6.12.18

DIOS LO CAMBIA TODO, ESPÉRALE

En Él la eternidad cobra su peso. Miro mi dolor en una perspectiva más amplia. Dejo mi vida plana para anhelar un cielo eterno lleno de sentido...

Anne Marthe Widvey-(CC BY-NC 2.0)
Viene Jesús. Ya llega. Por eso el corazón se llena de ánimo y alegría: “Cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación”.

La vela no sólo es estar. Es un aguardar la venida de Jesús que llega para darle sentido a mis días y liberarme.

Lynch afirma: “La firmeza en el desear y el actuar, por una parte, y la capacidad de esperar, por otra, constituyen una posible definición de la madurez psicológica[1].

El Adviento está unido al deseo de cambio. Quiero vivir con más verdad, con más hondura, con más plenitud.

Una persona me decía: “Creo que, si tuviera a Dios en mi vida, sería más feliz”. Es cierto. La presencia de Dios en mi corazón llena de sentido mis pasos.

¿Para qué vivo? ¿Qué sentido tiene el sufrimiento? ¿Qué hay después de esta vida mortal llena de espera, cuando se rasga el velo? ¿Qué aguardo en el fondo de mi alma? Son preguntas que en Dios tienen una luz distinta.

En Él la eternidad cobra su peso. Miro mi dolor en una perspectiva más amplia. Dejo mi vida plana para anhelar un cielo eterno lleno de sentido.

Aprender a esperar me lleva toda una vida. Espero cambiar. Espero dejar de lado la tristeza y la nostalgia. Espero que desaparezca el rencor que me llena de rabia. Espero que mi amor sea más pleno, más generoso, más sencillo y alegre.
Parece imposible todo lo que espero. Aguardo a la puerta de mi alma. Jesús va a pasar, va a venir. Me lo dicen. Lo escucho.

Canto para que Jesús venga hasta mí y llene de sentido mis sinsentidos y angustias. Es lo que aguardo con impaciencia. Que cambie mi alma por dentro con su venida. Su presencia todo lo cambia.

[1] Giovanni Cucci SJ, La fuerza que nace de la debilidad

Carlos Padilla Esteban

Fuente: Aleteia

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