Homilía
ayer en Casa Santa Marta
La Conversión de Saulo de Tarso en el
camino de Damasco, llamado por la voz del Señor, es un “cambio de página en la
historia de la Salvación”, marca la apertura a los “paganos, a los gentiles, a
los que no eran israelitas”, en una palabra, es “la puerta abierta a la
universalidad de la Iglesia” y el Señor la permite porque es “algo importante”.
En el centro
de la homilía, está el Apóstol de los Gentiles que, ciego, se quedó en Damasco
durante tres días sin comer ni beber, hasta que Ananías, mandado por el Señor,
le restituyó la vista y le dio la posibilidad de empezar el camino de
conversión y predicación “lleno de Espíritu Santo”.
El Papa
subraya dos rasgos de su manera de ser de Pablo: era “un hombre fuerte” y
“enamorado de la ley, de Dios, de la pureza de la ley”, pero era “honrado” y,
aunque tenía un “carácter fuerte”, era “coherente”.
Ante todo, era coherente porque era un
hombre abierto a Dios. Si perseguía a los cristianos, era porque estaba
convencido de que Dios quería esto. ¿Cómo es posible? Nada: estaba convencido.
Es el celo que tenía por la pureza de la casa de Dios, por la gloria de Dios.
Un corazón abierto a la voz del Señor. Y arriesgaba, arriesgaba, seguía
adelante. Otro rasgo de su temperamento es que era un hombre dócil, tenía
docilidad, no era cabezota.
Quizás su
temperamento era cabezota – precisa el Papa – pero no su alma. Pablo
estaba “abierto a las sugerencias de Dios”. Con ardor encarcelaba y mataba a
los cristianos, pero “una vez que escuchó la voz del Señor, se volvió como un
niño, se deja llevar”.
Ciego, se deja llevar a Damasco, ayuna tres días, espera a que el Señor le
diga… Todas esas convicciones que tenía quedan mudas, esperando la voz del
Señor: “¿Qué debo hacer, Señor?”. Y va al encuentro a Damasco, al encuentro de
ese otro hombre dócil, y se deja catequizar como un niño, se deja bautizar como
un niño. Y después recupera las fuerzas y ¿qué hace? Calla. Se va a Arabia a
rezar, no sabemos cuánto tiempo, quizás años, no lo sabemos. La docilidad.
Apertura a la voz de Dios y docilidad.
Hablando a
las monjas del Cottolengo presentes en la Misa en Casa Santa Marta, el Papa
Francisco alabó su docilidad y sobre todo su perseverancia, sin la cual no
podrían llevar a cabo su labor.
Perseverar. Esto es un signo de la Iglesia.
Quisiera dar las gracias hoy, en vosotros, a tantos hombres y mujeres
valientes, que arriesgan la vida, que buscan nuevos caminos en la vida de la
Iglesia. ¡Buscan nuevos caminos! “Pero, padre, ¿no es pecado?”. ¡No, no es
pecado! Busquemos nuevos caminos, esto nos hará bien a todos, con tal que sean
los caminos del Señor. Pero seguir adelante, adelante en la profundidad de la
oración, en la profundidad de la docilidad, del corazón abierto a la voz de
Dios. Y así se hacen los verdaderos cambios en la Iglesia, con personas que
saben luchar en lo pequeño y en lo grande.
El
“cristiano”, concluye Francisco, debe tener “este carisma de lo pequeño y de lo
grande”. Al final, el Papa pidió la “gracia de la docilidad a la voz del Señor
y del corazón abierto al Señor; la gracia de no asustarnos de hacer cosas
grandes, de seguir adelante, con tal que tengamos la delicadeza de cuidar las
cosas pequeñas”.
Vatican
Media
Fuente:
Aleteia






