Palabras del Papa antes
del Ángelus
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| Ángelus 16 Dic. ©Vatican Media |
En
este tercer domingo de Adviento antes del Ángelus, desde la ventana del
despacho que da a la Plaza san Pedro y ante unas 25.000 personas, el papa nos
invita a preguntarnos que podemos hacer nosotros para participar en la alegría
del Adviento.
Palabras del Papa
Francisco antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En
este tercer domingo de Adviento la liturgia nos invita a la alegría. Con estas
palabras, el profeta Sofonías se dirige a la pequeña porción del pueblo de
Israel: “¡Alégrate, hija de Sión, clama de alegría, Israel, regocíjate y
proclama con todo tu corazón, hija de Jerusalén!” (3:14) gritar de alegría,
exultar, alegrarse.
Los
habitantes de la ciudad santa están llamados a regocijarse porque el Señor ha
revocado su condena (véase el versículo 15). ¡Dios ha perdonado, no quiso
castigar! En consecuencia, para la gente ya no hay una razón para la tristeza
ni de desaliento, sino que todo conduce a una gratitud gozosa a Dios, que
siempre quiere redimir y salvar a los que ama. Y el amor del Señor por su
pueblo es incesante, comparable a la ternura del padre por los hijos, del novio
por la novia, como dice Sofonías: “Se alegra y goza contigo, te renueva con su
amor, exulta y se alegra contigo con gritos de alegría “(v. 17).
Como
se llama hoy el domingo de la alegría, tercer domingo de adviento antes de
Navidad. Este llamado del profeta es especialmente apropiado en el momento en
que nos preparamos para la Navidad, porque se aplica a Jesús, Emmanuel, Dios
con nosotros: su presencia es la fuente de alegría. De hecho, Sofonías
proclama: “El rey de Israel el Señor esta en medio de ti”; y un poco más tarde,
repite: “El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador poderoso”
(versículos 15.17).
Este
mensaje encuentra su pleno significado en el momento de la Anunciación a María,
narrado por el evangelista Lucas. Las palabras dirigidas por el ángel Gabriel a
la Virgen, son como un eco de las del profeta: “Alégrate, llena de gracia, el
Señor está contigo” (Lc 1, 28). Alégrate le dice a la Virgen en una aldea
remota de Galilea, en el corazón de una joven desconocida para el mundo, Dios
enciende la chispa de felicidad para todo el mundo. Y hoy, la misma
proclamación está dirigida a la Iglesia, llamada a acoger el Evangelio para que
se convierta en carne, en una vida concreta y dice a la Iglesia, a todos
nosotros: “Alégrate, pequeña comunidad cristiana, pobre y humilde pero hermosa
a mis ojos porque deseas ardientemente mi Reino, tienes hambre y sed de
justicia, pacientemente teje la paz, no persigas a los poderosos de turno sino
mantente fielmente cerca de los pobres.
Y
entonces no tendrás miedo de nada, sino que tu corazón está en alegría”. Ante
la presencia del Señor, nuestro corazón, está siempre en la alegría. La Paz es
la alegría más pequeña. Hoy, también, san Pablo nos exhorta a no preocuparnos
por nada, pero en todas las circunstancias a hacer presente a Dios nuestras
peticiones, nuestras necesidades, nuestras preocupaciones “con oraciones y
peticiones” (Fil 4,6). Con la conciencia de que en las dificultades siempre
podemos recurrir al Señor y que Él nunca rechaza nuestras invocaciones, es una
gran razón para la alegría.
Ninguna
preocupación, ningún temor podrá quitarnos jamás la serenidad que proviene no
de cosas humanas, de consuelos humanos, no, no, la serenidad que viene de Dios
de saber que Dios guía amorosamente nuestra vida siempre, también en medio de
los problemas y sufrimientos, esta certeza nutre la esperanza y el coraje. Pero
para recibir la invitación del Señor a la alegría, necesitamos ser personas
dispuestas a cuestionarnos a nosotros mismos. Pero, ¿Qué significa esto? Al
igual que aquellos que, después de haber escuchado la predicación de Juan el
Bautista, pregúntale: Tu predicas así pero nosotros “¿Qué debemos hacer?” “¿Qué
debo hacer?” (Lc 3, 10). Esta pregunta es el primer paso en la conversión que
estamos invitados a tomar en este tiempo de Adviento. Cada uno de nosotros se
pregunte: ¿Qué puedo hacer?, algo pequeño. ¿Qué puedo hacer, que debo hacer?
Que la Virgen María nos ayude a abrir nuestros corazones al Dios que viene,
para que El inunde toda nuestra vida con alegría.
Fuente:
Zenit






