25.5.18

EL CANSANCIO MEJOR LLEVADO DEL MUNDO

Unas tablas de la ley… del abuelo

El pasado año, la Cámara de Diputados de Chile aprobó una propuesta de ley para estudiar el pago de salarios en toda regla a los “abuelos custodios”: aquellos que cuidan de sus nietos mientras los padres trabajan.

La iniciativa chilena, que sigue a otra también que se aprobó en Turquía –el denominado Proyecto Abuela–, persigue contribuir con un apoyo económico extra a los mayores, máxime cuando estos tienen que hacer importantes desembolsos en medicamentos. 

En España aún no ha arraigado la idea del cuidado de los pequeños como un trabajo remunerado, pero bien que podría. Uno de cada cuatro abuelos españoles dedica hasta siete horas al día a la crianza de sus nietos, según cifras publicadas por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG). ¿Un placer? ¿Una carga? Depende de la “dosis de nietos”, a saber, de cuánto tiempo y esfuerzo tienen que emplear en ello, con unas fuerzas y una atención que no son las mismas que en los años jóvenes.

Los extremos, como se sabe, son malos, y el dejar sobre los hombros del abuelo el mayor peso de la atención a los niños, bajo el pretexto de que “ahora que se jubiló, esto le sirve para entretenerse”, puede pasarle factura al “entretenido”. El Dr. José Antonio López Trigo, presidente de la SEGG, explica a Aceprensa que excederse puede tener consecuencias para la salud. Cita así el caso de una abuela con problemas cardíacos a la que ha debido hacerle una prescripción médica para que baje el ritmo de actividad:

“A las 6.30 a. m. tiene que salir sí o sí de su casa e ir a la de su hija a recoger a sus nietos. Es ella quien los asea, les da el desayuno y los lleva corriendo al colegio, pero esto no es positivo para su salud. Para mí, la hija y el yerno de esta señora son la ‘etiología’ de su enfermedad, pues no tienen necesidades económicas como para tener que recurrir a ella para que cuiden a los chicos. 

Algunas veces no hay remedio, no se puede pagar a una persona para que profesionalmente los atienda, pero a veces sí, y se delegan en los ancianos responsabilidades que no son propias de ellos, sino de los padres. Cuando el abuelo pasa de la devoción a la obligación del día a día, vuelve a experimentar una vida laboralmente dura a una edad en que ya debe vivir de modo más tranquilo, porque probablemente ha hecho méritos para ello”.

Beneficios para todos

En la justa medida, sin abusar, la relación abuelo-nieto es, en principio, beneficio puro en ambas direcciones. Según un estudio publicado en 2014 por los investigadores norteamericanos Sara Moorman y Jeffrey Stokes, sociólogos del Boston College, una mayor afinidad entre los chicos y sus abuelos reduce los síntomas depresivos de unos y otros, mientras que, en el caso de los últimos, dichos signos se incrementan cuando únicamente reciben ayuda funcional y no tienen la posibilidad de retribuir ese apoyo, lo que les lleva a sentirse como una carga.

Sonia Rivas, profesora de la Universidad de Navarra y autora del libro Generaciones conectadas. Beneficios educativos derivados de la relación entre nietos y abuelos (Pirámide, 2015) también se ha acercado al tema. “Los abuelos aportan muchísimo, aunque socialmente no está suficientemente reconocido –nos dice–. Para el niño hay beneficios en el plano emocional por su cercanía, por el hecho de convivir con él, por el diálogo entre ambos sin reglas o presiones. Todo lo que el abuelo puede transmitir de exigencias o de límites, de principios que él ha vivido antes y que el niño observa, es una fuente de aprendizaje de valores. El chico aprende el vínculo entre generaciones, el respeto a las personas mayores, a los que no son como él; en fin, una serie de aportes que me parecen fundamentales”.

Por supuesto que el abuelo también se lleva su recompensa: “La cercanía a los nietos, con los que habla con un lenguaje concreto, le hace olvidarse de sus propias preocupaciones, sentirse útil, importante. En el plano emocional, se da cuenta de que su vida tiene un valor para otros a quienes transmite maneras de hacer y experiencia vital, que es fundamental”.

El nexo es, pues, ganancia total: “Los nietos –asegura López-Trigo– son, con diferencia, la mejor vacuna que pueden tener los abuelos contra las penas. Muchas veces, los lunes, cuando los veo machacados y les pregunto qué tal el fin de semana, me dicen: ‘Muy cansado porque he tenido a los nietos comiendo en casa el domingo’. Pero te lo dicen con cara de felicidad. Es el cansancio mejor llevado del mundo”.

Saber decir ‘no’ con tranquilidad

No todo, sin embargo, es camino llano. Los abuelos no son los principales responsables de la educación de los chicos, por lo que pueden surgir fricciones con quienes sí lo son: sus hijos y yernos o nueras. Según la SEGG, cuando el cuidado de los nietos se prolonga demasiado y aparecen diferencias de criterio con los padres, estos pueden sentir amenazada su autoridad.

“Surgen discrepancias –señala el Dr. López-Trigo– a la hora de encarar la educación, que suele ser algo más relajada en los abuelos, que consienten alguna cosa, por ejemplo, en el ámbito dietético, donde tienden a dar más caprichos a los críos que sus padres. Y también las hay por problemas económicos de la familia, o generacionales, o por situaciones específicas que muchas veces se trasladan fuera del ámbito original y se llevan a casa de los abuelos”.

“Puede haber una falta de entendimiento respecto a las normas, a los límites –coincide Rivas–. Ese es el principal motivo de discusión. Hasta dónde decir sí o no; qué consentir y qué no. Es el punto fundamental de discusión”.

A esto habría que añadir lo que mencionábamos al principio: el deterioro y el hartazgo que puede acabar infligiendo la sobreactividad. El presidente de la SEGG, citado en la web de la organización, apunta que, si bien en la mayor parte de las ocasiones el cuidado de los niños es cuestión de libre voluntad –agradable además, por norma–, “en algunos casos, las abuelas y abuelos tienen la sensación de realizar una jornada laboral a tiempo completo y se sienten forzados en unas cargas de cuidados y educación”.

Así, un paso necesario en pro de la salud propia y del equilibrio familiar, sería saber decir “no”. José Manuel Cervera, orientador familiar de la Asociación de Abuelas y Abuelos de España, explica: “Los abuelos debemos tener suficiente confianza con los hijos para, con tranquilidad, poder decirles en alguna ocasión que no podemos suplirles cuando tenemos que realizar algunas tareas, bien porque nos encontramos cansados o bien porque nos resulta muy pesada la carga que nos encomiendan.

También debemos negarnos si consideramos que la causa que motiva la petición deben o pueden resolverla ellos de otro modo, con un poco de iniciativa e imaginación. Podríamos llamar a esto disponibilidad razonable de los abuelos; esto es, predisposición a ayudar si lo necesitan, evitando que por comodidad acudan siempre a nosotros”.

¿Echar una mano en la obra? Perfecto. Pero sin perder de vista que los albañiles son otros.

Unas tablas de la ley… del abuelo


Sobre la pertinencia de que los abuelos observen ciertas normas para evitar desgastarse en la crianza y educación de los nietos, la SEGG ha elaborado un curioso decálogo de consejos:
  1. Haz lo que puedas y no te sobrecargues de labores.
  2. Aprende a decir “no” ante tareas en las que no te veas capaz.
  3. No descuides tu salud. Conoce dónde están tus límites.
  4. Establece unas reglas básicas y que siempre haya una comunicación fluida con tus hijos.
  5. Resérvate tu propio espacio y tiempo.
  6. Haz ejercicio, sigue una dieta adecuada y estimula tu mente.
  7. No te sientas culpable si no eres capaz de realizar las tareas como antes.
  8. Intenta realizar actividades con tu nieto que se adecuen a ti y que os reconforten a los dos.
  9. Pon límites. Estar con el abuelo no significa que el nieto “haga lo que le dé la gana”.
Disfruta de tu nieto y de los momentos compartidos con él.


Fuente: ACEPRENSA


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