Las
campanas no llaman solamente a las personas a orar, también tienen una
relevancia espiritual que no es tan conocida
En
las ciudades más antiguas, en especial en el casco antiguo, las campanas suenan
a cada hora desde el campanario de la iglesia o catedral local. A veces es
difícil escucharlas dentro del trajín del tráfico, pero cuando visitamos una
parroquia rural las campanas pueden escucharse a kilómetros a la redonda.
Las
campanas de las iglesias nos acompañan desde el siglo V y eran de uso común en la Edad Media. Se usaban
especialmente en las comunidades monásticas para llamar a los monjes a reunirse
para orar en la capilla ya que, a lo largo del día, se encontraban en varios
lugares del monasterio. Más tarde, la costumbre se extendió cada vez más entre
iglesias parroquiales y las campanas se usaron para llamar al pueblo a
la celebración de la Eucaristía, además de para la recitación del Ángelus
durante el día.
Sin
embargo, las campanas también tienen un gran poder espiritual.
Cuando se instala una campana nueva en una iglesia, tradicionalmente es “bautizada”
o “consagrada” por el obispo o sacerdote local. Las ceremonias
antiguas imitaban la del bautismo y la ceremonia actual sigue requiriendo del
uso de agua bendita. Las campanas también reciben un nombre en
honor de un santo patrón particular, aunque muchas se nombran en honor de la
Santísima Virgen María.
El Ritual Romano contiene
una bendición muy solemne de campanas de iglesia y habla del simbolismo
espiritual y el poder sacramental que estas campanas poseen ahora.
Dios,
que decretó por medio del santo Moisés, tu siervo y legislador, que se crearan
e hicieran sonar trompetas de plata en el momento del sacrificio, para recordar
al pueblo a través de sus claros tonos que se preparen para tu adoración y se
reúnan para su celebración. Concédenos, te imploramos, que esta campana,
destinada para tu santa Iglesia, sea santificada por el Espíritu Santo a través
de nuestro humilde ministerio, de forma que cuando repique y taña, los
fieles sean invitados a la casa de Dios y la recompensa eterna.
Que
la fe y la piedad del pueblo crezcan cada vez más fuertes siempre que escuche
su melodioso repique. Que su sonido aleje a todo espíritu maligno; que se
desvanezcan trueno y rayo, granizo y tormenta; que el poder de tu mano someta a
los malignos poderes del aire, que tiemblen con el sonido de esta campana y
huyan acto seguido ante la visión de la santa cruz grabada en ella.
Que
Nuestro Señor nos conceda esto, Él que venció a la muerte en la cruz y que
ahora reina en la gloria de Dios Padre, en la unidad del Padre y del Espíritu
Santo, por los siglos de los siglos.
Atención
a cómo el sacerdote llama al poder de Dios a alejar a los “espíritus
malignos” además del “trueno (…) rayo, granizo y tormenta” a través del sonido
de estas campanas. La bendición continúa con una oración final que, de
nuevo, evoca el peso espiritual que reciben las campanas.
Oh,
Cristo, todopoderoso gobernante, como una vez calmaste la tormenta en el mar al
despertar en la barca del sueño de tu naturaleza humana, así acudas ahora con
tu benigna ayuda a las necesidades de tu pueblo, y derrames sobre esta campana
el rocío del Espíritu Santo.
Siempre
que suene, huya el enemigo del bien, que el pueblo cristiano escuche la llamada
a la fe, que aterrorice al imperio de Satán, que tu pueblo se fortalezca al ser
llamado a unirse al Señor y que el Espíritu Santo esté con los fieles igual que
se deleitaba de estar con David cuando tocaba su arpa.
Y
al igual que una vez el trueno en el aire ahuyentó una horda de enemigos,
cuando Samuel sacrificaba un cordero lactante como holocausto al Rey eterno,
así cuando el repique de esta campana resuene en las nubes traiga una legión de
ángeles que vigile la asamblea de tu Iglesia, los primeros frutos de los fieles
y aspiren a tu protección eterna en su cuerpo y espíritu.
Pedimos
esto a través de ti, Señor Jesucristo, que vives y reinas con Dios Padre, en
unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos.
¿Qué
te parece esa última línea? El sacerdote ruega que “cuando el repique de esta
campana resuene en las nubes traiga una legión de ángeles que vigile la
asamblea de tu Iglesia”. ¡Estas campanas no son en absoluto ordinarias!
Así
que, la próxima vez que escuches una campana de iglesia, recuerda el poder
espiritual que tiene y ofrece una breve oración a Dios, dándole gracias por las
muchas bendiciones en tu vida.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia