5º
mandamiento: El valor de la vida
Audiencia General, 10 Oct. 2018 © Vatican Media |
La
catequesis de hoy está dedicada a la Quinta Palabra: “No matarás”. El
quinto mandamiento: “No matarás”. Estamos ya en la segunda parte del
Decálogo, la que concierne a las relaciones con los demás; y este mandamiento,
con su formulación concisa y categórica, se yergue como una muralla defensiva
del valor básico en las relaciones humanas, Y ¿cuál es el valor básico en las
relaciones humanas?: El valor de la vida. [1]. Por eso, no matarás.
Se
podría decir que todo el mal del mundo se resume aquí: en el desprecio por la
vida. La vida es agredida por las guerras, por las organizaciones que explotan
al hombre, -leemos en los periódicos o vemos en los telediarios tantas cosas-
por especulaciones sobre la creación y la cultura del descarte, y por todos los
sistemas que someten la existencia humana a cálculos de oportunidad, mientras
que un escandaloso número de personas vive en un estado indigno del ser humano.
Esto es despreciar la vida, es decir, de alguna manera, matar.
Un
enfoque contradictorio permite también la supresión de la vida humana en el
seno materno en nombre de la salvaguardia de otros derechos. Pero, ¿cómo puede
ser terapéutico, civil o simplemente humano un acto que suprime la vida
inocente e indefensa en su inicio? Yo os pregunto: ¿Es justo “deshacerse” de
una vida humana para resolver un problema? ¿Es justo alquilar a un sicario para
resolver un problema? No se puede, no es justo “deshacerse” de un ser humano,
aunque sea pequeño para resolver un problema. Es como alquilar un sicario para
resolver un problema.
¿De
dónde viene todo esto? La violencia y el rechazo de la vida ¿de dónde nacen, en
fondo? Del miedo. Acoger al otro, en efecto, es un desafío al individualismo.
Pensemos, por ejemplo, en cuando se descubre que una vida naciente es
portadora de discapacidad, incluso grave. Los padres, en estos casos
dramáticos, necesitan cercanía real, solidaridad verdadera, para enfrentar la
realidad y superar los temores comprensibles. En cambio, a menudo reciben
consejos apresurados para interrumpir el embarazo, o sea es una forma de
hablar: “interrumpir el embarazo” significa “deshacerse de uno”, directamente.
Un
niño enfermo es como todos los necesitados de la tierra, como un anciano que
necesita ayuda, como tantos pobres que luchan por salir adelante: aquel,
aquella que se presenta como un problema, es en realidad un don de Dios que
puede sacarme del egocentrismo y hacerme crecer en el amor. La vida vulnerable
nos muestra el camino de salida, el camino para salvarnos de una existencia
replegada sobre sí misma y descubrir la alegría del amor. Y aquí quiero
detenerme para dar las gracias, dar las gracias a tantos voluntarios, dar las
gracias al fuerte voluntariado italiano que es el más fuerte que yo haya
conocido. Gracias.
¿Y
qué lleva al hombre a rechazar la vida? Son los ídolos de este mundo: el dinero
–mejor deshacerse de éste porque costará- el poder, el éxito. Son parámetros
equivocados para evaluar la vida. ¿Cuál es la única medida auténtica de la
vida? ¡Es el amor, el amor con el que Dios ama! El amor con que Dios ama la
vida: esta es la medida. El amor con que Dios ama cada vida humana.
De
hecho, ¿cuál es el significado positivo de la Palabra “No matarás”? Que Dios es
“un amante de la vida”, como acabamos de escuchar de la lectura de la Biblia.
El
secreto de la vida nos es revelado por cómo la trató el Hijo de Dios, que se
hizo hombre, hasta el punto de asumir, en la cruz, el rechazo, la debilidad, la
pobreza y el dolor (cf. Jn 13, 1). En cada niño enfermo, en cada anciano débil,
en cada migrante desesperado, en cada vida frágil y amenazada, Cristo nos está
buscando (cf. Mt 25, 34-46), está buscando nuestro corazón para revelarnos el
gozo del amor.
Vale
la pena acoger cada vida porque cada hombre vale la sangre de Cristo mismo (cf.
1 Ped. 1, 18-19). ¡No se puede despreciar lo que Dios ha amado tanto!
Debemos
decir a los hombres y a las mujeres del mundo: ¡No despreciéis la vida! La vida
de los demás, pero también la vuestra, porque el mandamiento también es válido
para ella: “No matarás”. Hay que decir a tantos jóvenes: ¡No despreciéis
vuestra existencia! ¡Deja de rechazar la obra de Dios! ¡Tú eres una obra de
Dios! ¡No te subestimes, no te desprecies con las dependencias que te
arruinarán y te llevarán a la muerte!
Que
nadie mida la vida según los engaños de este mundo, sino que cada uno se acepte
a sí mismo y los demás en nombre del Padre que nos ha creado. Él es “un amante
de la vida”. Es hermoso esto, “Dios es amante de la vida” y tanto nos
quiere a todos que mandó a su Hijo por nosotros. “Porque tanto amó Dios al
mundo -dice el Evangelio- que dio a su Hijo único, para que quien crea en
él no perezca sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).
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[1]
Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Istr. Donum vitae, 5: AAS 80
(1988), 76-77: “La vida humana es sagrada porque, desde su inicio, comporta la
acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el
Creador, su único fin. . Solo Dios es el Señor de la vida desde su comienzo
hasta su término: nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho
de matar directamente a un ser humano inocente”.
Fuente:
Zenit