Isabel Celaá,
pese a no ocultar su condición de católica, ha defendido en el pasado la
supresión de la asignatura de Religión o la retirada de conciertos a los
centros concertados
«Conocemos el
valor de la concertada y la respetamos», dijo en su primera rueda de prensa
como ministra portavoz tras la reunión del Consejo «de ministros y ministras»
del nuevo Ejecutivo de Pedro Sánchez. Sobre posibles cambios con respecto a la
educación concertada, Isabel Celaá aseguró que «no hay nada que temer».
El nombramiento
como ministra de Educación y Formación Profesional de Isabel Celaá ha sido
recibido con cierto alivio por parte de la concertada, si bien se recuerda que,
como consejera vasca, se posicionó abiertamente contra la financiación pública
de centros de educación diferenciada.
Celaá, pese a
su condición de católica, ha apoyado en el pasado la propuesta del PSOE de
retirar la asignatura de Religión del horario lectivo, una de las señas de
identidad del programa de Sánchez, criticando que la Conferencia Episcopal
insistiera en mantenerla. Desde la corriente Cristianos Socialistas se ha
intentado “edulcorar” esta medida, proponiendo dejar las cosas como están en
Primaria, pero sustituyendo en la ESO el actual marco –que incluye igualmente
una enseñanza religiosa confesional y optativa (con una alternativa no
confesional)– por una nueva asignatura obligatoria y aconfesional para todos
sobre el fenómeno religioso desde una perspectiva cultural e histórica.
No será
sencillo llevar a cabo reformas en educación en esta legislatura, en la que el
PSOE cuenta tan solo con 84 diputados (la mayoría absoluta son 176). Sin
embargo, sí se esperan algunas señales sobre el horizonte al que aspira a
avanzar un gobierno claramente diseñado con la voluntad de durar varios años,
si es refrendado en las urnas.
Se da por
seguro, sobre todo, algún gesto de cara al electorado de izquierdas que
compense la férrea ortodoxia en política económica a la que claramente apunta
el Gobierno Sánchez. La asignatura de Religión, la eutanasia o la denuncia de
los Acuerdos con la Santa Sede reúnen muchas papeletas para cumplir ese papel
movilizador de esa fracción de los votantes descontentos con la línea moderada
del Ejecutivo en otras áreas.
«Estabilizar la
educación española»
Con todas esas
dudas en el aire, Isabel Celaá se esforzó este viernes en ofrecer un talante
dialogante y conciliador en su primera comparecencia como ministra. Como aval,
aludió a su etapa consejera de Educación en el País Vasco. «He sabido
entenderme con todos y con la red concertada», dijo en respuesta a una
pregunta. Y aseguró que, pese a que para el PSOE la educación pública es «una
prioridad», sin embargo «defendemos la educación en su conjunto». «Estamos con
todos y veremos cómo podemos conjugarlo», afirmó.
La ministra no
aclaró si el Gobierno tratará de reactivar el pacto educativo, que fracasó hace
tres meses después de que el PSOE y otros grupos decidieran ausentarse de las
reuniones. Celaá sí habló, sin embargo, de su buena relación con su predecesor,
Íñigo Méndez de Vigo, e insistió en que trabajará para «explorar» un camino
«que tiene media puerta abierta ya» para «acordar» en materia educativa. «Tengo
su disposición para poder avanzar en ese ámbito», aseguró. A su juicio, «hay
que estabilizar la educación española», ya que «hay miles de jóvenes que lo
demandan».
Refuerzo de la
FP
Más claridad
sobre sus intenciones mostró Celaá al referirse a la Formación Profesional, un
término incorporado por primera vez de forma explícita al nombre del
ministerio, llamado oficialmente ahora de Educación y Formación Profesional.
«Queremos
hacerle un buen ‘lifting”» a la FP, dijo la ministra. La Formación Profesional
«en este momento no está a la altura de la importancia que se le concede en
otros países europeos», donde «un titulado en FP es una personas absolutamente
competente», lamentó.
«Es un
compromiso que abordo de manera muy específica», añadió Celaá, tras hacer un
llamamiento a la colaboración entre «los empresarios de este país, los centros
educativos y los representantes de los trabajadores, los agentes sociales».
Fuente: Alfa y
Omega