¿Juegas
el rol del “policía católico”? ¿Te resulta difícil hablar de la fe sin sacar a
colación la política? ¿Te preocupan más las cuestiones religiosas que tu
relación personal con Dios?
Conozco a varias personas a las que ha
tomado de improviso la manera como el Papa Francisco desafía a los fieles
católicos, junto con los sacerdotes, los religiosos y la jerarquía. Parece
injusto cuando comparamos los desafíos difíciles que plantea, y al mismo
tiempo, el modo “soft” con el que se relaciona con los que están fuera de
la Iglesia.
Aunque a veces me irrite, logro entender
por qué elige hablar de ese modo. El evangelio es el eje del pontificado de
este papa, que es un evangelizador nato, y al igual que Jesús, sabe
cómo hacerlo. Las
personas de “dentro”, las que deberían conocer mejor todo, recibían siempre las
críticas aparentemente más ásperas por parte de Jesús, mientras
que los demás son tratados con dulzura. Es la diferencia entre la manera
como un padre trata a un hijo lejano, y como trata al hijo que sabe que
escuchará el consejo paterno.
El motivo por el que el papa
Francisco subraya estas cosas es, en primer lugar, el hecho de que le importan
nuestras almas. No quiere que la Iglesia esté llena de
“sepulcros blanqueados” que caminan como si estuvieran haciendo lo
correcto, pero en realidad por dentro están llenos de “huesos de muertos” (Mt
23, 27). En segundo lugar, sabe que uno de los antídotos
más poderosos a que las personas abandonen la Iglesia es la conversión y
la santidad de los que creen.
Porque los “sepulcros blanqueados”
no son evangelistas realmente convincentes.
Como ex atea, puedo deciros que Dios ha
utilizado a muchas personas sanas para volverme a traer a la Iglesia.
Pero el demonio ha usado también a personas con huellas de “fe
tóxica” para alejarme de ella, y a veces las personas actuaban tanto de
una forma como de otra. A todos nos afecta en nuestra capacidad de evangelizar
porque somos pecadores, y todos tenemos trazas de fe tóxica en
nosotros. Si el diablo no logra alejarnos de la Iglesia, lo intentará todo con
tal de envenenar nuestra vida de fe.
Estos son algunos signos de
fe tóxica que he notado (no se trata de apuntar con el dedo, sino de
hacer todos, incluida yo, un examen de conciencia):
1. El
católico sin alegría. ¿Eres incapaz de reír con
los demás sobre cuestiones de fe, o de dejarlo estar en una discusión? ¿Tu fe
es snob, escrupulosa y exigente, más que generosa, alegre y
abierta? Un test es considerar los post y comentarios que haces en
las redes sociales sobre temas religiosos. ¿En general son críticos y tienen un
tono amargo? ¿Juegas
el rol del “policía católico” más que el del “evangelizador
católico”? En las redes sociales ¿sigues a personas que son
evangelizadoras, o más bien “policías”? Una fe que no está llena de la alegría
y la paz del Espíritu Santo no atraerá a los demás a la luz de Cristo.
2. El católico democrata/conservador. ¿Te resulta difícil hablar de la fe sin
sacar a colación la política? Creo que es algo que aleja de verdad a los
jóvenes de la Iglesia (sobre todo en Estados Unidos,
donde ningún partido representa adecuadamente el punto de vista
católico). Las personas
obsesionadas con la política y que hablan de sus opositores ideológicos de
manera deshumanizada hacen un mal servicio a su propia vida espiritual y a
la de los demás. La política es importante, pero cuando
tiene la misma importancia que las preocupaciones religiosas no nos hace actuar
de modo poco caritativo, hay un desequilibrio. Una sana distancia de
la política (aunque sigas comprometido) es el signo de un
cristiano que cree y confía en un Dios potente.
3. El
católico fariseo. ¿La fe para ti es un deber y un
“hacer” más que una transformación interior? Cuando hablas de la fe,
¿hablas de cosas “exteriores” más que de conversión y de oración? Esto no es
necesariamente tóxico, pero puede serlo rápidamente. Cuando la oración y la relación no son el
centro de nuestra vida de fe, el diablo intentará que nos concentremos en las
cosas exteriores. La
concentración en estas preocupaciones externas puede volvernos rápidamente
orgullosos y críticos, lo que impide una relación significativa con
Dios e interacciones caritativas con los demás.
4. El católico “nosotros
contra ellos”. ¿Logras mantener
una conversación sobre la fe sin mencionar las palabras “liberal” o
“conservador” o una de las otras tantas etiquetas que usamos para desacreditar
a quien no consideras digno de ser católico? ¿Hablas normalmente de las
personas o de los grupos a los que consideras enemigos ideológicos? Si tu vida de fe se concentra en denigrar
a las personas que actúan mal, entonces eres tu el que actúa mal.
Si hay un espíritu de división y crítico subyacente a mucho de lo que haces o
dices en tus círculos religiosos, puedes estar seguro de que eso no viene del
Espíritu Santo. La unidad es signo de algo más grande,
de algo sobrenatural. Cuando vivimos en el espíritu de la
unidad (diciendo siempre la verdad en la caridad), esto ayuda a la gente a
creer en Dios, porque es contrario a lo que piensa el mundo (cfr.
Jn 17, 20-21).
5. El católico [pon tu la palabra]. ¿Pasas más tiempo pensando en
cuestiones sobre la fe que en tu relación con Jesús? Dios te pide que trabajes
por la justicia en muchos sectores distintos, pero no te pide que hagas de las
cuestiones de caridad, verdad o justicia, independientemente de lo
importantes que sean, el eje de tu vida. No hay
nada en lo que deberías centrarte por encima de tu relación con
Dios. Si esto es
verdad en nuestra vida se ve en cómo vivimos nuestra pasión por las cuestiones
que Dios pone en nuestro corazón y en cómo tratamos a los
demás, independientemente de quienes sean.
¿Te reconoces en algunas de estas
descripciones?
Si es así, no desesperes (¡o no mates al
mensajero!)
Detente un momento y pide ayuda a Dios en
este campo. Lleva este tema a la confesión la próxima vez que vayas al
confesionario. Pide consejo a amigos en los que confíes. Y en resumen, confía
en que Dios está actuando en ti, como en cada uno de nosotros, ayudándote a
purificar tu fe para que puedas parecerte a Él.
¡Sólo tienes que permanecer con Dios, y
Él hará la mayor parte del trabajo!
THERESA NOBLE
Fuente:
Aleteia