La
abeja ha gozado siempre de una excelente reputación y en los tiempos bíblicos
más antiguos ya se ensalzaba el dulzor de su miel y el ardor de su trabajo
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Julian Kumar / Godong | Ref:575 |
Encontramos más de 60 referencias directas o indirectas a este pequeño insecto
en el Antiguo Testamento, y el Nuevo Testamento la menciona en relación con
Juan el Bautista y en el Apocalipsis. Los Padres de la Iglesia asociaban
constantemente a la abeja con el verbo divino, haciendo de ella un emblema de
las virtudes cristianas, y la Edad Media abundará en imágenes que la
representan con su colmena en una metáfora de la sociedad.
La abeja, himenóptero de la familia de los
apoideos, está entre los insectos conocidos más antiguos de la vida terrestre.
Sus características le ganaron fácilmente figurar en la Biblia en numerosas
ocasiones, haciendo de la abeja un animal privilegiado del bestiario bíblico.
Todas las
referencias bíblicas tienen en común y subrayan esta idea de labor incesante y
de abundancia que representa este insecto tan pequeño de abdomen rayado.
La abeja, en
especial con su colmena, es el animal evocado o representado con más frecuencia
en los textos bíblicos como una metáfora de la sociedad humana que hace de la
actividad insaciable de sus obreras un modelo de virtud. Una virtud acompañada
también de una fuente de abundancia sin igual, una abundancia tan rica como hermosa
y dulce, a imagen de la presente en el Paraíso…
Por ejemplo, el Deuteronomio describe
la Tierra Prometida como un “país de miel”; para el libro del Éxodo, es la promesa para Israel de “una
tierra que mana leche y miel”, una expresión que reaparece varias veces en el
Antiguo Testamento y que da fe de la importancia del producto de la colmena en
aquellos antiguos tiempos bíblicos.
Los Salmos describen también la
Palabra y los juicios de Dios como “más atrayentes que el oro, que el oro más
fino; más dulces que la miel, más que el jugo del panal”. Así, la miel creada
por las abejas se considera que aporta vida, pero también clarividencia, en
especial durante momentos difíciles.
Recordemos
que Jonatán en el Primer Libro de Samuel,
desconocedor de la prohibición de comer impuesta por Saúl, probó miel silvestre
y “se le iluminó la mirada”. Vida, clarividencia… ¿será la miel un alimento
divino tan terrenal como espiritual?
La abeja al auxilio de los
santos
Aunque la
vida de san Juan el
Bautista siempre se ha descrito como muy austera, el Evangelio según san Mateo describe el
día a día de este pariente de Jesús de esta forma: “Juan tenía una túnica de
pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel
silvestre”.
En efecto, en
los textos bíblicos la abeja suministra a los santos casi todo lo necesario
para su vida material. Y, por esta fuente de vida, Gregorio de Nisa usaría la
metáfora de las abejas volando sobre la pradera para evocar las palabras
inspiradas por Dios, cada una libando esas flores para recibir de ella el
néctar y conservarlo en su corazón sin usar su aguijón.
Además de
fuente de alimento terrenal, las abejas son también en las Sagradas Escrituras
libadoras privilegiadas del verbo divino.
No se puede olvidar también que san
Ambrosio de Millán, desde su infancia, quedó vinculado igualmente a la abeja.
Recién nacido y en su cuna, se cuenta que un enjambre de abejas cubrió el
rostro del niño y que llegaron incluso a entrar en su boca.
Después de que se alejaran las
abejas, dejando indemne al niño para gran sorpresa de su padre, este exclamó:
“Si este niño vive, será algo grande”. Por este episodio, san Ambrosio de Milán
se convertiría en el santo protector de los apicultores.
Un animal de doble faceta
Sin embargo, aunque la Biblia
elogia en múltiples ocasiones la exquisitez de la Palabra, dulce como la miel
de las abejas, bien es cierto que el aguijón de estos insectos puede ser
también causa de un gran dolor.
Esto destacaría san Bernardo al
comparar a Cristo con la abeja por su dulzura, pero también por su aguijón, que
causará una amarga picadura a quien no haya seguido su Palabra y vaya a
someterse a su juicio.
El libro del Apocalipsis pretende subrayar también
esta ambivalencia: “Yo tomé el pequeño libro de la mano del Ángel y lo comí: en
mi boca era dulce como la miel, pero cuando terminé de comerlo, se volvió
amargo en mi estómago”. Abeja, fuente de dulzor y de vida, pero también causa
de amargura.
Decididamente, la abeja presenta
en los textos bíblicos con un contraste impactante esta fuente de riqueza y de
vida incomparable, una herencia tan vital como espiritual que nos corresponde
proteger ante la previsible desaparición de estos pequeños insectos tan amados
en la Biblia.
Philippe-Emmanuel Krautter
Fuente:
Aleteia