Discurso del Santo Padre
Audiencia Del Papa Con Una Delegación De La Iglesia Evangélica Luterana © Vatican Media |
“Ningún
diálogo ecuménico puede avanzar si permanecemos quietos”, ha dicho el Papa a
la delegación de la Iglesia Evangélica Luterana Alemana que ha recibido
esta mañana en el Vaticano.
“Hay
que seguir –ha continuado Francisco–: No con el afán de correr hacia adelante
para ganar metas ambiciosas, sino caminando juntos con paciencia, bajo la
mirada de Dios. Algunos temas, pienso en la Iglesia, la Eucaristía y el
ministerio eclesial, merecen reflexiones oportunas y bien compartidas”.
A
las 10:50 horas de este lunes, 4 de junio de 2018, el Santo Padre ha recibido
en audiencia a una delegación de la Iglesia Evangélica Luterana Alemana.
El
Sumo Pontífice de la Iglesia Católica ha acogido a la delegación luterana con
una cálida bienvenida y le ha agradecido las palabras al obispo Ulrich, que
“dan testimonio –le ha dicho– de su compromiso ecuménico”.
Asimismo,
Francisco ha saludado a los demás representantes del Comité Nacional Alemán de
la Federación Luterana Mundial y de la Iglesia Evangélica Luterana de Alemania,
y ha recordado con alegría los momentos compartidos el año pasado con
motivo de la Conmemoración común de la Reforma.
En
este sentido, el Obispo de Roma ha expresado: “Gracias a Dios, hemos podido constatar
que los quinientos años de historia –a veces muy dolorosa– que nos han visto
contrapuestos y, a menudo en conflicto, han dejado paso en los últimos
cincuenta años, a una creciente comunión”.
Publicamos
a continuación el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes en el
encuentro.
Discurso del Papa
Francisco
Estimado
obispo Ulrich, queridos amigos:
Os
doy mi cálida bienvenida, alegre por vuestra presencia. Le agradezco de todo
corazón, obispo Ulrich, las palabras que me dirigió y que dan testimonio de su
compromiso ecuménico. También saludo cordialmente a los demás representantes
del Comité Nacional Alemán de la Federación Luterana Mundial y de la Iglesia
Evangélica Luterana de Alemania, junto con sus invitados.
Con
alegría recuerdo los momentos compartidos el año pasado con motivo de la
Conmemoración común de la Reforma. Ya 31 de octubre de 2016 nos habíamos
encontrado en Lund para caracterizar con un espíritu de comunión fraterna
aquello que, por las heridas del pasado, habría podido suscitar, en cambio,
controversia y la amargura. Gracias a Dios, hemos podido constatar que los
quinientos años de historia – a veces muy dolorosa – que nos han visto
contrapuestos y, a menudo en conflicto, han dejado paso en los últimos
cincuenta años, a una creciente comunión. Gracias a la acción del Espíritu, a
los encuentros fraternos, a los gestos marcados por la lógica del Evangelio más
que por las estrategias humanos, así como a través del diálogo oficial
luterano-católica, ha sido posible superar viejos prejuicios de ambos lados.
Con la ayuda de Dios, esperamos en un porvenir encaminado a la superación
completa de las divergencias. Tenemos que ir adelante.
La
Conmemoración común de la Reforma nos ha confirmado que el ecumenismo seguirá
marcando nuestro camino. Se está convirtiendo cada vez más en una necesidad y
un deseo, como lo demuestran las diversas oraciones en común y los muchos
encuentros ecuménicos que tuvieron lugar el año pasado en el mundo. No
olvidemos comenzar desde la oración, para que no sean los proyectos humanos los
que indiquen el camino, sino el Espíritu Santo: solo Él abre el camino e
ilumina los pasos a seguir. El Espíritu de amor no puede sino empujarnos por
los senderos de la caridad.
Como
cristianos, los católicos y los luteranos están llamados en primer lugar a
amarse “profundamente, con todo el corazón, el uno al otro”, porque están
“regenerados por la palabra de Dios viva y eterna” (1 Pedro 1, 22 a 23). Pero
también estamos llamados a aliviar juntos las miserias de los necesitados y los
perseguidos. Los sufrimientos de tantos hermanos oprimidos por causa de la fe
en Jesús son también una invitación urgente para alcanzar una unidad cada vez
más concreta y visible entre nosotros. El ecumenismo de la sangre.
Sostengámonos
mutuamente en el camino, también llevando adelante el diálogo teológico. Ningún
diálogo ecuménico puede avanzar si permanecemos quietos. Hay que seguir: No con
el afán de correr hacia adelante para ganar metas ambiciosas, sino caminando
juntos con paciencia, bajo la mirada de Dios. Algunos temas, pienso en la
Iglesia, la Eucaristía y el ministerio eclesial, merecen reflexiones oportunas
y bien compartidas.
El
ecumenismo también pide no ser elitista, sino involucrar a tantos hermanos y
hermanas como sea posible en la fe, creciendo como una comunidad de discípulos
que oran, aman y proclaman. Es sobre esta base que el diálogo ecuménico nos
ayudará a seguir adelante, bajo la guía del Espíritu Santo, en la comprensión
común de la revelación divina, que se profundiza conociendo y amando juntos al
Señor Jesucristo, porque “en Él reside toda la plenitud de la divinidad
corporalmente” (Col 2, 9) y “Dios tuvo a bien […] reconciliar […] por él y para
él todas las cosas” (Col 1, 19-20).
Que
el Señor nos acompañe, para que nuestro ser cristianos esté más centrado en Él
y más valiente en la misión; para que el cuidado pastoral se enriquezca con el
servicio y, en sus diversas dimensiones, esté más imbuido de un espíritu
ecuménico. Invoco sobre todos vosotros la bendición del Señor: descienda el
Espíritu Santo y reúna lo que aún está dividido.
Sería
hermoso, al final de estas palabras, rezar juntos el Padrenuestro: “Vater Unser…”
Rosa Die Alcolea
©
Librería Editorial Vaticano
Fuente:
Zenit