El proyecto San José para hombres, organizado por la Delegación de Familia de Toledo, da formación a los hombres católicos para que puedan vivir a tope la vocación y la misión que Dios les ha confiado
En su último encuentro presencial, el sacerdote Santiago Arellano les
habló sobre cómo ser un san José en el siglo XXI.
«Hombre justo y santo,
carpintero honrado, esposo enamorado, padre entregado, protector de la Sagrada
Familia… Contemplando a san José vemos las distintas virtudes de un hombre
según lo ha pensado Dios, con virtudes como humildad, caridad, obediencia, vida
interior, laboriosidad, fortaleza…», dijo el sacerdote Santiago Arellano a los
hombres que participan de la formación del proyecto San José, de Toledo.
«Hoy, como entonces, buscan
al niño para matarlo. Están buscando al padre para matarlo, al hombre, al
esposo…, en esta dictadura de género que está impregnando nuestra sociedad. Por
eso es bueno juntarnos los hombres para comprender nuestra identidad y llamada
hoy en día.
Estamos en una batalla
brutal, pero hay una llamada muy fuerte de Dios a ser hombres según Él quiere,
hombres según san José, hombres que aman a sus mujeres hasta el final, hombres
entregados a sus hijos», dijo Arellano, que ilustró esta visión con dos
ejemplos de su propia experiencia: «Cuando era voluntario de la cárcel de
Ocaña, un preso se cabreó muchísimo cuando le dije: “Dios es tu Padre”, porque
su padre era un alcohólico que maltrataba a su madre, a sus hermanos y a él
mismo».
Y también «recuerdo un
grupo de chavalas de 17 años a las que les hablaba del amor
para siempre, y cuando les hablaba de hombres que aman así me decían: “Santi,
¿de qué película te has escapado? Esos ya no existen”. La mitad de sus chicas
tenía a su padre ausente por rupturas, por divorcios…»
«No huyas de tu Nazaret»
Por eso, «qué importante es
que haya Josés en nuestra sociedad», subrayó, para después
comentar seis palabras de Dios dirigidas a san José en el Evangelio, las
siguientes seis claves para los hombres católicos de hoy:
«No temas»: No
tengas miedo. Una de las armas del mal es meterte miedo, miedo a que te llamen
retrógrado. Hay un gigante tremendo que quiere aplastarnos. No podemos ir
armados con nuestro poder, o nuestra sabiduría o nuestras cualidades. Tenemos
que ir en nombre del Señor, con confianza en Él, en su misericordia, en su
promesa de que vencerá.
Hoy se quiere enfrentar al
hombre con la mujer, y desde ahí destruir la imagen del amor de Dios. Pero
estamos en manos de Dios, no tengamos miedo. Él lleva la historia, y esto lo
vemos en san José, que confía su historia en las manos de Dios, sin ningún
miedo.
«… recibir…»: Conozco
un matrimonio, José Luis y Magüi, los creadores del Proyecto Amor Conyugal, que
un día me dijeron: «¿Sabes por qué a los hombres nos cuesta más la vida
espiritual que a las mujeres?». Y me respondieron que tiene que ver con la
Teología del Cuerpo de Juan Pablo II: en el acto conyugal, el hombre sale de sí
y se dona a la mujer, y la mujer es la que recibe y acoge el don. El modo de
darse en el varón es darse, y en la mujer es recibir. Pero resulta que la clave
de la vida espiritual es recibir el Espíritu Santo. Dios quiere que nos dejemos
hacer. Más importante que hacer es dejarse hacer, más importante que amar a
Dios es dejarse amar por Él. En la vida de fe, nosotros los hombres tenemos que
ser esposa de Jesucristo, dejar que Él nos regale el don de su
Espíritu Santo. Eso nos cuesta a los hombres, por eso tenemos que dejarnos
hacer, tenemos que acoger.
La vida de fe no es un
voluntarismo, es acoger el don. Y esto es tarea del varón: dejar que Dios sea
bueno con nosotros, y que esto haga emerger una profunda vida interior.
Necesitemos hombres que se arrodillen, hombres que lloren por su fe, y que lo
vean sus hijos, porque eso les marca. Esto no es voluntarismo, es estar
agradecido por el don que recibimos, dejar que Dios nos llene de su amor, un
amor que luego se devuelve amando.
«…a tu esposa»: Ella la
concreción del don de Dios para ti. A san José le pareció imposible: ¿Cómo
yo voy a acoger en mi casa al Arca de la Alianza? Tu mujer o tus
hijos, que a veces te pueden parecer gremlins [risas]. Pero
son tu concreción, tu vida, lo que ha pensado Dios para ti. Qué importante es
ver a san José cuidando de un niño que no es su niño, como vuestros hijos no
son vuestros, son hijos de Dios. Qué importante es ver a san José amando a su
esposa sin egoísmo, sin buscar su interés, con ternura, sin querer poseerla.
«Tú le pondrás el nombre»:
San José no sabe muy bien cuál es su papel, como hoy en
día el hombre no sabe muy bien cuál es su papel, en medio de esta dictadura del
género. Hace poco un hombre cedió el paso a una mujer, y esta le llamó machista.
El hombre no sabe qué hacer, porque la mujer ya no está en la línea de recibir.
Poner el nombre es poner la
palabra. Sé un hombre de palabra en medio de esta emergencia educativa. El
hombre pone nombre a las cosas. No es un calzonazos, y por eso no puede
escabullirse escondiéndose en el trabajo, echándole horas para no pasar por
casa.
«Levántate, toma al niño y
a su madre y huye a Egipto, porque buscan al niño para matarle»: Tenemos
que coger al niño y a la madre, tenemos que ser para ellos el amor de Dios que
se dona como Cristo en la cruz. Vivimos en una emergencia afectiva, hay mucha
gente herida. Nuestro mundo ha quitado a Dios y elimina el fundamento de la vida
de una persona: «yo soy fruto del amor de Dios». Hay muchas personas con
heridas afectivas por no haber tenido padre. La palabra del padre te configura,
aunque te diga la verdad y te lleve la contraria. Qué importante tener un padre
que te diga que Dios te ama.
Hay una herida de
pansexualismo, tantas personas utilizadas, esclavas de la pornografía, con
tanta tristeza en el alma…, y todo eso tolerado y aplaudido por nuestra
sociedad. Por eso es tan importante el testimonio de un matrimonio que va por
la calle de la mano. Un sacerdote, para predicar hoy en día, necesita el
crucifijo en una mano y un matrimonio en la otra. Necesitamos los dos modelos
de amor.
«Vete a Nazaret»: ¿Qué
es Nazaret? Es el lugar del martirio al que irá José, donde uno muere y no sale
en los periódicos. Es cuando uno tiene mucho trabajo en la oficina pero decide
cortar porque tiene que volver a casa a jugar con sus hijos: Yo ahora
tengo que ir con mi esposa, tengo que ir a rezar, tengo que ir con mi familia. Qué
bonita es la fidelidad del día a día de san José, el martirio del día a día, de
enseñar a los hijos, cuando tú estás agotado.
No huyas de tu Nazaret
particular, de tu vida escondida y ofrecida, que parece que te quitan la vida
tu mujer y tus hijos en casa. Y cuando parezca que vas a estallar, haz como
Dios: que toda la ira contenida por los pecados de los hombres la entregó en el
abrazo de la Cruz, volcado de ternura: Nadie me quita la vida, yo la
doy voluntariamente. Y coges y les das un abrazo y un beso, con amor y con
alegría. Eso es Nazaret, esa es la ofrenda de tu vida.
Juan Luis Vázquez
Díaz-Mayordomo
Fuente: Alfa y Omega