Era un modelo de ceguera
anticlerical y nadie podía siquiera imaginar que Dios permitía aquello para que
también los lectores de Portaluz conozcan hoy la belleza salvífica del amor
Juan
José Martínez fue el primer niño en la escuela de Carboneras, Almería (España),
que nunca cursó la asignatura de Religión. Cuando llegó a 8º de EGB ya había
convencido a toda su clase para que la dejaran y eligieran la alternativa a
Religión que era Ética.
Juan José narra a revista Misión haber estado por entonces
seguro de que la Iglesia era “una secta, una especie de gran multinacional con
sucursales en cada barrio que solo buscaba poder recaudar el dinero de los
feligreses”, que eran “gente débil que creía en cualquier cosa”.
Sus padres no eran creyentes, pero, según afirma, nunca le educaron en la
intolerancia. “No sé de dónde saqué todas esas ideas”, asegura. Ideas que, con
13 años, le llevaban los domingos a asomarse al balcón para escupir a sus compañeros
que iban a Misa.
A pesar de su anticlericalismo radical, unos amigos del instituto decidieron
invitarle a un grupo de oración en la parroquia. Juan José había pisado una
iglesia en dos ocasiones: el día de su bautizo y el de su Primera Comunión, que
había hecho por la presión de sus abuelos. “Por supuesto, rechacé la
invitación, pero insistieron durante más de un mes”, y finalmente accedió a ir…
pero solo para poder reírse de ellos, confidencia.
Era un grupo de oración de la Renovación Carismática, y en él Juan José
encontró a muchos compañeros de instituto que cantaban y rezaban, mirando “una
caja dorada que había al fondo de la iglesia. Imaginé que era donde el
sacerdote guardaba el dinero”, explica. Era el Sagrario.
Testimonios que mueven a la conversión
A la semana siguiente, Juan José volvió al grupo para volver a sus burlas
porque, “sinceramente, pensaba que estaban locos”. Sin embargo, lo que hizo
tambalear sus prejuicios fue la actitud del párroco: un hombre sensato que
ayudaba y acompañaba a la gente. “Bautizaba, casaba, enterraba… No veía que
tuviera la actitud de un líder de secta”, recuerda.
Con 15 años, su gusto por la música hizo que aceptase una nueva invitación,
esta vez a cantar en el coro parroquial, lo que suponía asistir a Misa los
domingos. “En esos años en el coro, no sabía por qué, pero me encantaba estar
ante el Sagrario”, dice. Y el amor de Dios fue calándole. Aquel grupo le ayudó
a entender que Dios no era un mito para débiles o tontos, “sino que existía, me
apoyaba, me guiaba. Y quería algo de mí”.
Rendido por el Amor
Recién cumplidos los 17, Juan José intuyó que Jesús le llamaba al sacerdocio, y
durante un tiempo dejó de rezar para no escuchar al Señor. Hasta que el día de
su confirmación decidió rendirse: “Le dije al Señor: «Soy tuyo para lo que
necesites»”.
Al decir en casa que quería ser sacerdote, su padre respondió con un “por
encima de mi cadáver”, y ofreció pagarle la universidad en Estados Unidos. “Por
dentro, yo rezaba la oración de santa Teresa: ‘Nada te turbe, nada te espante.
Solo Dios basta’. Cuando terminó le di un beso, le dije que sabía que
reaccionaría así, y que estaba convencido de que algún día lo entendería”,
recuerda ahora.
Al día siguiente acudió a la parroquia, y encontró al párroco pálido: su padre
había amenazado con denunciarle si se acercaba a Juan José.
La omnipotencia salvadora en Dios
Aquella presión hizo que inicialmente no entrase en el seminario y cursara la
carrera de Magisterio. Cada día rezaba para que el Señor ablandara el corazón
de su padre, porque “él iba a por todas, pero Dios es más fuerte”.
Un día, sin preaviso, su madre le dijo “que habían estado hablando y mi padre
había accedido a que entrase al seminario. Comencé a llorar, fui corriendo a la
parroquia y recuerdo el gran abrazo con el que el sacerdote me dijo:
«Bienvenido»”.
En el año 2000 entró en el seminario de Almería, y se ordenó en 2006. “Mi padre
nunca deseó que fuera sacerdote, ¡él era anticlerical! Pero la felicidad de su
hijo estaba por encima de su ideología”, dice. El padre de Juan José murió hace
pocos años y, antes de morir, “pudo recibir la extremaunción, porque se la di
yo mismo”, concluye.
Fuente: Portaluz