Observadores de los derechos humanos dicen que las
condiciones de los centros de detención son “incluso peores” que en Auschwitz
La
reunión histórica entre Donald Trump y Kim Jong-un del 12 de junio abre la
posibilidad de poner fin a un periodo de 70 años de alta tensión entre Estados
Unidos y Corea del Norte, que hace poco pareció haber llevado a los dos países
al borde de la guerra nuclear.
Se habló de la “desnuclearización”, de unir los
sus esfuerzos para construir un régimen de paz duradero y estable en la
Península de Corea y de la recuperación de los POW / MIA (prisioneros de
guerra y desaparecidos en acción de combate) restantes, incluida la
repatriación inmediata de aquellos ya identificados. Poco o nada ha trascendido
de la situación de los cristianos bajo
el régimen comunista.
La organización de vigilancia de la libertad
religiosa Puertas Abiertas clasifica a Corea del Norte como el primero de los
50 países con peor persecución de cristianos, una posición que mantiene
ininterrumpidamente desde hace 16 años. Según Puertas Abiertas
EE.UU., se calcula que en la actualidad hay 50.000
cristianos en prisión y en campamentos de trabajos forzados, en lo que
califican de unas “condiciones como las de Auschwitz”.
Un informe publicado
el año pasado por el Comité de Crímenes de Guerra de la organización de derecho
internacional International Bar Association detallaba las atrocidades
cometidas, de las que uno de los miembros del comité, Thomas Buergenthal,
superviviente de Auschwitz, afirmó que eran “tan terribles o incluso peores”
que los campos de concentración nazi por los que él mismo pasó.
En el informe, desertores norcoreanos
hablaban de guardias de prisiones que alimentaban a perros con bebés recién
nacidos de las prisioneras, de ejecuciones de prisioneros hambrientos tras ser
descubiertos escarbando por encontrar plantas que comer, de violaciones y de
abortos forzados a prisioneras, incluyendo a través de la inyección de aceite
de motor en el útero de las mujeres.
Para los defensores de la libertad
religiosa, el encuentro entre Trump y Kim representa una oportunidad para
aliviar la represión de estos cristianos y de otros encarcelados por sus
consideraciones políticas y religiosas.
“Debemos seguir adelante con las
negociaciones con Corea del Norte para liberar a todos los disidentes políticos
encarcelados en sus sistema penitenciario”, afirmó el presidente de Puertas
Abiertas, David Curry.
“Debemos lograr transparencia para saber
cómo están tratando a estas personas”, afirmó Curry. “Y luego el presidente
Trump debe dejar claro que Kim Jong-un solamente puede invitado a volver a
recibir los favores del mundo y a ser alabado por gestos políticos si se
compromete a resolver décadas de violaciones de los derechos humanos por las
manos de su régimen”.
Según un informe del
Departamento de Estado de EE.UU. sobre libertad religiosa publicado el año
pasado, el régimen de Corea del Norte trata con dureza a quienes practican la
religión, sometiéndoles a ejecuciones, torturas, palizas o detenciones.
Según el relato del propio Gobierno
norcoreano, la práctica libre de la religión ha sido en gran parte erradicada
del país. Un informe de Naciones Unidas que emplea información del Gobierno
descubrió que la proporción de adeptos religiosos entre la población ha caído
de casi un 24% en 1950 a un 0’016% en 2002.
Los cálculos sobre el número de prisioneros
políticos en Corea del Norte varían desde 80.000 a 250.000 y, según un informe
de la ONG de libertad religiosa Christian Solidarity Worldwide (CSW), con datos
de 2012, entre el 10 y el 45% de los encarcelados en campos de detención son
cristianos.
Zelda
Caldwell
Aleteia Team