Lo importante es la pureza de intención que tengas, ese deseo auténtico de unirte a Dios, de decirle “aquí estoy”
Existen muchas
maneras de buscar la unión con Dios. Sin querer acabar toda la espiritualidad
en este artículo, les comparto 8 acciones que nos ayudarán a buscar a Dios en lo cotidiano y
a unirnos a Él sea donde sea o hagamos lo que hagamos.
La clave de lectura de estos consejos está en la
intención, es decir, en un corazón que quiere corresponder a Dios, en ese deseo
de acercarse a Él y ofrecerle lo que tiene, aunque sean solo dos minutos. Verás
que tu vida “rutinaria” irá cambiando, que Dios irá permeando tus costumbres.
Estarás dejándote moldear por Dios.
1. Meditación
Hablar de
meditación puede asustar incluso a los más veteranos en la vida espiritual. Y
es que no hablamos de yoga, reiki o similares, aquí hablamos de la oración, el
diálogo entre dos personas en la unidad del amor. Es como cuando hablas con tu
papá o tu mamá, pero esto es con Dios. Sí, es un diálogo. Pero no necesitas
muchas palabras, basta abrirle el corazón al Señor que ya sabe lo que te
sucede. Hablamos principalmente de cinco tipos de oración: bendición,
adoración, petición e intercesión, acción de gracias y alabanza. Te recomiendo
que dediques unos 30 minutos al día para esto. De preferencia por la mañana,
antes de hacer cualquier otra cosa, así permeas todo tu ser y hacer de Dios. ¡Este
será tu momento para Él! Lo
importante es saberte buscado, esperado, amado por Él. ¡Ahh!,
también deberás aceptar los momentos de silencio de Dios: cuando no te habla y
parece alejarse, esas ocasiones son las mejores para unirse a Él con fe
verdadera.
«Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la
puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo
secreto, te recompensará» (Mateo 6,6).
2. Santo Rosario
Cuando
el hombre está contento y agradecido suele ofrecer rosas a la “mujer más
hermosa del mundo” (su madre o su esposa). El rosario es lo mismo pero con
nuestra Madre del Cielo, la Santísima Virgen María. A diario podemos ofrecerle
nuestras oraciones como un ramo de flores que luego ella lleva a su Hijo
Jesucristo. De esta forma la Madre intercede por sus hijos. Es un
alago, una caricia, una sonrisa que se eleva al Cielo y nos acerca muchísimas
gracias. Ese es el
santo rosario. Se me ponen los pelos de punta al solo pensar en cuántos
murieron con su rosario en la mano, dando la vida por Jesús a través de la
intercesión de María. Cuántos otros sufrieron persecuciones y allí estaban
rezando un misterio tras otro. Cuántos más se vieron libres de las ataduras del
demonio al solo pronunciar el Inmaculado nombre de María.
«No temas,
María, pues Dios te ha concedido su favor. Concebirás y darás a luz un hijo, al
que pondrás por nombre Jesús. Él será grande, será llamado Hijo de Altísimo; el
Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la descendencia
de Jacob por siempre y su reino no tendrá fin» (Lucas 1, 30-33).
3. Lectura Espiritual
Consiste en leer
un libro espiritual durante 15 o 30 minutos al día. Puede ser la vida de un
santo, los escritos del papa, libros sobre la oración, los sacramentos, etc,.
Siempre que sea una lectura “espiritual”. Esta práctica no sustituye la lectura
diaria de la Biblia que incluso podemos hacer en la meditación de la mañana,
pero si será una gran
oportunidad de abrir tu mirada a la obra espiritual de la Iglesia. Debes
tener cuidado con los libros de apariencia espiritual pero que al final
terminan por confundirte más. Fíjate si está aprobado por un obispo o por el
Papa. Que sea de alguna editorial católica o tenga buenas referencias
bibliográficas. Te aseguro que haciendo esto poco a poco irás conociendo más a
Jesús, a la Iglesia, a los santos, etc,.
«Porque la palabra de Dios es viva, eficaz y más
cortante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y del
espíritu, hasta lo más profundo del ser y discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón» (Hebreros 4, 12).
4. Ángelus
Esta oración
data del s. XIII. Es una muy breve oración que recuerda los tres grandes
misterios de la Santísima Virgen María: el anuncio que hace el ángel a María de
que sería Madre del Salvador, el «Sí» de María a Dios y a su plan redentor, y
la Encarnación del Hijo de Dios. Se reza tres veces al día: una por la mañana
(puede ser después de la meditación), otra a las 12 en punto (mediodía), y otra
por la tarde (luego del rosario). Haciendo esta oración con fe nos unimos a los
cristianos que en el mundo elevan sus plegarias a Dios. No
olvides que recordar los misterios de la vida de la Santísima Virgen nos va
centrando en lo verdaderamente importante, en Jesús, y es que es inevitable que
la Madre nos lleve a su Hijo.
«Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a
grandes voces: -Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme?… ¡Dichosa tú
que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (Lucas 1,
42-43.45).
5. Visita Eucarística
Es breve y muy
fácil de hacer. Cuando pasas por una iglesia y no dispones sino de 3 minutos,
esto es perfecto para tí. Entras a la capilla y haces un acto de fe, visitas al
Señor Jesús Sacramentado. Aquí puedes decirle lo que desees, por ejemplo: «Aquí
estoy, Señor, paso muy rápido a verte sólo para decirte gracias…». San
Francisco cada vez que entraba en una iglesia decía: «Te alabamos, Santísimo
Señor Jesucristo, aquí y en todas las iglesias del mundo, pues por tu Santa
Cruz redimiste al mundo». Es sencillo. ¡Cuántas veces pasamos de largo al ver
una capilla! No se trata tampoco de detenerte en cada capilla que veas, sobre
todo si vives en Roma o España donde hay muchas iglesias, sino de buscar estar con Dios, ocupar tu
tiempo con Él aunque sea breve. En caso de que no puedas
ir a una iglesia, puedes detenerte un momento y unirte a Dios con una “comunión
espiritual”, diciéndole a Dios: «Señor, te amo, quiero recibirte a Tí
Sacramentado, pero no pudiendo hacerlo ahora, te recibo espiritualmente en mi
corazón». Esto sí que renueva tu día, sobre todo en momentos de dificultad.
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no
volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed… La voluntad de mi
Padre es que todos los que vean al Hijo y crean en él tengan vida eterna, y yo
los resucitaré en el último día» (Juan 6, 35.40).
6. “Credo” antes de dormir
Esto debe ser lo
que más cuesta, si es así, vas por buen camino. Cuando llega la noche lo único
que uno desea es acostarse y dormir, así que ofrecerle cinco minutos a Dios
para rezar el “Credo” será un sacrificio. Este acto de desprendimiento de sí
mismo Dios lo ve, tenlo por seguro. Costará más al principio, luego formarás el
hábito y te será de gran gusto. Rezar el “Credo” antes de dormir será una ayuda clave incluso frente a
las tentaciones: conectarte a Internet hasta la madrugada,
ver pornografía o visitar sitios inadecuados, responder mensajes durante horas,
etc. Confía tu sueño a Dios, haz la señal de la cruz y dile al Señor:
«Sálvanos, Señor, despiertos; protégenos mientras dormimos para que velemos con
Cristo y descansemos en paz».
«Sepan que el Señor me ha mostrado su amor. El
Señor me escucha cuando lo invoco… Me acuesto tranquilo y en seguida me duermo,
porque sólo tú, Señor, me haces descansar en paz» (Salmo 4, 4.9).
7. Via Crucis (viernes)
Esta práctica es
de gran ayuda, como todas las anteriores pero especialmente, para centrarte en
el misterio pascual de Jesucristo. Recorrer las catorce estaciones te ayudará a
sobrellevar la cruz por muy pesada que sea, a unirte al sufrimiento de Nuestro
Señor, a encomendar a tantas personas que pasan por momentos difíciles. Luego de varias veces vas
descubriendo la estación que más te ayuda, en la cual necesitas profundizar
más. Cuando llegas a la estación número quince, que es la
Resurrección del Señor, agradece a Dios por tu vida, por tu familia, por todo
lo que te ha dado; precisamente es allí donde todo calvario triunfa en la vida
nueva. Las heridas sanan. Es hermoso pensar en esto: caminamos con Jesús en
esta vida, llevamos nuestra cruz, pero nuestros pasos no son estériles, son
semillas de fe para otros, son luz en las tinieblas, son la sal de la tierra.
Nuestro caminar es fecundo, ¡atrévete a darle un sentido cristiano a tu vida!
«Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie
a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga. Porque el que quiera salvar su vida,
la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la conservará» (Mateo 16, 24-25).
8. Jaculatorias
La palabra jaculatoria viene del latín «iaculum» que
significa lanza. El término se ha usado en el deporte con la variante
“jabalina”. En la vida espiritual las jaculatorias son pequeñas frases que se repiten
durante el día, sobre todo en momentos difíciles, para unirnos a Dios. Imagínate
que son pequeñas flechas de luz que se lanzan al cielo, donde cada frase es una
breve oración que llega directo a Dios. Pueden ser: «Jesús, en tí confío»,
«Señor, tú sabes que te amo», «Haz de mí un instrumento de tu paz», «Jesús
manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo», etc. Versículos
bíblicos, invocaciones, pedacitos de oraciones, una frase de fe. Aquí tu mismo
puedes crearlas, lo importante es repetir constantemente esta frase, de manera
que se haga vida, y brote de allí una esperanza o una luz en medio de las
tinieblas.
«Que la palabra está cerca de tí; en tu boca y en
tu corazón. Pues bien, ésta es la palabra de fe que nosotros anunciamos… Cuando
se cree con el corazón actúa la fuerza salvadora de Dios, y cuando se proclama
con la boca se obtiene la salvación» (Romanos 8, 10).
Estos consejos
no deben ser entendidos en una visión matemática. No significa que mientras más
actos hagas, más cerca estás de Dios. Lo que importa es la pureza de intención
que tengas, ese deseo auténtico de unirte a Dios, de decirle “aquí estoy”. Una
vez comprendido lo anterior estamos listos para cambiar de vida, haciéndola más
espiritual, más cercana a Dios. Antes de terminar es necesario que conozcas una
máxima muy cierta: «El que no avanza en la vida espiritual, retrocede». No es lo mismo unirte a Dios
que no unirte a Él. Tu vida espiritual sin la oración no
sigue igual, al contrario, vas retrocediendo, porque el mundo es como un río
correntoso, y nosotros vamos contracorriente, cualquier descuido o parada te hará
caer en la corriente. Sin caer en angustias o desalientos, debemos luchar para
que Cristo reine en mi vida y luego en la sociedad.
Termino con San Pío de Pietrelcina que decía: «Ora, ten fe y no te preocupes».
Por: H. Edgar Henriquez, L.C.
Fuente:
Catholic-link.com