“No dirás falso testimonio” significa vivir como un
“hijo de Dios”
Audiencia General, 14 Noviembre 2018 © Vatican Media |
El 8º
mandamiento –dice el Catecismo– “prohíbe falsear la verdad en las relaciones
con el prójimo”, ha recordado el Papa Francisco, y ha asegurado que donde hay
mentira “no hay amor, no puede haber amor”.
“Una
persona habla con todo lo que es y lo que hace”, ha subrayado
el Santo Padre. “Todos nosotros estamos en comunicación siempre. Todos vivimos
comunicándonos y estamos constantemente en equilibrio entre la verdad y la falsedad”.
La audiencia
general de este miércoles, 14 de noviembre de 2018, ha tenido lugar a las 9:25
horas en la Plaza de San Pedro. El Santo Padre, continuando el ciclo de
catequesis sobre los mandamientos ha hablado hoy del octavo precepto: “No dirás
falso testimonio” (Pasaje bíblico, Evangelio de Mateo 5, 14-16).
Vivir como
hijos de Dios
No dirás falso
testimonio significa vivir como un “hijo de Dios”, que
nunca, “nunca se desmiente”, “nunca dice mentiras”; vivir como hijos de Dios,
dejando emerger en cada acto la gran verdad: que “Dios es Padre y podemos
fiarnos de Él”. “Yo me fio de Dios: esta es la gran verdad”, ha compartido el
Papa Francisco con los miles de visitantes y peregrinos congregados en la Plaza
de San Pedro.
“¿Pero qué
significa decir la verdad? ¿Significa ser sinceros? ¿O exactos?” ha
planteado el Papa. “En realidad, esto no es suficiente, porque uno puede
equivocarse sinceramente, o puede ser preciso en los detalles, pero no captar
el significado del todo”.
Un chismoso “es
un terrorista”
A veces nos
justificamos diciendo: “¡Pero yo he dicho lo que sentía!” Sí, pero has
absolutizado tu punto de vista. O: “¡He dicho solamente la verdad!” –ha
comentado Francisco–. Tal vez, pero has revelado algunos hechos personales o
confidenciales. “¡Cuántos chismes destruyen la comunión por inoportunidad o
falta de delicadeza!”
“¡Tened
cuidado!”, ha advertido. “Un chismoso o una chismosa es un terrorista porque
con su lengua tira una bomba y se va tranquilo, pero lo que esa bomba que ha
tirado destruye la fama de los demás. No lo olvidéis: chismorrear es matar”.
Tras resumir su
discurso en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los
grupos de fieles presentes procedentes de todo el mundo. La audiencia
general ha terminado con el canto del Pater Noster y la
bendición apostólica.
A continuación,
ofrecemos el texto de la catequesis ofrecida por el Santo Padre Francisco:
***
Catequesis del
Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la
catequesis de hoy abordaremos la Octava Palabra del Decálogo: “No darás
falso testimonio contra tu prójimo”.
Este
mandamiento – dice el Catecismo – “prohíbe falsear la verdad en las relaciones
con el prójimo” (No. 2464). Vivir de comunicaciones que no son auténticas es
grave porque impide las relaciones y, por lo tanto impide el amor. Donde hay
mentira no hay amor, no puede haber amor. Y cuando hablamos de comunicación
entre personas, no nos referimos solo a las palabras, sino también a los
gestos, a las actitudes, incluso a los silencios y las ausencias. Una
persona habla con todo lo que es y lo que hace. Todos nosotros
estamos en comunicación siempre. Todos vivimos comunicándonos y estamos
constantemente en equilibrio entre la verdad y la falsedad.
¿Pero qué
significa decir la verdad? ¿Significa ser sinceros? ¿O exactos? En
realidad, esto no es suficiente, porque uno puede equivocarse sinceramente, o
puede ser preciso en los detalles, pero no captar el significado del todo. A
veces nos justificamos diciendo: “¡Pero yo he dicho lo que sentía!” Sí, pero
has absolutizado tu punto de vista. O: “¡He dicho solamente la verdad!”. Tal
vez, pero has revelado algunos hechos personales o confidenciales. ¡Cuántos
chismes destruyen la comunión por inoportunidad o falta de delicadeza! Más
aun, los chismes matan, y esto lo ha dicho el apóstol Santiago en su Carta. El
chismoso, la chismosa son gente que mata: mata a los demás, porque la lengua
mata como un cuchillo. ¡Tened cuidado! Un chismoso o una chismosa es un
terrorista porque con su lengua tira una bomba y se va tranquilo, pero lo que
esa bomba que ha tirado destruye la fama de los demás. No lo olvidéis:
chismorrear es matar.
Pero entonces,
¿Qué es la verdad? Esta es la pregunta de Pilatos, precisamente cuando Jesús,
delante de él, cumplía el octavo mandamiento (cf. Jn 18,38). De hecho, las
palabras “No darás falso testimonio contra tu prójimo” pertenecen al lenguaje
jurídico. Los evangelios culminan en el relato de la Pasión, Muerte y Resurrección
de Jesús; y esta es la historia de un proceso, de la ejecución de la sentencia
y de una consecuencia inaudita.
Interrogado por
Pilatos Jesús dice: “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo
para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37). Y este “testimonio”
Jesús lo da con su pasión y su muerte. El evangelista Marcos narra que “Al ver
el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo:
¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!” (15.39). Sí, porque era
coherente, fue coherente: con su forma de morir, Jesús manifiesta al Padre, su
amor misericordioso y fiel.
La verdad
encuentra su plena realización en la misma persona de Jesús (cf. Jn 14, 6), en
su forma de vivir y morir, fruto de su relación con el Padre. Esta existencia de
hijos de Dios, Él, resucitado, nos la otorga también a nosotros enviando al
Espíritu Santo, que es Espíritu de verdad, que da testimonio a nuestros
corazones de que Dios es nuestro Padre (cf. Rom. 8:16).
En cada una de
sus acciones, el hombre, las personas afirman o niegan esta verdad. Desde las
pequeñas situaciones cotidianas hasta las decisiones más exigentes. Pero es
siempre la misma lógica: la que los padres y los abuelos nos enseñan cuando nos
dicen que no digamos mentiras.
Preguntémonos:
¿qué verdad atestiguan las obras de nosotros, los cristianos, nuestras palabras
y nuestras decisiones? Cada uno puede preguntarse: ¿Yo soy un testigo de la
verdad o soy más o menos un mentiroso disfrazado de verdadero? Que
se lo pregunte cada uno. Los cristianos no somos hombres y mujeres excepcionales.
Somos, sin embargo, hijos del Padre celestial, que es bueno y no nos
decepciona, y pone en sus corazones el amor por sus hermanos. Esta verdad no se
dice tanto con los discursos, es una forma de existir, un modo de vivir, y se
ve en cada acto (cf. St.2:18). Este hombre es un hombre verdadero,
esta mujer es una mujer verdadera: se nota. Pero ¿por qué, si no
abre la boca? Pero se comporta como verdadero, como verdadera. Dice
la verdad, actúa con la verdad. Una hermosa manera de vivir para nosotros.
La verdad es la
maravillosa revelación de Dios, de su rostro de Padre, es su amor ilimitado.
Esta verdad corresponde a la razón humana, pero la supera infinitamente, porque
es un don que ha descendido a la tierra y se ha encarnado en Cristo crucificado
y resucitado; se hace visible gracias a aquellos que le pertenecen y
muestran sus mismas actitudes.
No dirás falso
testimonio significa vivir como un hijo de Dios, que nunca,
nunca se desmiente, nunca dice mentiras; vivir como hijos de Dios, dejando
emerger en cada acto la gran verdad: que Dios es Padre y podemos fiarnos de Él.
Yo me fio de Dios: esta es la gran verdad. De nuestra confianza en Dios, que es
Padre y me ama, nos ama nace mi verdad y el ser veraz y no
mentiroso.
Rosa
Die Alcolea
Fuente: Zenit