Francisco
recuerda su viaje a Rumanía
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El Papa saluda a la banda de música en la Audiencia General © Vatican Media |
El
Santo Padre ha dedicado la catequesis de la audiencia general, esta
mañana, 5 de junio de 2019, a su reciente viaje apostólico a Rumanía, realizado del
31 de mayo al 2 de junio. El pasaje bíblico leído era de la Carta a los
Hebreos (12, 1-2 a).
Como
anunciaba el lema del viaje, “he exhortado a ‘caminar juntos'”, ha aclarado el
Papa, “y me alegró poder hacerlo no desde lejos, o desde arriba, sino caminando
entre el pueblo rumano, como peregrino en su tierra”.
Como
cristianos, ha anunciado, “tenemos la gracia de vivir una estación de
relaciones fraternales entre las diferentes Iglesias”. En Rumanía, la mayoría
de los fieles pertenecen a la Iglesia Ortodoxa, actualmente guiada por el
Patriarca Daniel, “a quien va mi pensamiento fraternal y agradecido”, ha
señalado.
Comunidad católica “viva”
En
este contexto, ha indicado que la comunidad católica, tanto “griega” como
“latina”, está “viva y activa”, y ha mencionado que hay otra comunidad luterana
que “profesa la fe en Jesucristo y tiene buenas relaciones con los ortodoxos y
con los católicos”.
El
Papa ha expresado también en la plaza de San Pedro que los diversos encuentros
en el país europeo “resaltaron el valor y la necesidad de caminar juntos
sea entre los cristianos, en el ámbito de la fe y de la caridad, sea entre
los ciudadanos, en el ámbito del compromiso civil”.
Sufrimiento para la
conversión
Asimismo,
ha contado que celebró la Eucaristía con la comunidad católica en tres
ocasiones. La última, en concreto, fue en rito bizantino, la Misa de
beatificación de 7 obispos greco-católicos, roturados en los años del régimen
comunista.
“Uno
de estos nuevos beatos, Mons. Iuliu Hossu, durante su encarcelamiento escribió:
‘Dios nos envió a estas tinieblas de sufrimiento para dar el perdón y orar por
la conversión de todos'”, y añadió: “Pensando en las terribles torturas a las
que fueron sometidos, estas palabras son un testimonio de misericordia”.
“Queridos
hermanos y hermanas”, –ha exhortado a los presentes– “demos gracias a Dios por
este viaje apostólico y pidámosle, a través de la intercesión de la Virgen María,
que dé frutos abundantes para Rumanía y para la Iglesia en esas tierras”.
RD
Sigue
el texto de la catequesis completa, pronunciada esta mañana en la audiencia
general.
***
Catequesis del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
fin de semana pasado hice un viaje apostólico a Rumanía, invitado por el
Presidente y la Primera Ministra. Les renuevo mi agradecimiento que extiendo a
las otras Autoridades civiles y eclesiásticas, así como a todos aquellos que
han colaborado en la realización de esta visita. Sobre todo, le doy gracias a
Dios que ha permitido que el Sucesor de Pedro regresara a ese país, veinte años
después de la visita de San Juan Pablo II.
En
resumen, como anunciaba el lema del viaje, he exhortado a “caminar juntos”. Y
me alegró poder hacerlo no desde lejos, o desde arriba, sino caminando entre el
pueblo rumano, como peregrino en su tierra.
Los
diversos encuentros resaltaron el valor y la necesidad de caminar juntos
sea entre los cristianos, en el ámbito de la fe y de la caridad, sea entre
los ciudadanos, en el ámbito del compromiso civil.
Como
cristianos, tenemos la gracia de vivir una estación de relaciones fraternales
entre las diferentes Iglesias. En Rumanía, la mayoría de los fieles pertenecen
a la Iglesia Ortodoxa, actualmente guiada por el Patriarca Daniel, a quien va
mi pensamiento fraternal y agradecido. La comunidad católica, tanto “griega”
como “latina”, está viva y activa. La unión entre todos los cristianos, aunque
incompleta, se basa en el único bautismo y está sellada con la sangre y el
sufrimiento sufrido en los tiempos oscuros de la persecución, particularmente
en el último siglo bajo el régimen ateo. También hay otra comunidad luterana
que profesa la fe en Jesucristo y tiene buenas relaciones con los ortodoxos y
con los católicos.
Con
el Patriarca y el Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rumana tuvimos un
encuentro muy cordial, en el cual reiteré el deseo de la Iglesia Católica de
caminar juntos con la memoria reconciliada y hacia una unidad más completa, que
el pueblo rumano invocó proféticamente durante la visita de San Juan Pablo II.
Esta importante dimensión ecuménica del viaje culminó en la solemne oración del
Padre Nuestro, dentro de la nueva e imponente catedral ortodoxa de Bucarest.
Este
fue un momento de fuerte valor simbólico, porque el Padre Nuestro es la oración
cristiana por excelencia, patrimonio común de todos los bautizados. Nadie puede
decir “Padre mío” y “Padre vuestro”; no, “Padre Nuestro”, patrimonio común de
todos los bautizados. Manifestamos que la unidad no merma la diversidad
legítima. ¡Qué el Espíritu Santo nos guíe a vivir cada vez más como hijos de
Dios y hermanos entre nosotros!
Como
comunidad católica celebramos tres Liturgias eucarísticas. La primera en la
catedral de Bucarest, el 31 de mayo, en la fiesta de la Visitación de la Virgen
María, icono de la Iglesia en el camino de fe y de caridad. La segunda
eucaristía en el santuario de Sumuleu Ciuc, meta de muchos peregrinos. Allí, la
Santa Madre de Dios reúne al pueblo fiel en la variedad de lenguas, culturas y
tradiciones. Y la tercera celebración fue la Divina Liturgia en Blaj, centro de
la Iglesia greco-católica en Rumania, con la beatificación de siete obispos
greco-católicos, testigos de la libertad y de la misericordia que vienen del
Evangelio. Uno de estos nuevos beatos, Mons. Iuliu Hossu, durante su
encarcelamiento escribió: “Dios nos envió a estas tinieblas de sufrimiento para
dar el perdón y orar por la conversión de todos”.
Pensando
en las terribles torturas a las que fueron sometidos, estas palabras son un
testimonio de misericordia.
Particularmente
intenso y festivo fue el encuentro con los jóvenes y las familias, celebrado en
Iaşi, antigua ciudad e importante centro cultural, encrucijada entre
Occidente y Oriente. Un lugar que invita a abrir caminos por los
que caminar juntos, en la riqueza de la diversidad, en una libertad que no
corta las raíces sino que ahonda en ellas de una manera creativa. También este
encuentro tuvo un carácter mariano y terminó encomendando a los jóvenes y a las
familias a la Santa Madre de Dios.
La
última parada del viaje fue una visita a la comunidad rom de Blaj. En esa
ciudad, los rom son muy numerosos, por eso quise saludarlos y renovar el
llamamiento contra toda discriminación y por el respeto de las personas de
cualquier etnia, idioma y religión.
Queridos
hermanos y hermanas, demos gracias a Dios por este viaje apostólico y
pidámosle, a través de la intercesión de la Virgen María, que dé frutos
abundantes para Rumanía y para la Iglesia en esas tierras.
Rosa
Die Alcolea
Fuente:
Zenit