María del Pilar Silveira,
teóloga experta en Mariología Popular Latinoamericana, tiene una respuesta
Es
uruguaya y vive en su país, el territorio más laico de Latinoamérica, pero se
hizo teóloga y auscultó la devoción a la Virgen en el país más mariano del
continente: Venezuela. Sobre el tema escribió todo un tratado: “Mariología
Popular Latinoamericana. Fisonomía de la Mariología popular venezolana”.
Alumna
del sacerdote jesuita Juan Carlos Scannone, asesor del Papa Francisco, María
del Pilar Silveira resolvió dedicarse por un tiempo a dar clases en
universidades e institutos de estudios teológicos pero sin dejar jamás de
estudiar –en Argentina, Puerto Rico y Colombia- hasta lograr su doctorado. Hoy,
es una acuciosa investigadora.
¿Cuándo
comienza esta apertura de América Latina hacia el Tercer Milenio, momento en
que la devoción mariana parece saltar a los primeros planos de atención como
expresión de religiosidad popular?
El
tramo entre el año 1992 hasta el 2000 marca esa etapa. El rector de la
Universidad Católica de Argentina, Carlo María Galli, me entregó un material
muy significativo que recogía todos los detalles de la Peregrinación Misionera
desde México hasta la Argentina, un gesto milenario simbólico de una Iglesia
que camina.
¿La Iglesia en salida que
tanto promueve el Papa?
¡Ahí
está! Ese gesto se originó en los teólogos que hoy en día aparecen como más
cercanos a la teología del Papa Francisco.
¿La teología del Pueblo?
Claro,
varios de ellos –Tello entre otros- influyeron porque llevaron adelante
las primeras experiencias de salida, justamente en la época de la
dictadura con la imagen de la Virgen de Luján, hecho que Carlo María
Galli explica detalladamente en un libro que se titula “Y
seguimos caminando”. Junto a otros teólogos comenzaron a ver la
importancia de la fe popular mariana e idearon los llamados “cuadernos de
intenciones”.
¿Eso qué era?
Cuando
se partía a pie desde distintos puntos de Buenos Aires hasta Luján recogían lo
que la gente escribía y, para la próxima peregrinación, de allí obtenían el
material en que basaban los lemas. Así, cuando se planteó la peregrinación
misionera de 24 mil kilómetros desde México hasta Argentina, 8 años de camino
por distintas rutas pasando por Venezuela, logré obtener los CDs con los
cuadernos de intenciones llenados al paso por los diferentes santuarios. Era un
material sumamente valioso que reposaba allí sin haber sido utilizado pues no
se sabía cómo hacerlo. Lo trabajé, relacionándolo con entrevistas y
observaciones que tomaba al participar en fiestas religiosas en tres de los
santuarios venezolanos que seleccioné como muestra ante la imposibilidad de
abarcarlos todos.
¿Cuáles escogió?
La
iglesia de la Divina Pastora en Barquisimeto, el santuario de Guanare por la Virgen
de Coromoto y la basílica de La Chinita en Maracaibo por la Virgen de
Chiquinquirá. De esos lugares obtuve las intenciones que reflejaban la fe viva
popular, lo que la gente expresaba sobre la Virgen. Fue un trabajo arduo, acudí
a sociólogos que podían sugerirme un esquema de trabajo y fue de gran ayuda
para saber cómo codificar toda esa información, cómo dar lectura correcta a todo
aquello. De hecho, tuve que inventar una metodología para conseguir reflejar,
no lo que yo decía sino lo que la gente estaba diciendo allí. Esa investigación
la plasmé en mi libro y el propósito era rescatar la fe de la gente en la
Virgen María, expresada espontáneamente en los santuarios.
¿Qué aspectos impresionan
más?
-Encontré
venezolanos que me decían que habían ofrecido su hija a la Virgen de
Guadalupe, siendo devotos de la Virgen de Coromoto, su Virgen, en su
lugar. Pero, si venía otra imagen de María, le entregaban sus hijos y caminaban
con Ella con el mismo amor. En todas partes me pasó lo mismo, quedando en
evidencia que para la fe de la gente no importa de qué imagen se trate, la
Virgen es la Virgen, la misma.
Entienden bien qué son las
advocaciones, tal vez mejor que muchos letrados…
La
única Madre de Dios. Eso lo tienen claro. Si lees las expresiones de profundo
amor con el que gente devota de la Virgen de Coromoto se dirige a la Guadalupe,
es impactante. Las letanías con que la honran son hermosas, salidas de un gran
amor por la Virgen a la que –y esto es muy interesante- correctamente no
adoran, sino que veneran por ser la Madre de Jesús. La Cristología y la
Mariología están totalmente unidas sin confundirse. La gente no dice que
por amar a la Virgen dejan de amar o aman menos a Jesús: sencillamente, a
través de Ella lo aman porque es su Madre.
¿Qué bases antropológicas
conectan con esa devoción y explican el fenómeno?
En
Venezuela se da la segunda aparición histórica en América con la Virgen de
Coromoto, reconocida oficialmente por la Iglesia. Junto con La Virgen de
Guadalupe, son las dos únicas que han dejado constancia física de su
manifestación. La tierra venezolana está bendecida por una Aparición. La
realidad antropológica es que la Virgen es Madre y la maternidad en
Latinoamérica, como dice el Padre Alejandro Moreno -sociólogo salesiano y
muy conocedor de las motivaciones profundas de este pueblo-, es muy dedicada,
muy intensa y esforzada.
Este
sacerdote sostiene que el venezolano es un “enmadrado” pues la relación con la
madre es siempre una relación de hijo único. Cada madre, no importa cuántos
hijos tenga, trata a cada uno como si fuera el único. Ese vínculo natural
también lo sienten con la Madre de Dios. Es por ello la cercanía y la facilidad
de acudir a Ella y decirle con confianza lo que hay en el corazón. Incluso, si
alguien se siente pecador, no lo frenan reparos en acercarse a la Virgen con
espontaneidad y contarle sus problemas.
Con
la Virgen se rompen esos parámetros porque es madre y una madre comprende,
busca el bien del hijo. Así que acercarse a la Madre en cada santuario o en
cada fiesta, de alguna manera ayuda a que la gente salga más buena de cómo
llegó. Se percibe claramente, por ejemplo, después de la gran procesión
de la Divina Pastora, cuando la gente está muy cansada físicamente, no obstante
espiritualmente hay paz, alegría. Sin duda hay algo interior que pasa ahí. La
Virgen los renueva, los ayuda a sentir que pueden ser mejores y que son capaces
de contagiar eso a otros.
¿Qué muestra la Virgen en
cada una de esas advocaciones?
Cada
una muestra algo de lo que la Virgen refleja de Dios. Ella es también presencia
de La Trinidad. Hago un paralelismo con la Guadalupe, que es una mariofanía
(manifestación de Dios a través de María) clave para comprender la teología de
cualquier virgen. La Virgen se aparece, como Dios se da a conocer, en el
momento que quiere. Elige a una persona humilde como Juan Diego, un indio sin
instrucción pero abierto a la fe; no elige a alguien descolgado, sino a una
persona que tiene una actitud de fe. Es comparable a la aparición de la
Coromoto a la familia del indio cospe.
La
respuesta de la Virgen ante la perplejidad y la resistencia es la de una madre
que no abandona al hijo, que lo mira con amor, le tiene paciencia y
despeja sus dudas. Ella se muestra capaz de convertir al corazón más reacio y
más frío como en el caso del cacique Coromoto. Lo que la Virgen busca es la
conversión del pecador, no su muerte. Coromoto amenaza a la Virgen con una
lanza y su respuesta es abrazarlo. Él se convierte y convence a toda su tribu,
confiando sólo en la palabra de la Virgen; muere por la picadura de una
serpiente pero ya ganado al amor de María. La misma metodología que la Virgen
usa con Juan Diego.
En el caso de la
Chiquinquirá se trata de una imagen, no de una aparición…
Puede
ser una presencia física, cambiando de rostro, de piel o de vestido según la
cultura, o bien una imagen, pero siempre busca el encuentro con cada persona. A
Dios y a Ella les interesa que se entable el diálogo con sus hijos. Guadalupe
le habla a Juan Diego en su idioma. La famosa tablita donde se dibuja
la figura de “La Chinita” (Chiquinquirá) es la presencia de una Virgen que está
viva en Dios, su cuerpo está glorioso, vive para siempre. A la Divina Pastora,
la analizo más como mujer, la gente se esmera en confeccionarle ricos vestidos
y hermosos adornos, le rizan los cabellos. Hay que ver en Ella a la pastora, a
la que cuida, a la que guía, que está cercana, igualmente, a la madre. De
alguna manera, la gente que va a esas procesiones probablemente sea la única
vez al año en que se acerca pero siente que está unida a la Iglesia porque ama
a la madre. Es la Virgen, como Madre, la que une y amalgama.
¿Cómo se sostiene una
aparición o una devoción?
Hay
signos que la gente reconoce como milagrosos pero hay algo común: la fe laical
de la gente hacia la Virgen. Lo que analiza la Iglesia es la fuerza de esa fe.
Hay detalles distintos en cada manifestación pero ellos no cambian la fuerza de
la fe. Deben haber pasado unos 360 años desde esas apariciones y la continuidad
de la fe está intacta. Eso habla de la presencia de Dios a través de la
Virgen. Me he encontrado evangélicos en fiestas marianas que confesaron
estar allí pagando promesas, por influencia tal vez de sus madres que
ofrecieron sus enfermedades, pero allí estaban. La Virgen une más allá de
factores que alejan de la fe católica.
Vivimos tiempos muy duros
y constantemente estamos escuchando acerca de imágenes de la Virgen que lloran
o despiden escarcha. La gente lo relaciona con posibles mensajes. ¿Cómo se
maneja esto?
Esas
expresiones las vemos mucho en Venezuela. En Uruguay y otros países no se sabe
de eso o no son frecuentes. En la Argentina han tenido algún caso. Pero como
acá, en ninguna parte. Son fenómenos con los que la Iglesia es muy cuidadosa.
En Salta (Argentina), se ha sabido de fenómenos y Laurentin, un teólogo que ha
estado en el lugar, sigue de cerca esa aparición, se ha interesado mucho por lo
que allí ocurre. Una de las cosas sobre las que ha llamado la atención es en
relación a las señales, ya sea aceite, sangre o escarcha, como signos externos
que ayudan pero no por ellos vas a creer o dejar de creer. La Virgen puede
hacer lo que quiera, mostrarse como quiera y a quien quiera, más allá de la
institución eclesial. Ni Ella ni Dios van a estar pidiendo permiso para llegar
hasta quien quieran, bautizado o no.
Todas
esas manifestaciones se estudian y si ayudan a hacer crecer la fe, a que las
personas sean mejores y se entreguen a los demás, a que busquen a Dios, vivan
según su Palabra y se acerquen a los sacramentos, es algo positivo. Si
encierran en grupos cerrados o estimulan la formación de sectas y no llevan a
obras de misericordia, a una transformación hacia el otro, hacia el más pobre,
hacia un servicio desinteresado, allí puede haber una curiosidad de la gente
por manifestaciones semi-exóticas, buscando experiencias o sensaciones y no
buscando conversión que humanice más o un cambio de vida que conduzca a Dios.
Allí está la clave.
Macky Arenas
Fuente:
Aleteia