Es necesario que las manifestaciones de la piedad popular nunca aparezcan como sucedáneo de las celebraciones litúrgicas
Triduo pascual
Todos
los años en el "sacratísimo triduo del crucificado, del sepultado y del
resucitado" o Triduo pascual, que se celebra desde la Misa vespertina del
Jueves en la cena del Señor hasta las Vísperas del Domingo de Resurrección, la
Iglesia celebra, "en íntima comunión con Cristo su Esposo", los
grandes misterios de la redención humana.
Jueves Santo
La visita al lugar de la reserva
Jueves Santo
La visita al lugar de la reserva
La piedad popular es especialmente sensible a la adoración del santísimo
Sacramento, que sigue a la celebración de la Misa en la cena del Señor. A causa
de un proceso histórico, que todavía no está del todo claro en algunas de sus
fases, el lugar de la reserva se ha considerado como "santo
sepulcro"; los fieles acudían para venerar a Jesús que después del
descendimiento de la Cruz fue sepultado en la tumba, donde permaneció unas
Cuarenta horas.
Es preciso iluminar a los fieles sobre el sentido de la reserva: realizada con
austera solemnidad y ordenada esencialmente a la conservación del Cuerpo del
Señor, para la comunión de los fieles en la Celebración litúrgica del Viernes
Santo y para el Viático de los enfermos, es una invitación a la adoración,
silenciosa y prolongada, del Sacramento admirable, instituido en este día.
Por lo tanto, para el lugar de la reserva hay que evitar el término
"sepulcro" ("monumento"), y en su disposición no se le debe
dar la forma de una sepultura; el sagrario no puede tener la forma de un
sepulcro o urna funeraria: el Sacramento hay que conservarlo en un sagrario
cerrado, sin hacer la exposición con la custodia.
Después de la media noche del Jueves Santo, la adoración se realiza sin
solemnidad, pues ya ha comenzado el día de la Pasión del Señor.
Viernes Santo
La procesión del Viernes Santo
El Viernes Santo la Iglesia celebra la Muerte salvadora de Cristo. En el Acto
litúrgico de la tarde, medita en la Pasión de su Señor, intercede por la
salvación del mundo, adora la Cruz y conmemora su propio nacimiento del costado
abierto del Salvador (Cfr. Jn 19,34).
Entre las manifestaciones de piedad popular del Viernes Santo, además del Vía
Crucis, destaca la procesión del "Cristo muerto". Esta destaca, según
las formas expresivas de la piedad popular, el pequeño grupo de amigos y
discípulos que, después de haber bajado de la Cruz el Cuerpo de Jesús, lo
llevaron al lugar en el cual había una "tumba excavada en la roca, en la
cual todavía no se había dado sepultura a nadie" (Lc 23,53).
La procesión del "Cristo muerto" se desarrolla, por lo general, en un
clima de austeridad, de silencio y de oración, con la participación de
numerosos fieles, que perciben no pocos sentidos del misterio de la sepultura
de Jesús.
Sin embargo, es necesario que estas manifestaciones de la piedad popular nunca
aparezcan ante los fieles, ni por la hora ni por el modo de convocatoria, como
sucedáneo de las celebraciones litúrgicas del Viernes Santo.
Por lo tanto, al planificar pastoralmente el Viernes Santo se deberá conceder
el primer lugar y el máximo relieve a la Celebración litúrgica, y se deberá
explicar a los fieles que ningún ejercicio de piedad debe sustituir a esta
celebración, en su valor objetivo.
Finalmente, hay que evitar introducir la procesión de "Cristo muerto"
en el ámbito de la solemne Celebración litúrgica del Viernes Santo, porque esto
constituiría una mezcla híbrida de celebraciones.
Representación de la Pasión de Cristo
En muchas regiones, durante la Semana Santa, sobre todo el Viernes, tienen
lugar representaciones de la Pasión de Cristo. Se trata, frecuentemente, de
verdaderas "representaciones sagradas", que con razón se pueden
considerar un ejercicio de piedad. Las representaciones sagradas hunden sus
raíces en la Liturgia. Algunas de ellas, nacidas casi en el coro de los monjes,
mediante un proceso de dramatización progresiva, han pasado al atrio de la
iglesia.
En muchos lugares, la preparación y ejecución de la representación de la Pasión
de Cristo está encomendada a cofradías, cuyos miembros han asumido determinados
compromisos de vida cristiana. En estas representaciones, actores y
espectadores son introducidos en un movimiento de fe y de auténtica piedad. Es
muy deseable que las representaciones sagradas de la Pasión del Señor no se
alejen de este estilo de expresión sincera y gratuita de piedad, para
convertirse en manifestaciones folclóricas, que atraen no tanto el espíritu
religioso cuanto el interés de los turistas.
Respecto a las representaciones sagradas hay que explicar a los fieles la
profunda diferencia que hay entre una "representación" que es
mímesis, y la "acción litúrgica", que es anámnesis, presencia
mistérica del acontecimiento salvífico de la Pasión.
Hay que rechazar las prácticas penitenciales que consisten en hacerse
crucificar con clavos.
El recuerdo de la Virgen de los Dolores
Dada su importancia doctrinal y pastoral, se recomienda no descuidar el
"recuerdo de los dolores de la Santísima Virgen María". La piedad
popular, siguiendo el relato evangélico, ha destacado la asociación de la Madre
a la Pasión salvadora del Hijo (cfr. Jn 19,25-27; Lc 2,34ss) y ha dado lugar a
diversos ejercicios de piedad entre los que se deben recordar:
- el Planctus Mariae, expresión intensa de dolor, que con frecuencia contiene
elementos de gran valor literario y musical, en el que la Virgen llora no sólo
la muerte del Hijo, inocente y santo, su bien sumo, sino también la pérdida de
su pueblo y el pecado de la humanidad.
- la "Hora de la Dolorosa", en la que los fieles, con expresiones de
conmovedora devoción, "hacen compañía" a la Madre del Señor, que se
ha quedado sola y sumergida en un profundo dolor, después de la muerte de su
único Hijo; al contemplar a la Virgen con el Hijo entre sus brazos – la Piedad
– comprenden que en María se concentra el dolor del universo por la muerte de
Cristo; en ella ven la personificación de todas las madres que, a lo largo de
la historia, han llorado la muerte de un hijo. Este ejercicio de piedad, que en
algunos lugares de América Latina se denomina "El pésame", no se debe
limitar a expresar el sentimiento humano ante una madre desolada, sino que,
desde la fe en la Resurrección, debe ayudar a comprender la grandeza del amor
redentor de Cristo y la participación en el mismo de su Madre.
Sábado Santo
"Durante
el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su
Pasión y Muerte, su descenso a los infiernos y esperando en la oración y el
ayuno su Resurrección".
La piedad popular no puede permanecer ajena al carácter particular del Sábado Santo; así pues, las costumbres y las tradiciones festivas vinculadas a este día, en el que durante una época se anticipaba la celebración pascual, se deben reservar para la noche y el día de Pascua.
La piedad popular no puede permanecer ajena al carácter particular del Sábado Santo; así pues, las costumbres y las tradiciones festivas vinculadas a este día, en el que durante una época se anticipaba la celebración pascual, se deben reservar para la noche y el día de Pascua.
La "Hora de la Madre"
En María, conforme a la enseñanza de la tradición, está como concentrado todo
el cuerpo de la Iglesia: ella es la "credentium collectio universa".
Por esto la Virgen María, que permanece junto al sepulcro de su Hijo, tal como
la representa la tradición eclesial, es imagen de la Iglesia Virgen que vela
junto a la tumba de su Esposo, en espera de celebrar su Resurrección.
En esta intuición de la relación entre María y la Iglesia se inspira el
ejercicio de piedad de la Hora de la Madre: mientras el cuerpo del Hijo reposa
en el sepulcro y su alma desciende a los infiernos para anunciar a sus
antepasados la inminente liberación de la región de las tinieblas, la Virgen,
anticipando y representando a la Iglesia, espera llena de fe la victoria del
Hijo sobre la muerte.
Por: Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
Fuente:
www.vatican.va






