Haz magia con lo que Dios te da
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Hilde Skjølberg-cc |
Siempre hay un camino distinto posible. Una
nueva ruta. Una manera original de hacer las cosas. Siempre se puede cambiar lo
que llevamos haciendo durante años. Y no pasa nada.
Es posible volver a empezar. Recorrer rutas
nuevas. Romper moldes.
Descubrir parajes desconocidos hasta ese momento.
Los reyes
magos después de adorar a Jesús, volvieron por otro camino. Necesitaron un
sueño para entenderlo. Que Dios les dijera claramente lo que tienen que hacer.
Descubrieron una nueva ruta.
Se aventuran
por un camino nuevo. Salen de su comodidad para adorar a Dios hecho niño y
regresan a su casa recorriendo una nueva ruta.
Cambian, comienzan de cero. Después de adorar a Dios y alabarlo por
lo bueno que hay en sus vidas, necesitan ir por otro camino.
Mi encuentro personal con Dios me lleva a hacer las cosas de otra manera. Quisiera
aprender a ir al encuentro de los más necesitados. Buscar un nuevo camino. Una
nueva forma.
Comenta el
padre Arturo Sosa, superior general de la Compañía de Jesús: “La Navidad es para cada uno de nosotros
una llamada a la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo.
Hay muchos obstáculos, pero podemos vivir en la fe y en la esperanza,
recordando que el Niño de Belén también llegó a un mundo de pecado, de
explotación, de opresión. Parecía pequeño y débil. Sin embargo, su vida fue una
fuente de salvación y su mensaje ha sobrevivido a través de los siglos”.
Yo puedo cambiar las cosas a mi alrededor.
Si hago algo nuevo, algo cambia.
Si no hago nada nuevo, todo sigue igual.
Si no
comienzo a vivir de forma diferente, si mi amor no adopta nuevas maneras, si no
actúo de otra manera, nada cambia, no pasa nada.
Si me muevo,
comienzo a recorrer nuevos caminos. Parece sencillo, pero por lo
general rehúyo el cambio. Me cuestan las cosas diferentes.
Comentaba el
pade José Kentenich: “No nos da descanso el anhelo del
paraíso perdido, vale decir, el anhelo de una transformación, transfiguración y
divinización plenas de nuestro ser, de toda la sociedad humana y del mundo”[1].
No me da
tregua el deseo de que el mundo se encuentre con Dios. La pasión por entregar
lo que he recibido mueve mi alma. Es el deseo de que cada hombre viva la
plenitud.
No quiere Dios que todos cumplan las normas
y sean perfectos. Quiere que sus vidas sean plenas y tengan sentido. Es lo mismo que yo quiero.
El otro camino comienza conmigo mismo, en realidad. Soy yo el que necesita
cambiar para que mi vida sea plena y verdadera.
Yo tengo que cambiar, para que otros
cambien. Es el mayor
regalo que recibo en la Epifanía del amor de Dios.
El Dios hecho
niño que quiere que mi vida tenga sentido llega a mi corazón para cambiarlo. Llega
a mis rutinas para que aprenda a hacer las cosas de forma diferente.
Me gusta la
mirada nueva que me da Dios. Y sólo cuando cambio, cuando aprendo una nueva
forma de hacer las cosas, es cuando puedo ayudar a otros a recorrer su camino
de salvación.
Jesús me
enseña una nueva forma para que yo mueva otros corazones con mi entrega. Recibo
ese gran regalo y todo adquiere una nueva tonalidad. Mis errores tienen menos
peso.
Y el deseo de
llevar esperanza y alegría a otros es un deseo más hondo, más verdadero. Puedo
convertirme en rey mago. Puedo hacerlo.
Pero no como
cuando era pequeño. No como ese rey que viene a hurtadillas por la noche para
llenar mi vida de sorpresas. Es más bien otro tipo de realeza y otro
tipo de magia.
Dios puede
hacerlo todo nuevo en mí. Me llena de misterios. Me cubre con su manto. Me
convierte a mí en mago.
Puedo hacer
magia con su don. Me hace de nuevo para poder hacerse carne en mí. En mi
ternura, en mi alegría, en mi esperanza.
Dios hace las
cosas nuevas. Yo, rey mago, sabio con su sabiduría, puedo
llenar la vida de los otros de alegría plena.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia