En los primeros pasos de
la Iglesia estaba claro que su misión era responsabilidad tanto de los
ministros ordenados como de los laicos
A
pesar de que habitualmente no se da una mejor descripción que “el laico es
quien no es sacerdote ni religioso”, es de la vida laica de la que la Iglesia
está principalmente compuesta. El ministerio ordenado, como sabemos, no es un fin en sí mismo. Obispos, sacerdotes y diáconos están al servicio del crecimiento de la fe, en la esperanza y el amor de aquella multitud de hombres y mujeres que fecundan con el Espíritu de Dios la vida del mundo.
El
protagonismo del laico en la vida de la Iglesia es un tema que ha sido retomado
con más fuerza en los últimos tiempos por el Concilio Vaticano II, sobre todo
en las constituciones Lumen Gentium y Gaudium et Spes y en
el decreto Apostolicam Actuositatem.
Por
” vida de la Iglesia”, entiéndase tanto su participación en la sociedad
realizada a partir del Evangelio y de esta forma, como presencia de Cristo en
mundo, como a su colaboración, al lado de clérigos y religiosos, en la misión
evangelizadora de la Iglesia, asumiendo servicios pastorales.
Desde
el Concilio, los laicos han asumido lentamente puestos en la Curia Romana
y en las diócesis. Son más numerosas – pero aún tímidas – las beatificaciones y
canonizaciones de los laicos. Los laicos empezaron a poder estudiar teología y
enseñar en esa área. Pero ¿cómo se vivía el laicado en los inicios de la
Iglesia? Mira estos siete datos sobre cómo era la vida de los laicos en los
primeros siglos del cristianismo.
1 – Laikós
La
palabra “laico” – del griego λαϊκός (“laikós”), que viene de λαός (“laós”),
“pueblo” – no aparece en el Nuevo Testamento. Su primer registro en el contexto
cristiano está en la carta de Clemente a los corintios, al final del siglo I.
2 – Ellos anuncian,
enseñan y participan
Pero
está claro que laicos y laicas están presentes en la Iglesia naciente:
participan en la elección de Matías para la vacante que surgió entre los doce
apóstoles con la muerte de Judas (cf. Hch 1, 23), así como en la elección de
los siete primeros diáconos (cf. Hch 6, 1-6). Anuncian el Evangelio, hasta
aprovechan las dispersiones que ocasionan las persecuciones (cf. Hch 8, 4; 11.
19), y asumen ministerios como el de didáscalo (maestro, doctor), como la
pareja Aquila y Priscilla, que da una formación más profunda de la fe a Apolo
(cf. Hch 18, 26).
3 – “Ya llenamos todo”
Estaba
claro que la misión evangelizadora de la Iglesia era responsabilidad tanto de
los ministros ordenados como de los laicos. Era en las conversaciones del día a
día, en las ciudades y los campos, que el nombre de Jesús se anunciaba.
Tertuliano, al final del siglo II, alababa frente a los paganos los frutos del
testimonio cristiano en medio del mundo: “Nosotros somos de ayer y ya hemos llenado
todo lo que es de ustedes: ciudades, islas, fortalezas, municipios, aldeas, los
mismos campos, tribus, decurias, palacios, senado, foro; dejándoles sólo los
templos…”
4 – Trinidad
El
teólogo africano Tertuliano (+220), por otro lado, era uno de los grandes
escritores de la Iglesia de los primeros siglos; fue él quien registró por
primera vez el término “Trinidad” y quien hizo la más antigua exposición formal
sobre la teología trinitaria. Y era laico.
5 – Apologetas
El
filósofo y mártir Justino (+165) también era laico, así como Minucio Félix,
Lactancio y otros escritores cristianos. Otro personaje fundamental de la
Iglesia de los primeros siglos es Orígenes (+254), ya era teólogo renombrado y
estaba en activo hacía más de veinte años cuando fue ordenado presbítero.
6 – Predicación
Hasta
el siglo III, no era raro ver laicos predicando en público en las asambleas, de
forma oficial. “Donde se encuentran hombres en condición de ayudar a los
hermanos, son invitados por los santos obispos a predicar para el pueblo”,
escribieron Teoctisto de Cesárea y Alejandro de Jerusalén, obispos, en una
carta defendiendo el ministerio de Orígenes como predicador, en el que citan
otros diversos casos. La epístola es reproducida por Eusebio en su Historia
eclesiástica.
7 – La elección de los
obispos
Es
sólo a lo largo de los siglos III y IV que comenzaron a aparecer escritos que
crean un abismo entre ministros ordenados y laicos, como la Didascalia y las
Constituciones Apostólicas. Hay una función en la que participan los laicos
que, no obstante, es mantenida religiosamente aún por mucho tiempo: la elección
de los obispos. La praxis es considerar la participación de todo el pueblo
cristiano en la elección de su obispo como una regla indispensable. Tanto es
así que san Agustín – una excepción, pues fue señalado como obispo por su
antecesor, Valerio -, así como el primado de Numidia, Megalio de Calama, que
presidió su ordenación, se disculparon posteriormente por la elección episcopal
realizada sin la participación del pueblo.
Por Felipe
Koller (teólogo, con maestría en la Pontificia Universidad Católica de
Paraná. Es catequista hace 12 años y predica en retiros de jóvenes. Ha lanzado
una serie de libros infantiles por la Editorial Apostolado de la Divina
Misericordia. A través de Sempre
Família.
SEMPRE FAMÍLIA





