El
pasado año, la Cámara de Diputados de Chile aprobó una propuesta de ley
para estudiar el pago de salarios en toda regla a los “abuelos custodios”:
aquellos que cuidan de sus nietos mientras los padres trabajan.
La iniciativa chilena,
que sigue a otra también que se aprobó en Turquía
–el denominado Proyecto Abuela–, persigue contribuir con un apoyo económico
extra a los mayores, máxime cuando estos tienen que hacer importantes
desembolsos en medicamentos.
En
España aún no ha arraigado la idea del cuidado de los pequeños como un trabajo
remunerado, pero bien que podría. Uno de cada cuatro abuelos españoles dedica
hasta siete horas al día a la crianza de sus nietos, según cifras publicadas
por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG). ¿Un placer? ¿Una
carga? Depende de la “dosis de nietos”, a saber, de cuánto tiempo y esfuerzo
tienen que emplear en ello, con unas fuerzas y una atención que no son las
mismas que en los años jóvenes.
Los
extremos, como se sabe, son malos, y el dejar sobre los hombros del abuelo el
mayor peso de la atención a los niños, bajo el pretexto de que “ahora que se
jubiló, esto le sirve para entretenerse”, puede pasarle factura al
“entretenido”. El Dr. José Antonio López Trigo, presidente de la SEGG, explica
a Aceprensa que excederse puede tener consecuencias para la salud. Cita así el
caso de una abuela con problemas cardíacos a la que ha debido hacerle una
prescripción médica para que baje el ritmo de actividad:
“A
las 6.30 a. m. tiene que salir sí o sí de su casa e ir a la de su hija a
recoger a sus nietos. Es ella quien los asea, les da el desayuno y los lleva
corriendo al colegio, pero esto no es positivo para su salud. Para mí, la hija
y el yerno de esta señora son la ‘etiología’ de su enfermedad, pues no tienen
necesidades económicas como para tener que recurrir a ella para que cuiden a
los chicos.
Algunas veces no hay remedio, no se puede pagar a una persona para
que profesionalmente los atienda, pero a veces sí, y se delegan en los ancianos
responsabilidades que no son propias de ellos, sino de los padres. Cuando el
abuelo pasa de la devoción a la obligación del día a día, vuelve a experimentar
una vida laboralmente dura a una edad en que ya debe vivir de modo más
tranquilo, porque probablemente ha hecho méritos para ello”.
Beneficios para todos
En
la justa medida, sin abusar, la relación abuelo-nieto es, en principio,
beneficio puro en ambas direcciones. Según un estudio publicado
en 2014 por los investigadores norteamericanos Sara Moorman y Jeffrey Stokes,
sociólogos del Boston College, una mayor afinidad entre los chicos y sus
abuelos reduce los síntomas depresivos de unos y otros, mientras que, en el
caso de los últimos, dichos signos se incrementan cuando únicamente reciben
ayuda funcional y no tienen la posibilidad de retribuir ese apoyo, lo que les
lleva a sentirse como una carga.
Sonia
Rivas, profesora de la Universidad de Navarra y autora del libro Generaciones conectadas. Beneficios educativos
derivados de la relación entre nietos y abuelos (Pirámide, 2015)
también se ha acercado al tema. “Los abuelos aportan muchísimo, aunque
socialmente no está suficientemente reconocido –nos dice–. Para el niño hay
beneficios en el plano emocional por su cercanía, por el hecho de convivir con
él, por el diálogo entre ambos sin reglas o presiones. Todo lo que el abuelo
puede transmitir de exigencias o de límites, de principios que él ha vivido
antes y que el niño observa, es una fuente de aprendizaje de valores. El chico
aprende el vínculo entre generaciones, el respeto a las personas mayores, a los
que no son como él; en fin, una serie de aportes que me parecen fundamentales”.
Por
supuesto que el abuelo también se lleva su recompensa: “La cercanía a los
nietos, con los que habla con un lenguaje concreto, le hace olvidarse de sus
propias preocupaciones, sentirse útil, importante. En el plano emocional, se da
cuenta de que su vida tiene un valor para otros a quienes transmite maneras de
hacer y experiencia vital, que es fundamental”.
El
nexo es, pues, ganancia total: “Los nietos –asegura López-Trigo– son, con
diferencia, la mejor vacuna que pueden tener los abuelos contra las penas.
Muchas veces, los lunes, cuando los veo machacados y les pregunto qué tal el
fin de semana, me dicen: ‘Muy cansado porque he tenido a los nietos comiendo en
casa el domingo’. Pero te lo dicen con cara de felicidad. Es el cansancio mejor
llevado del mundo”.
Saber decir ‘no’ con
tranquilidad
No
todo, sin embargo, es camino llano. Los abuelos no son los principales
responsables de la educación de los chicos, por lo que pueden surgir fricciones
con quienes sí lo son: sus hijos y yernos o nueras. Según la SEGG, cuando el
cuidado de los nietos se prolonga demasiado y aparecen diferencias de criterio
con los padres, estos pueden sentir amenazada su autoridad.
“Surgen
discrepancias –señala el Dr. López-Trigo– a la hora de encarar la educación,
que suele ser algo más relajada en los abuelos, que consienten alguna cosa, por
ejemplo, en el ámbito dietético, donde tienden a dar más caprichos a los críos
que sus padres. Y también las hay por problemas económicos de la familia, o generacionales,
o por situaciones específicas que muchas veces se trasladan fuera del ámbito
original y se llevan a casa de los abuelos”.
“Puede
haber una falta de entendimiento respecto a las normas, a los límites –coincide
Rivas–. Ese es el principal motivo de discusión. Hasta dónde decir sí o no; qué
consentir y qué no. Es el punto fundamental de discusión”.
A
esto habría que añadir lo que mencionábamos al principio: el deterioro y el
hartazgo que puede acabar infligiendo la sobreactividad. El presidente de la
SEGG, citado en la web de la organización, apunta que, si bien en la mayor
parte de las ocasiones el cuidado de los niños es cuestión de libre voluntad
–agradable además, por norma–, “en algunos casos, las abuelas y abuelos tienen
la sensación de realizar una jornada laboral a tiempo completo y se sienten
forzados en unas cargas de cuidados y educación”.
Así,
un paso necesario en pro de la salud propia y del equilibrio familiar, sería
saber decir “no”. José Manuel Cervera, orientador familiar de la Asociación de
Abuelas y Abuelos de España, explica: “Los abuelos debemos tener
suficiente confianza con los hijos para, con tranquilidad, poder decirles en
alguna ocasión que no podemos suplirles cuando tenemos que realizar algunas
tareas, bien porque nos encontramos cansados o bien porque nos resulta muy
pesada la carga que nos encomiendan.
También
debemos negarnos si consideramos que la causa que motiva la petición deben o
pueden resolverla ellos de otro modo, con un poco de iniciativa e imaginación.
Podríamos llamar a esto disponibilidad razonable de los abuelos; esto es,
predisposición a ayudar si lo necesitan, evitando que por comodidad acudan
siempre a nosotros”.
¿Echar
una mano en la obra? Perfecto. Pero sin perder de vista que los albañiles son
otros.
Unas tablas de la ley… del abuelo
Sobre la
pertinencia de que los abuelos observen ciertas normas para evitar desgastarse
en la crianza y educación de los nietos, la SEGG ha elaborado un curioso
decálogo de consejos:
- Haz lo que puedas y
no te sobrecargues de labores.
- Aprende a decir
“no” ante tareas en las que no te veas capaz.
- No descuides tu
salud. Conoce dónde están tus límites.
- Establece unas
reglas básicas y que siempre haya una comunicación fluida con tus hijos.
- Resérvate tu propio
espacio y tiempo.
- Haz ejercicio,
sigue una dieta adecuada y estimula tu mente.
- No te sientas
culpable si no eres capaz de realizar las tareas como antes.
- Intenta realizar
actividades con tu nieto que se adecuen a ti y que os reconforten a los
dos.
- Pon límites. Estar
con el abuelo no significa que el nieto “haga lo que le dé la gana”.
Fuente:
ACEPRENSA