El
cristianismo no es una religión con un montón de normas
Es muy conocida su historia. Casi nadie la ignora.
Saben cómo empieza. Conocen el final. Recuerdan muchas cosas del medio. Conocen
a los detractores, a los seguidores. Los buenos y los malos. Parece fácil saber
quién era ese Jesús.
Un profeta.
El Mesías. Un revolucionario. Un sanador. Un pescador de almas. Un simple
carpintero. Un peregrino errante. Un hombre herido de amor. Un pobre sin
estudios. Un hombre de Dios.
Un hombre
lleno del Espíritu. Un hijo. Un Padre. Un hacedor de milagros. Un salvador. Un
amigo. Un médico de almas. Una luz en la oscuridad.
Un pozo en el
desierto. Un hombre lleno de misericordia. Un rebelde. Un inconformista. Un
soñador. Un niño alegre.
¿Quién es
Jesús? ¿Quién fue? ¿Quién es Jesús para mí? ¿A quién busco? ¿Qué espero
encontrar?
Jesús pasó haciendo el bien. Un hombre como
muchos hombres. Escondido en la multitud. Entresacado del pueblo. Un hombre
cualquiera.
¿Cómo lo encuentro? Vivió entre los pobres. Murió entre los
malvados, después de haber vivido haciendo el bien.
Sanó a
muchos, pero no a todos. Salvó amando, perdonando. Amó salvando. Vivió oculto.
Se manifestó en sus palabras y hechos. Lo encontraron diciendo lo que pensaba.
Guardó silencio cuando querían matarlo. No defendió su causa. No huyó de la
injusticia.
¿Cómo cuento
la historia de Jesús en medio de un mundo que no quiere escucharla? ¿Cómo
explico quién era a quienes parece que no necesitan saberlo o tal vez creen
saberlo todo?
Miro a Jesús
como un hombre entre los hombres. Un niño de Dios enamorado de la vida. Un
hombre que amó hasta el extremo, dando su vida por los suyos.
¿Cómo puede aceptar el hombre que Dios
todopoderoso se haga carne mortal,
carne de su propia carne? Parece todo una locura.
Un Dios
limitado en el tiempo y el espacio de la carne. El corazón se rebela ante lo
imposible. No puede ser.
Dios no puede abandonar el cielo. Lo
necesito allí, lejos, poderoso,
salvador. No resisto un Dios humano que pueda morir a manos de los
hombres.
Prefiero que
Dios permanezca anclado en el cielo. En un lugar seguro. Distante, lejos de mí.
No tan cerca como para que pueda tocarlo. Porque no quiero tener a mi alcance a
un Dios tan limitado.
En el Musical
33 me muestran un Dios humano. Un Cristo que salva amando. Jesús lo repite una
y otra vez en una frase que se convierte en tema recurrente: “La
única religión, el único camino, el único mandato, será el amor”.
Jesús pasó amando. Miró el corazón del hombre y lo salvó
amándolo. Y mi corazón se llena de esta palabra.
Su amor es un
amor hecho carne, un amor que se hace vida para darme la vida. ¿Quién es Jesús
en mi vida? ¿En qué me ha cambiado su mirada? Es la pregunta que escucho en
canciones.
Jesús me pide
que me haga niño como dice una de las canciones de Toño Casado del Musical 33:
“Como niños confiados en las manos de su
madre dormiréis. Dios es Padre que nos cuida, que nos da amor y pescado. ¿No lo
veis? Las puertas hacia el cielo estrechas son. Los niños allí se colarán.
Habrá mil rendijas para los pequeños, naced del viento”.
Jesús me invita a nacer de nuevo. Llega a
mi vida para cambiarla desde dentro. ¿Quién es Jesús para mí?
¿Es su
historia tan sólo una historia que acabó en una tumba vacía? ¿Un Jesús que no
pudo salvar a todos y acabó claudicando ante la cerrazón humana, ante la dureza
de su corazón? ¿Un Jesús humano que no logró construir un puente hacia el cielo
y acabó rendido y solo en una cruz?
El Musical
muestra la imagen llena de luz y misericordia de un Dios que se hace carne para llevarme
hasta Él. Y me invita a dejarlo todo y hacerme niño para llegar al cielo.
Pero no a una
nube en la que viva solo, tocando el arpa para siempre. Sin pausa, sin pasión,
sin vida. No es ese el cielo que sueño.
Quiero un
cielo que sea prolongación del amor hecho carne que vivo
aquí en la tierra. Un Dios que se hace hombre para hacerme más
llevadero el camino, para sostener mis pasos débiles. Para hacerme soñar con
imposibles.
El mundo
puede tener más luz. Como dice una de las canciones del musical:
“El Espíritu de Dios está dentro de mí. Y
me empuja con la fuerza de un volcán a gritarles que las cosas no debieran ser
así. Y que el reino del amor empieza ya. Que los ciegos vean el sol, que
sientan su calor. Que los pobres hagan fiesta. El mundo es nuestro hogar.
Libertad al oprimido. Para todos el perdón”.
Jesús con su
amor hace que todo sea más fácil, más llevadero cargar con mi cruz, con el
dolor, con mis angustias. Y me llena de esperanza en medio de la debilidad de
mi propia vida.
No quiero reducir mi religión a un montón
de normas que
intento cumplir para no salirme del camino marcado. Para ir al cielo. Y vivir
con tensión la vida sin amar, sin abrazos, sin sonrisas.
No quiero
cargar a nadie con fardos pesados. No lo quiero. Quiero llenar de luz las oscuridades del
alma. Encender hogueras en medio de la tiniebla. Cuando la
pobreza y la injusticia parecen oscurecer la ilusión y acentuar el hambre.
Creo en ese
Jesús que enamoró a Pedro. Ni las redes, ni los mares, le impidieron seguirlo. Ese
Jesús que me enamoró a mí.
¿Quién es
Jesús para mí? El alma tiembla. Miro a Jesús que salva mi camino.
Carlos
Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia






