¿Cómo decir la verdad y al mismo tiempo
tranquilizarle? Santa Teresa del Niño Jesús nos ofrece un buen punto de partida
para la respuesta
![]() |
Samuel Zeller I Unsplash |
A veces,
después del fallecimiento de una persona cercana, los niños, incluso los muy
pequeños, plantean preguntas sobre la muerte y, en particular, sobre su propia
muerte. Quieren saber si van a morir también. Y cuando conseguimos, con ayuda
de algunas piruetas y suaves eufemismos, explicarle la verdad al pequeño en
cuestión, nos sigue preguntando: “Pero ¿cuándo?, ¿en cuántas noches?”.
En ese momento, tenemos en cuenta su edad
y, por fin, renunciamos a hacerle partícipe de las últimas estadísticas sobre la
esperanza de vida y elegimos entonces entre lo fácil y tranquilizador: “¡Dentro
de muchísimo tiempo, cariño!”, o la abrupta realidad: “¡Eso solo lo sabe
Dios!”.
No ocultar la verdad
Los psicólogos coinciden en un punto: es
importante no ocultar la verdad a los niños. Si el niño o la
niña plantea esta pregunta, es porquequiere entender. De ahí
la necesidad de dedicar tiempo a escucharle y a ser francos en nuestras
respuestas. Un niño estará menos inquieto si escucha la verdad
que si lo dejamos en la ignorancia.
La lección de Teresita
Los cristianos tienen la suerte de poder
ofrecer una respuesta llena de esperanza a la pregunta de la muerte. La
muerte es la puerta de entrada a la vida eterna.
Con esta fe dio testimonio santa
Teresa de Lisieux cuando escribió al abad Maurice Bellière en junio de 1897
(ella murió el 30 de septiembre de ese mismo año):
“Desearía decirle, querido pequeño hermano,
mil cosas que solo ahora, que estoy a las puertas de la Eternidad, entiendo. Pero
yo no muero, entro en la vida”.
Una intuición que ya tenía desde
muy pequeña, cuando deseaba la muerte a sus padres en sus arrebatos de ternura.
Teresa citaba una carta de su madre, Celia Martín: “Los niños son pícaros sin
igual, [Teresita] acaba de acariciarme deseándome la muerte: ‘¡Oh, cuánto me
gustaría que murieras, mi pobrecita madre!’. Recibe una regañina y me dice:
‘Pero es para que vayas al Cielo, porque dijiste que hay que morir para ir
allí’. ¡Desea incluso la muerte a su padre cuando se siente rebosante de
amor!”.
Teresa aprendió, desde la más
tierna infancia, que la verdadera patria es el Cielo. Por
ello, nunca demostró miedo ante la idea de la muerte. Intentemos,
como padres, inculcar un poco de esta confianza y de este abandono a las almas
atormentadas de nuestros hijos.
Hozana
Fuente:
Aleteia