“En la Iglesia, desde el principio, existe esa confluencia de causas y efectos buenos, al lado de otras causas malas con resultados malos. Y esas causas buenas y malas son las personas”, señaló
Padre José Antonio Fortea. Foto: Cortesía. |
El
famoso teólogo español José Antonio Fortea reflexionó recientemente sobre la
importancia de la virtud en la ordenación sacerdotal, y cuestionó: “¿cómo puede
ser pastor el que esclavo del pecado?.”
El
P. Fortea, experto en demonología y autor de numerosos libros, precisó en un
artículo titulado "El Dedo de Dios señalando a alguien"
que “no se puede ordenar a un sacerdote si no ha llegado a un mínimo de virtud.
No basta la buena voluntad. Un mínimo es necesario”.
“¿Cómo
se puede colocar al frente de los renacidos en Cristo a alguien que no tenga un
mínimo de virtud?”, preguntó.
Es
más, continuó, “si eso es así para cualquier sacerdote, cuánto más debería
serlo para un obispo”.
El
obispo, dijo, “es pastor de pastores. Luego debería ser excelente en la virtud
y en la ciencia. Se les llama ‘excelentísimos’. El título debería concordar con
la realidad”.
“Y
si para ser obispo se requiere ser excelente, habría que escoger a los más
meritorios para el puesto de arzobispos. En mi libro, La mitra y las ínfulas
explico cuál pienso que debería ser el papel espiritual y eclesial de los
arzobispos”.
En
el caso de los cardenales, añadió, “deberían ser eminentes entre los
excelentes. Allí sí que no debería haber lugar para la medianía”.
“La
ciencia y las virtudes deberían ser incontestables. Los 120 obispos más sabios
y más santos de toda la Iglesia, para aconsejar al papa, para escoger al
vicario de Cristo. ¡Menudas funciones! Impresionantes”, dijo.
Para
el P. Fortea, esta exigencia debería llegar también a quien ocupa el puesto de
sucesor de San Pedro.
Si
bien se llama “Santo Padre” al Papa “por la sacralidad de la función”, indicó,
“la santidad de la persona debería concordar con la sacralidad del cargo”.
“El
mismo proceso de elección debería revestir una sacralidad suprema, un ambiente
de oración máximo. El cónclave debería ser el centro donde confluya la oración
de toda la Iglesia para lograr saber cuál es la voluntad de Jesús respecto a la
designación de su vicario. Cuanto más haya de torcido en los purpurados, menos
se sabrá cuál era la voluntad perfecta de Dios”, dijo.
Para
el P. Fortea, cuanto más haya de debilidad humana en los cardenales “peor
aconsejarán al Papa, menos adecuados serán los nombramientos de obispos y el
error y el pecado se ramificarán en una sucesión de causas y efectos”.
“En
la Iglesia, desde el principio, existe esa confluencia de causas y efectos
buenos, al lado de otras causas malas con resultados malos. Y esas causas
buenas y malas son las personas”, señaló.
Fuente:
ACI Prensa