterna.
Philip Kosloski
Fuente:
Aleteia