Sí, existen una
variedad de grupos que dicen ser “católicos no romanos”
La aparición en
algunos medios de comunicación españoles de una mujer gallega que afirma ser
“presbítera” de la Iglesia católica y la natural respuesta oficial del
arzobispado que le corresponde, el de Santiago de Compostela, ha vuelto a poner
sobre la mesa no sólo la cuestión del sacerdocio femenino –algo definitivamente
zanjado en el catolicismo, como explica con claridad dicho arzobispado–, sino
también la existencia de una variedad de grupos que dicen ser “católicos no
romanos”.
Reproducimos a
continuación el artículo que ha escrito Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES) en el portal Aleteia.
Se trata de una
realidad que, si bien no abarca un número grande de fieles, sí acapara la
atención, en ocasiones como ésta, por lo llamativo de sus planteamientos y,
muchas veces, por lo estrafalario de sus acciones. Asumiendo el riesgo que
tiene simplificar un fenómeno tan complejo, presentaremos los datos principales
sobre estas corrientes cismáticas.
Su
denominación es muy plural, según los autores o las perspectivas de los
diversos estudios. Se habla de pequeñas iglesias, iglesias episcopales
independientes, iglesias irregulares o no canónicas… Para simplificar, podemos
hablar de “iglesias católicas no romanas”, formadas por creyentes que se
confiesan católicos pero que rechazan de forma grupal la autoridad jerárquica
del obispo de Roma.
Los veterocatólicos
El conjunto
más significativo es el de los “viejos católicos” o veterocatólicos. Su origen
más actual está en el cisma que tuvo lugar en 1870 cuando rechazaron el dogma
de la infalibilidad papal, definido por el Concilio Vaticano I, afirmando que
estaba “en contradicción con la fe de la Iglesia antigua”. Ya de paso, se
rebelaron contra el dogma de la Inmaculada Concepción de María y contra el
Concilio de Trento. Fue un movimiento que tuvo su importancia en algunos países
europeos –sobre todo Alemania, Francia y Suiza– y que cristalizó en la llamada
“Unión de Utrecht”, a partir de la redacción del manifiesto conocido como
Declaración de Utrecht, del año 1889. Se trata, pues, del último de los grandes
cismas o escisiones del cristianismo.
Cuando se
produjo el cisma de 1870, a los teólogos, sacerdotes y fieles principalmente
alemanes que se separaron de Roma, se adhirió después para conformar esa Unión
de Utrecht un grupo de jansenistas holandeses que en el siglo XVIII se habían
separado de la Iglesia formando una estructura eclesial paralela bajo la
autoridad del arzobispo de Utrecht. También se unieron algunos grupos de origen
eslavo.
Entre otros
elementos peculiares, destaca la aceptación de las mujeres al ministerio ordenado
en su triple configuración (obispos-presbíteros-diáconos) desde 1996, decisión
que motivó la salida de la Iglesia Nacional Polaca de los Estados Unidos de
América y Canadá, que pertenecía hasta entonces a la Unión. Actualmente, 6
agrupaciones veterocatólicas forman parte del Consejo Mundial de Iglesias.
Obispos “independientes” por todo
el mundo
Después de
este grupo más destacado, podemos encontrar diversas agrupaciones que, como
afirma Manuel Guerra en
su Diccionario
enciclopédico de las sectas, “son las iglesias de los ordenados
válida, pero ilícitamente; en algunos casos se han separado de la Iglesia
católica romana después de haber sido ordenados válida y lícitamente”. Aquí se
encontraría, en primer lugar por su importancia, la Fraternidad Sacerdotal San
Pío X, fundada por el arzobispo Marcel Lefèbvre, que actualmente parece cada vez más
cerca de volver a la comunión católica.
Lo más
habitual es encontrarnos con grupos que dependen de obispos (ya que hay
movimientos que proponen su propio “Papa”, pero que merecen un estudio aparte).
Como acabamos de ver, todos ellos habrían sido ordenados válidamente, pero en
cuanto a la licitud de su consagración episcopal, habría diferencias. Respecto
a su situación canónica, desde el punto de vista católico deberíamos hablar de episcopi vagantes,
prelados sin sede ni nombramiento, al estar fuera de la comunión con el obispo
de Roma.
En la mayor
parte de los casos podemos trazar una clara “genealogía episcopal”, ya que la
cuestión de la sucesión apostólica es fundamental en este tema, y ver unas
fuentes comunes de las que brotarían los diversos grupos cismáticos. En primer
lugar, las ordenaciones realizadas por obispos veterocatólicos, que mantienen
la sucesión apostólica. Se ha hecho muy común “invitar” a un prelado viejo
católico para “legitimar” ordenaciones muy dudosas.
Otro modo de
obtener una mitra es conseguir la ordenación de manos de un obispo oriental u
ortodoxo, cuyo ministerio también es reconocido por la Iglesia católica. Así
sucedió, por ejemplo, con el francés Joseph René Vilatte (1854-1929), que consiguió el
presbiterado de los veterocatólicos y después logró la consagración episcopal
de unos obispos de rito siro-jacobita. A su vez, ordenó a muchos obispos en
todo el mundo, incluidos algunos de “Iglesias gnósticas”.
Una tercera
fuente de “iglesias” cismáticas es la ordenación realizada por obispos
católicos en situación irregular o, al menos, especial. Un paradigma fue el
vietnamita Ngô-dinh Thuc (1897-1984),
conocido, entre otras cosas, por ordenar sacerdotes y después obispos a los
iniciadores de la secta española del Palmar de Troya (Carmelitas de la Santa
Faz). Se calcula en un centenar el número de personas ordenadas por monseñor
Thuc en todo el mundo. Y no ha sido el único que ha operado de esta manera. Hay
otros obispos a considerar en este apartado, como el peruano Cornejo Radavero (nacido
en 1927).
Entre el tradicionalismo y el
progresismo
La seriedad de
todo este panorama es diversa según los grupos de los que hablemos. No es lo
mismo pensar en movimientos más asentados como los veterocatólicos o el
lefebvrismo, por ejemplo, que pensar en realidades en las que se pueden
sospechar motivaciones más o menos explícitas de buscar llamar la atención,
alimentar el narcisismo o la egolatría de sus dirigentes o trasladar una
protesta contra la Iglesia católica.
Lo que sí está
claro, en la mayor parte de los casos, es que nos encontramos con grupos que se
sitúan por lo general en los dos extremos de un movimiento pendular. Unos
consideran que la Iglesia católica “Romana” se ha plegado al modernismo y ha
perdido su esencia, y defienden posturas tradicionalistas tanto en las formas
como en el fondo, aunque a veces se trata de un simple sentimiento nostálgico
de formas estéticas y litúrgicas antiguas.
Otros,
situándose en el extremo contrario, miran a una Iglesia anclada en el pasado
con desdén y se creen con el derecho de hacer avanzar el catolicismo tanto en
cuestiones de exégesis bíblica y dogmática como en aspectos más eclesiásticos y
disciplinarios, y renovando ya de paso lo tan manido de la moral sexual. Aquí
se situaría la corriente a la que supuestamente pertenece la española que ahora
dice ser “presbítera”.
Si bien en
España no se trata de una realidad significativa, en Iberoamérica sí hay gran
profusión de grupos que aparentan ser católicos y se aprovechan de esta
confusión para llegar a la gente. Ya sean de tipo tradicionalista, ya
progresista. En torno al año 2000, en el curso de formación que impartía la
Fundación SPES en Argentina, se señalaba como “el comienzo del verdadero
derrotero de disidencias” la excomunión del obispo Carlos Duarte,
sucedido en Brasil en 1945.
Según
explicaba en este curso Alberto
M. Dib, monseñor Duarte fundó la Iglesia Católica Apostólica
Brasileña, y de ahí nacieron la Congregación Cristiana Católica Apostólica –
Sacerdotes Obreros para la Argentina, la Iglesia Católica Apostólica Argentina,
la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa Americana, la Iglesia Misionera de
Evangelización – Católica Apostólica Nacional – Orden del Espíritu Santo… que,
a su vez, comenzaron a relacionarse con la Santa Iglesia Católica Apostólica
Mexicana y otros grupos cismáticos de todo el continente.
La Iglesia católica pide cautela
En 2012, el
boletín informativo sobre sectas de la diócesis católica de Dijon (Francia)
ofrecía una reflexión sobre este tema. Reconocía en primer lugar la seriedad de
dos agrupaciones presentes en su país –la “Pequeña Iglesia” y los
veterocatólicos–, con diálogo ecuménico en vigor con la Iglesia católica. Pero
alertaba sobre numerosos grupos que utilizan, como adjetivos, los de católica,
apostólica, galicana, tradicional, autocéfala, liberal… y que ni son
reconocidas como interlocutoras en el diálogo por la Iglesia católica, ni
tienen el reconocimiento de la Unión de Utrecht, que validaría la autenticidad
de su sucesión apostólica.
Además, muchas
veces responden a una demanda de sacramentos, ritos y fórmulas que algunas
personas piden con una conciencia claramente supersticiosa y mágica, sin fe
cristiana ni sentido eclesial. En esta línea tenemos que entender los avisos
que han hecho algunos obispos católicos sobre la realidad de los grupos “católicos
no romanos” en sus respectivas diócesis, incluso aunque se trate de grupos
serios, por el peligro de confusión para los fieles que pueden ser engañados
cuando no hay claridad por parte de los que usan nombres, títulos y ritos
católicos.
Por poner un ejemplo
reciente, en 2013 tres obispos argentinos avisaron de la presencia de
veterocatólicos y “católicos disidentes” en su territorio, con un comunicado en
el que “se pide a los fieles de nuestras diócesis que se abstengan de
participar en las celebraciones que realizan los ministros de dicha iglesia en
casas de familias, a fin de que permanezcamos unidos en la fe que nos
transmitieron nuestros padres”.
Nada serio,
por tanto, pero sí una llamada de atención a la Iglesia católica y a sus
pastores a preocuparse por estas personas –no por sus fantasiosas
pseudo-iglesias– y ofrecerles la puerta abierta, que ellos un día aprovecharon
para salir –y normalmente provocando un escándalo–, también para el regreso a
casa, en la comunión con los obispos presididos por el de Roma.
Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE
Fuente:
TeologoResponde.org






