"Había escrito en la agenda palabras para consolarnos.
Mi hermana y yo, orgullosamente ateas, ¿cómo habríamos podido superar el horror
de su muerte?"
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Cuando mi mamá murió de SLA, mi
hermana y yo encontramos su agenda.
Continuamente, con una frecuencia cada vez
mayor, estaban escritas estas líneas:
Si me amas no
llores.
Si conocieses el misterio inmenso del cielo
donde ahora vivo;
si pudieras ver y sentir
lo que yo veo y siento en estos horizontes sin fin, y
en esa luz que
todo lo traspasa y penetra,
no llorarías.
Si conocieses el misterio inmenso del cielo
donde ahora vivo;
si pudieras ver y sentir
lo que yo veo y siento en estos horizontes sin fin, y
en esa luz que
todo lo traspasa y penetra,
no llorarías.
Estoy absorbido por el encanto de Dios,
por su ilimitada belleza.
Las cosas de entonces
son tan pequeñas
y mezquinas a su lado.
Me ha quedado el afecto
por ti, una ternura
que nunca has conocido.
Nos hemos visto y amado en el tiempo:
pero todo era entonces fugaz y limitado.
Ahora vivo en la serena esperanza
y en la gozosa espera de tu llegada entre nosotros.
Tu piénsame así.
En tus batallas, oriéntate
a esta maravillosa casa
donde no existe la muerte
y donde beberemos juntos,
en el anhelo más puro y más intenso,
en la fuente inextinguible
de la alegría y del amor.
No llores, si de verdad me amas
por su ilimitada belleza.
Las cosas de entonces
son tan pequeñas
y mezquinas a su lado.
Me ha quedado el afecto
por ti, una ternura
que nunca has conocido.
Nos hemos visto y amado en el tiempo:
pero todo era entonces fugaz y limitado.
Ahora vivo en la serena esperanza
y en la gozosa espera de tu llegada entre nosotros.
Tu piénsame así.
En tus batallas, oriéntate
a esta maravillosa casa
donde no existe la muerte
y donde beberemos juntos,
en el anhelo más puro y más intenso,
en la fuente inextinguible
de la alegría y del amor.
No llores, si de verdad me amas
San Agustín.
La escritura de mi madre se volvía cada vez
más insegura, al principio copiaba todos los versos y al final sólo el primero,
escrito con una caligrafía basta y desequilibrada. Después la agenda se detuvo:
escribir era demasiado agotador, aunque consiguió hacerlo casi hasta el final,
gracias a que ya no podía hablar. Había escrito en su agenda las palabras para
consolarnos. Mi hermana y yo, orgullosamente ateas, ¿cómo habríamos podido
superar el horror de su muerte?
Estos versos
se atribuyen a san Agustín, en realidad no son propiamente suyos. Padre Perico
los “compuso” reuniendo conceptos y palabras de san Agustín.
Ahora que he
vuelto, finalmente he comprendido esos versos.
He puesto
estos versos en mis libros, quería representarlos.
Están en
todos mis libros, sobre todo en Arduin el renegado, en las últimas líneas.
Esta es el
extraordinario poder de la literatura fantástica. Finjimos hablar de elfos y
enanos, y en realidad estamos citando nuestras cosas.
Silvana de Mari
Fuente:
Aleteia