Peregrinando
a Tierra Santa se han alejado de mí las sombras y las nubes que enturbiaban mi
ánimo llenándome de tristeza
Dainis Matisons/Flickr |
Es aquí y ahora cuando digo que sí, que le quiero
para siempre.
Renuevo mi
acto de entrega en el monte Moria, monte del sacrificio. Monte en el que
Abrahán entregó a su hijo. Lo renuevo en el huerto sagrado de Getsemaní, allí
donde Jesús sudó sangre.
Repito
conmovido mi “sí, quiero”. Me he levantado de la piedra sobre
la que yacía yo postrado, con el alma cansada y llena de fuego al mismo tiempo.
He recibido una fuerza del Espíritu que no
conocía antes. He
sentido en mi piel la caricia de su mano, calmando mis miedos.
Se han alejado de mí las sombras y las nubes que enturbiaban
mi ánimo llenándome de tristeza. Ha brotado en mi interior un agua pura que yo
desconocía.
He
vislumbrado cielos nuevos, surgiendo en medio de la noche. Me han pesado las
piedras gastadas de tantos años.
He sonreído al pensar en su mirada de misericordia sobre mi vida. Diciéndome
una y otra vez que tenga fe y no tema. En el lago, en el monte, en un huerto,
en una casa con las puertas cerradas.
He recorrido
de la mano de María tantos lugares en los que he visto a Jesús caminar entre
los hombres, a mi lado.
Y me he enamorado de nuevo de su rostro, de
sus palabras, como un joven imprudente, como un niño inocente.
Ha despertado
en mí una vida dormida en mi interior. Y he cantado canciones algo olvidadas
que brotan de nuevo dentro de mi alma. Desde lo más profundo de mi ser.
He sufrido
con Jesús cuando sufrir tocaba. Y me he reído con Él en las aguas del lago, en
las tardes soleadas de Galilea, cuando soñar tocaba.
He caminado
alegre por los caminos desérticos que llevaban a Jerusalén. He visto más de lo
que mis ojos podían retener.
He escuchado
muchas cosas que ya casi había olvidado. Guardo en mi corazón las palabras que me ha
dicho Jesús a mí, sólo a mí, en medio de la noche, en medio del
día. Cuando más lo buscaba y necesitaba. Cuando menos lo esperaba.
Me ha
sorprendido de nuevo su forma de acercarse a mi alma sigiloso, sin hacer ruido.
Mendigando mi amor. Respetando mi libertad, mis tiempos. Y haciéndome derramar
lágrimas cuando menos contaba con ello.
Ese Jesús
peregrino me ha llevado a su tienda para hablarme al corazón y enamorarme de nuevo.
Ha seducido mi alma.
Ha navegado
mar adentro en la profundidad de mis sueños y miedos, mostrándome anchos
horizontes.
Y me ha dicho
al oído que me quiere con locura, que no tema, que navegue confiado, porque Él
no se baja nunca de mi barca.
Y he
creído en sus palabras sinceras. Me llevo su rostro impreso en
mi alma, su verdadero rostro, para no olvidarme nunca más de su mirada, de sus
ojos negros.
Me llevo su
voz grabada en mi garganta para hablar con su esperanza a los hombres perdidos.
Me llevo su presencia inscrita en mi corazón para caminar con Él y navegar sus
mares sin temer las tormentas.
Me llevo su
alma dormida en mi propia alma para pertenecerle por entero y no dudar nunca de
Él. Me llevo sus silencios guardados muy dentro de mí, silencios que vencen mis
ruidos.
Callo
sobrecogido cuando no entiendo nada. Lo que sí sé es que mi
vida se juega en la actitud de mi alma.
Quiero dejar
que se haga no tanto lo que yo quiero sino lo que Él quiere. Quiero que su
querer sea el mío. Quiero dormir tranquilo recostado en su costado abierto, el
costado de mi Jesús amado.
Me llevo el
polvo de su tierra, el olor de su aire, el amor de su entrega. No sé si algo
dentro de mí habrá cambiado en lo más profundo. Eso es lo que yo anhelo, es lo
que deseo.
Es seguro que
de tanto andar, oír, besar, decir, amar, algo no sé muy bien cómo, acabará
cambiando en mi interior.
Y seguiré
siendo el mismo hombre pobre, niño frágil. El mismo peregrino en busca de
respuestas. Seguiré siendo yo mismo, entre lágrimas y risas, enamorado de la
vida, de la tierra y del cielo. Con un fuego ardiendo en lo más profundo.
Sé que algo
habrá cambiado dentro de mí, aunque yo mismo no lo note. Algo en mi forma de
amar, de pensar, de soñar, de mirar, de caminar.
Seré más
niño, más pobre, más de Dios. En eso confío. Él puede hacer todas las cosas nuevas
en mi interior si yo le dejo hacerlo.
Carlos
Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia