El amor conyugal debe estar enraizado en valores y virtudes
sólidas
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“¡Felicidades! Si mal no recuerdo por estas
fechas cumples un año de casada”.
“No, no
funcionó”, me responde. “Ya terminó…”
Yo ya no supe qué contestar a esta conocida
que por mensaje me había atrevido a felicitar. Pero, sin embargo, sí me dio
mucho que pensar.
Un matrimonio
no funciona solo, los dos lo hacemos funcionar, remamos hacia la misma
dirección. Son dos voluntades unidas con un proyecto en común sobre bases
firmes.
Existen
valores permanentes que sirven de base sobre las cuales edificar nuestra unión:
son las virtudes -hábitos operativos buenos- que nos ayudan a construir un
matrimonio sólido.
Vivir una
vida virtuosa matrimonial y feliz -nada aburrida- es totalmente alcanzable. Sin
embargo, requiere de mucho esfuerzo, dedicación, constancia. Hay que trabajar
ascéticamente para hacerlos un estilo de vida, tanto de forma personal como en
pareja. Hay que ayudarnos el uno al otro a ser mejores. A ambos nos conviene
perfeccionarnos. Si yo soy mejor persona, mejor será mi amor y mejor cónyuge
seré.
La virtud más
grande y valiosa por cultivar en el matrimonio es el amor. Y no solo vivido
como un sentimiento natural, sino como una virtud sobrenatural -Caridad-. Esta
a lo que nos ayuda es a elevar el amor humano al plano de Aquel que creó el
amor: Dios.
Si dejamos al
amor solo en el plano sentimental y nos olvidamos de que es trascendental este
no alcanza para sacar adelante el matrimonio y con la primera crisis querremos
tirar la toalla.
Amabilidad
Tratarnos con cortesía y gentileza. No
basta con que yo ame, sino que he de trabajar para hacer más fácil al otro que
me ame.
- Por ejemplo, recibir a tu cónyuge en la puerta con una sonrisa cuando regrese del trabajo, aunque te sientas agotado. Hazle sentir importante y bienvenido (a). ¡Qué no le dé más gusto al perro cuando llegue que a ti!
Humildad y perdón
“Sin humildad no hay virtud que lo sea”
(Cervantes). La soberbia y el orgullo son el cáncer de los matrimonios. La
falta de humildad mata el amor porque la persona soberbia solo se piensa en sí
misma.
- Por ejemplo, la siguiente vez que tengan una fricción sé tú el primero en pedir perdón, aunque creas que tienes la razón.
Generosidad y servicio
mutuo
No pongan una cinta métrica en su
matrimonio. No piensen, “yo te doy si tú me das o te doy a cambio de… o esto es
tuyo y esto es mío”. El egoísmo no puede tener cabida. El matrimonio se trata
de olvidarse de uno mismo y servir al otro. Al entregarnos incondicionalmente
lo que recibimos a cambio es amor y gozo sin medida. Salgamos de esa falacia de
que hay que buscarnos primero a nosotros mismos para encontrar la felicidad y
luego poderla dar. Nos metemos tanto en buscarnos que acabamos más perdidos.
No. La felicidad está en esa entrega sin condiciones y amorosa al otro.
Aquí también
entra el vivir el desprendimiento. Hay que
poner el corazón en todo eso que tiene valor y no precio. No conviene estar
aferrados a nada material. Los matrimonios más felices son los que hacen vida
“el pan nuestro de cada día” y trabajan por tener una vida digna. Eso no
significa una llena de lujos y riquezas, sino con lo suficiente para cubrir lo
realmente necesario.
- Por ejemplo, preguntar a tu cónyuge, ¿qué puedo hacer hoy para servirte y hacerte feliz? Y hazlo, sé generoso, aunque eso signifique salir de tu zona de confort.
Veracidad y sinceridad
Estas virtudes nos permiten mostrarnos tal
cual somos. La mentira endurece el corazón y daña la relación. Pero para que no
haya mentiras también hay que estar dispuestos a que siempre se nos hable con
la verdad.
- Por ejemplo, cuando descubres en tu cónyuge algo que te molesta no te lo calles y házselo saber, pero con caridad, en privado, con finura, delicadeza y respeto. Si no se lo dices estarías faltando a la lealtad.
La vida matrimonial exitosa es una mezcla
de estas virtudes más otras tantas como la confianza, la compasión, la
comprensión, la sencillez, la cortesía, la vida de piedad, etc.
Vivirlas
convive. Es más, no existe la felicidad plena sin una vida de virtudes.
Luz
Ivonne Ream
Fuente:
Aleteia






