Una comida “completa” incluye la bendición, el
entrante, el plato principal, el postre y la acción de gracias. Y así, todos
estarán bien servidos: Dios, alma y cuerpo
Las comidas, tomadas a solas o con la
familia, son una oportunidad para alabar y agradecer al Señor las bendiciones
con las que llena nuestra mesa.
A imagen de los monjes de las
comunidades religiosas, ¿por qué no hacer de las comidas diarias momentos
alegres y fraternales, llenos de gratitud al Señor que nos da “nuestro pan de
cada día”?
Una comida completa
Una comida completa sería una comida que comienza
con la bendición y termina con las gracias.
La bendición Benedicite es una breve oración de
agradecimiento, recitada o cantada, antes de sentarse a la mesa, para dar
gracias a Dios por la comida diaria.
Por lo general incluye una
oración por los más necesitados. La palabra viene de la invocación latina “¡benedicite!”, que significa “¡bendice!”.
Un ejemplo:
“Bendícenos, Señor, y bendice nuestros
alimentos. Bendice también a quienes nos los han preparado, y da pan a los que
no lo tienen”.
Las gracias u oración de acción
de gracias, agradecen a Dios el don del alimento y la caridad fraternal vivida
en torno a la comida.
“Te agradezco, Señor, esta alegría de la
mesa: el alimento y la compañía de los míos. Bendice siempre a esta familia y a
quienes no tienen ni hogar ni pan”.
El libro Recettes simples pour toute la famille [Recetas
sencillas para toda la familia], realizado por las madres de Cours Herrade de
Landsberg, escuela primaria de Estrasburgo, pretende transmitir este hábito de alabanza a
la hora de la comida: además de las recetas familiares, el libro ofrece
ejemplos de bendiciones y gracias, para que Dios, el alma y el cuerpo estén
bien nutridos en la mesa familiar.
Una tradición monástica
para perpetuar
Jean Pateau, abad de Notre-Dame de
Fontgombault, que escribió el prefacio del libro de recetas, recuerda que en la
tradición monástica, el refectorio es uno de los lugares comunitarios donde los
monjes dan gracias.
“El alimento es un don de Dios y
su preparación un acto de caridad fraterna. La llegada al refectorio debe ser
ocasión de fascinación y acción de gracias”, afirma.
Tratemos también de vivir bajo
nuestros techos con la misma maravilla y el mismo espíritu de reconocimiento.
Así responderemos a las palabras
del profeta Joel: “Comerán abundantemente hasta saciarse, y alabarán el nombre
del Señor, su Dios, que ha hecho maravillas con ustedes” (Jl 2, 26).
La acción de gracias
contribuye a la alegría familiar
Compartir comidas alegres y fraternales
contribuye a la solidez de la familia. ¡Y el Señor no es ajeno a esta alegría!
Jean Pateau invita a cada
familia “a reunirse cada día en torno a la mesa, en la sencillez y en la
alegría, en la atención mutua, en la caridad. Esta cita diaria
es esencial
para la fortaleza de las familias”.
Que las familias, pequeñas
Iglesias domésticas, puedan saborear el Reino de los Cielos que se les ha
prometido: “Vengan,
benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado
desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer;
tuve sed, y me dieron de beber” (Mateo 25, 34-35).
MATHILDE DE ROBIEN
Fuente:
Aleteia