Contempla esta sed de Dios por ti, este anhelo que
Dios tiene de unirse a ti que lo ha llevado a perderse, a enloquecerse de amor
por ti
En
una de las obras del escritor inglés Charles Dickens aparece un personaje que
ha perdido la memoria del corazón, no aparece ningún recuerdo de la bondad… Terrible.
Y es que cuando no hay memoria de la
bondad, del amor, se apaga la esperanza y se enfría la caridad.
Precisamente, Jesús, hablando de las
señales de los últimos tiempos, menciona este enfriamiento de la caridad (Mt.
24,12). El escritor italiano Dante Alighieri en su “Divina Comedia” describe el
lugar más profundo del infierno como un lugar habitado por aquellos que han
traicionado el amor, una morada donde el hielo, el frio ha extinguido el amor.
Ya el Papa Francisco ha hablado de esto
haciendo alusión al “alzheimer
espiritual”: la amnesia espiritual que nos hace olvidar la historia de
salvación, olvidar la historia personal con el Señor y perder el recuerdo del
encuentro con el Señor.
Las anteriores imágenes nos ayudan a
enmarcar esta Semana que comienza, estos días, los más santos y sagrados como una semana donde queremos tener una memoria del
corazón y guardar en él el amor, el fuego del amor apasionado de Dios
por cada uno.
Estos días, querido lector, son para
encender esta memoria y recordar las maravillas y las grandes cosas que Dios ha
hecho en nuestra vida, y así que nuestro corazón no pierda la memoria del amor,
sino que experimente el amor en su plena expresión durante estos días, que la
memoria conserve siempre vivas las palabras y los gestos de Alguien, Jesús, ha
pronunciado y ha hecho por amor a ti.
Son días, pues, para encender la memoria
del corazón con este fuego de amor. Y es que cuando despertamos el recuerdo, la
experiencia del bien, del amor, se puede volver a creer en el bien y vuelve la
esperanza.
Este fuego de amor de Dios, del cual habla
el Papa Benedicto XVI en su Encíclica “Dios es amor”, se deja ver, tocar en sus
llagas. Las llagas de Jesús son las
ventanas que nos abren a un amor invisible, las llagas de Jesús nos permiten
ver el amor de Dios. Contempla al Crucificado, mira sus llagas y
descubrirás la fuerza del amor de Dios por ti. Que tu corazón haga memoria de
estas llagas. Llagas que Jesús siempre ha mostrado, siempre ha llevado, y esto
porque son lo más precioso pues revelan el amor de Dios Padre por cada uno de
nosotros.
En Semana Santa nos adentramos a este tipo
de amor, un amor divino que desea, que anhela la unión contigo. Contempla esta sed de Dios
por ti, este anhelo que Dios tiene de unirse a ti que lo ha llevado a perderse,
a enloquecerse de amor por ti: ¿acaso el que alguien entregue la vida en la
cruz por otro no es una locura?.
Jesús, con su pasión, muerte y
resurrección, nos ha reconciliado, nos ha rescatado y ha vencido la muerte y el
pecado. Sin embargo, hay algo más y que Jesús nos hace partícipes de este mismo
amor, Él desea que entremos en ese amor
divino y que nuestro amor sea un reflejo del mismo amor de Dios. ¿Acaso
habrá algo más grande que esta posibilidad de amor como Dios?. Ya los griegos
anhelaban entrar en ese éxtasis de los dioses y embriagarse, perderse en ese
amor. Pues bien, ese deseo, ese anhelo que hay en nuestro corazón de gozar y
experimentar un amor divino es posible y Jesús
viene a restaurar ese amor pues tú y yo somos imagen y semejanza de ese Dios
que es amor.
Cuando participes de alguna ceremonia los
días santos, recuerda, llena tu memoria con este amor de Dios, que no se apague
la memoria de tu corazón, sino que en tu corazón este presente esos actos de
entrega de Dios por ti. Cuando veas al sacerdote el jueves santo lavando los
pies, estás viendo a Jesús lavando los pies de sus apóstoles, cuando contemples
la Cruz el viernes santo, estás viendo este extremo de amor por ti cuando
acompañes a Nuestra Señora el sábado santo te acercas a la Dolorosa, a la que
guardaba todo en su corazón y así, en la Vigilia Pascual podrás cantar el canto
nuevo: el Aleluya porque has visto y
tocado y oido el amor de Dios y es tanto tu gozo que cantas el canto nuevo.
Que en estos días, nuestros corazones
contemplen este extremo de amor, esta plenitud de amor, nos llenemos con ellos
y así, podremos habiéndolo experimentado, seamos instrumentos del amor divino
pues tenemos guardado en el corazón la bondad y el amor de Dios por mi.
Que en esta Semana Santa “llenemos” nuestra
memoria con este amor y desde ya deseo a todos ustedes queridos lectores unas
felices pascuas.
Padre Antonio María Cárdenas ORC
Fuente: Aleteia






