5.7.18

ASESINADA POR EL TERRORISTA DEL ESTADO ISLÁMICO A QUIEN TRATÓ DE AYUDAR

Una niña copta relata el asesinato de su madre, una de las víctimas de los atentados en El Cairo, el pasado diciembre

Nesma (13) y su hermana Karen (8). Perdieron a su madre durante un ataque terrorista
en una iglesia de El Cairo
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@Aid to the Church in Need
Hombres armados atacaron a los cristianos que salían de una iglesia copto-ortodoxa, en la periferia de El Cairo, el 29 de diciembre de 2017. Este atentado, reivindicado por el Estado Islámico, tuvo lugar unos diez minutos después de terminar la misa en la iglesia de San Menas y se saldó con la muerte de nueve personas.

Una de las víctimas era una joven madre llamada Nermeen Sadiq. Su hija de trece años de edad, Nesma Wael, estaba a su lado cuando recibió el primer tiro.

Nesma ha hecho público su relato a través de la fundación pontificia Aid to the Church in Need (Ayuda a la Iglesia Necesitada/Ayuda a la Iglesia que Sufre):

* * *
Cuando terminó la Misa, mi prima, mi madre y yo salimos de la iglesia. Mi madre llevaba un crucifijo al cuello y ninguna de nosotras llevaba velo. En los barrios pobres, las mujeres musulmanas a menudo llevan velo para distinguirse de las mujeres cristianas.

Entramos en una calle lateral y vimos cómo un hombre que se acercaba a la iglesia en moto se cayó con un bache. Mi madre acudió deprisa en su ayuda y le preguntó: ‘En el nombre de Jesucristo, ¿se encuentra usted bien?’. El hombre se reincorporó rápidamente y en un abrir y cerrar de ojos abrió fuego contra nosotras con un arma que sacó de debajo de su chaleco.

Tan pronto como mi prima y yo vimos el arma, nos escondimos detrás de mi madre, que nos gritó que saliéramos corriendo. El terrorista primero le disparó en el brazo cuando todavía estaba intentando protegernos. Salimos corriendo, pero mi madre se cayó y no pudo escapar con nosotras. La distancia entre nosotras y el terrorista cuando sacó su metralleta era de poco más de un metro. Mi prima y yo corrimos hacia un pequeño supermercado, en el que la vendedora nos escondió detrás de la nevera. Desde nuestro escondite podíamos ver cómo el hombre nos buscaba con la mirada. Como no podía vernos, se volvió de nuevo hacia mi madre y le disparó varias veces.

Todo esto ocurrió en pocos minutos. Cuando el terrorista se fue, corrimos para ayudar a mi madre. Mucha gente acudió pero nadie se acercó para atenderla, a pesar de que todavía estaba con vida. Llamé a mi padre, pero no cogió la llamada. Logré localizar a mi tío que vino de inmediato. Entonces llegó una ambulancia, pero el personal de emergencia se negó a introducir a mi madre en la ambulancia hasta que no obtuvieran el permiso de los agentes de seguridad. Estos estaban buscando por las calles al terrorista y también a otro tirador que había atacado a las personas que estaban frente a la iglesia.

Entonces se inició un tiroteo y la gente salió huyendo. Mi prima, mi tío y yo permanecimos con mi madre, quien me miró y me dijo: ‘No tengas miedo, yo estoy contigo. Obedece a tu padre y cuida de tu hermana’. Cuando el tiroteo cesó, regresé a la iglesia para buscar a mi hermana menor, Karen, que tiene ocho años y había permanecido allí, porque la catequesis para los niños todavía no había acabado. Vi a tres personas conocidas yaciendo en charcos de sangre que habían sido asesinadas frente a la iglesia

Cuando finalmente introdujeron en la ambulancia a mi madre ya estaba muerta.
Hoy día ya no recorro sola las calles; mi padre siempre me acompaña a todos los lugares. Pese al dolor que atenaza mi corazón –echo muchísimo de menos a mi madre–, estoy contenta porque yo estaba con ella durante el ataque y además yo ni siquiera fui herida: fue Dios quien la eligió para ir al cielo.

No quiero abandonar mi país, pero sin duda quiero encontrar la forma de estudiar y vivir de forma más desahogada, sobre todo porque nuestra situación económica no es buena. Mi padre, que tiene 35 años, es chófer, pero no tiene un trabajo fijo. Mi madre era la principal fuente de ingresos en nuestra familia: era enfermera en el Centro Nefrológico de El Cairo. Yo quiero ser doctora especializada en Nefrología, pues ese era el sueño que tenía mi madre para mí.

Este es mi mensaje a todas las personas perseguidas en el mundo: ¡No temáis! Nuestras vidas están en las manos de Dios y debemos permanecer fieles a nuestra fe”.

Jesús Colina

Fuente: Aleteia

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