Saber cómo funciona la tentación seguro nos ayudará a que la próxima vez no nos tome desprevenidos y podamos hacer algo antes de que ya estemos en el pecado
Somos hijos de
Dios que día a día buscamos ser mejores personas, mejores amigos, mejores
hijos, mejores padres, mejores trabajadores etc… Sin embargo, en nuestra
naturaleza humana existe algo denominado, concupiscencia, sí es difícil de
pronunciar pero no de entender. Aunque tiene su sentido católico, la
concupiscencia según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española
es el deseo de bienes terrenos o el apetito desordenado de placeres deshonestos.
Esto nos haría creer que únicamente se refiere a
deseos que tienen que ver con el cuerpo. Si lo entendemos en un sentido
etimológico es correcto, pero como católicos creemos que es la inclinación de
nuestros ojos, cuerpo y espíritu a deseos que si nos dejamos convencer se terminan por convertir en pecado.
“No
améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del
Padre no está en él.”
I Juan, 2, 16
I Juan, 2, 16
Con esta cita Juan nos explica que en conclusión se
trata de la natural atracción que sentimos hacia acciones que terminan por
hacernos daño y que comúnmente conocemos como pecado. Se estarán preguntando ¿A
qué viene todo esto? Bueno, a dos puntos importantes: el primero, sabernos
naturalmente atraídos por el pecado y segundo, conocernos cada vez mejor para
saber manejar estos deseos tratando de evitar que finalicen en pecado.
Entonces si ya entendimos que por naturaleza el
pecado nos atrae constantemente, ¿Cómo hacerle para combatir esta atracción?
Eso es exactamente lo que vamos a descubrir. Antes del pecado está la
tentación, para empezar hay que saber que la tentación no es pecado, sólo es el
preámbulo a este y se puede atacar. De hecho la tentación la podríamos
considerar como una alerta a lo que verdaderamente nos lleva alejarnos de Dios.
Pero la tentación viene por
parte del mal, por más que la podamos considerar una alerta no significa que
sea buena puesto que a través de ella el mal nos busca convencer de terminar
por cometer un pecado. Marcela Palos, conferencista internacional, experta en temas
de sexualidad, de defensa de la vida y colaboradora de Catoliscopio con su
programa Latte Dos, platicó que la tentación tiene tres fases:
La opción
pecaminosa
La primera es la
presentación de la opción pecaminosa. En ese momento empieza a jugar con
nuestra mente para que eso que estamos a punto de cometer parezca atractivo,
que nos llame la atención por lo que nos va a hacer sentir. Lo plantea como si
fuera un banquete que debemos experimentar por obligación invitándonos a olvidar
que el único banquete que hay es el cuerpo de Cristo.
En esta parte es
fundamental ponerle un alto, como quien dice estamos a tiempo de recapacitar.
Debemos estar conscientes de cuando estamos viviendo este momento para
distraernos haciendo algo productivo. Si por ejemplo, estás a punto de empezar
a ponerte ebrio cuando estás tomando con tus amigos o amigas, levántate a jugar
un juego de mesa o físico, algo que te distraiga de estar pensando en cometer
eso que el diablo te está proponiendo.
Confundir
tu mente
“Que tanto es tantito”,
“Soy chavo es parte de la juventud”, “Todos lo hacen”, son algunas frases que
suelen rondar por tu mente cuando te encuentras en estos momentos difíciles, de
hecho hay una frase que es sumamente peligrosa: “Después me confieso”, claro
que en nuestra plena conciencia sabemos que estaríamos cometiendo un grave
error al pensar que Dios va a estar ahí sin importar lo que hagamos. Y sí está,
pero eso no nos da derecho de jugar con su misericordia, Dios nos ama y nos da
un valor único, por ello estamos obligados a darle también su lugar a nuestro
Padre.
Quizás en este punto nos
olvidamos de todo lo que Dios ha hecho por nosotros, nos empezamos a convencer
que no pasara nada si cometemos una falta, empezamos a caer en el juego del
mal, como dicen “ya estamos más pa allá que pa acá”, pero no hay nada que la
fortaleza de Dios no pueda lograr. Cierra tus ojos, pide la intercesión de la
virgen, reconócete pecador y pide que las tentaciones se alejen, estas a
tiempo.
La
insensibilidad ante la divinidad del plan de Dios
La tercera
etapa, es cruel y despiadada, nos arrebata la sensibilidad ante la divinidad
del plan de Dios. El mal en este punto de la tentación comienza a minimizar el
mal que nuestro pecado pueda ocasionar. “No pasa nada”, “Siempre he salido
adelante” pueden ser oraciones que ronden por nuestra mente. Aléjalas, seamos
conscientes que no podemos retroceder en algo que ya hemos avanzado
relevantemente. Tal vez hay un pecado que cometes frecuentemente, es una
batalla derribarlo, pero es posible estando en gracia y cerca de Dios.
Todo mal por más mínimo que sea terminará por
afectarnos pero también afecta nuestra integridad como personas. Todo tiene
repercusiones, nuestras malas decisiones tiene consecuencias, eso que en el
momento te empieza a parecer poco grave después puede que cause o desemboque
otros problemas. Sí, hay pecado veniales y mortales, pero los dos atentan
contra el plan de Dios, no te dejes seducir por lo terrenal. El mal, mal hace,
no lo minimices, no te dejes.
Saber cómo funciona la tentación seguro nos ayudará
a que la próxima vez no nos tome desprevenidos y podamos hacer algo antes de
que ya estemos en el pecado. Pidámosle a Dios inteligencia y consciencia para
saber en qué momento la tentación está cercana y que nos permita actuar ante
ella con los consejos que te hemos compartido, pero sobretodo con oración, en
el instante es el arma más poderosa. Y recuerda ser tentando no es pecar,
simplemente es el camino que nos conduce al mal, pero no todo está perdido, es
el momento perfecto para aferrarte a Dios.
El desprendimiento, el espíritu de pobreza, la
distancia marcada con respecto a los placeres serán las que nos ayuden frente a
la concupiscencia, no la podremos erradicar completamente de nuestra naturaleza
pero si podremos controlarla y enfrentarla cuando se presente. Y recordar que
estamos llamados a la santidad y que mientras más trabajas por ella más serás
atacado, tendrás más tentaciones incluso que cuando te dejas llevar por el
mundo y su corriente.
No hay nada que la misericordia y el amor de Dios
no puedan hacer por ti, sólo basta entregarse, pedir se realice su voluntad y
estar atento a su voz que nos llama cada segundo del día para actuar según su
plan.
Acude a una misa entre semana, reza un rosario,
asiste a hora santa, haz obras de caridad y tu espíritu se fortalecerá para
esos momentos en los que acecha el mal y nos quiere hacer daño. Ora, ora y ora,
verás que el pecado cada vez estará más lejos de ti y tu más cerca de Dios.
Por: Fernando de la Fuente
Fuente:
Catoliscopio.com






