El nacimiento de esta ave mítica se encontraría en India o en Arabia y tendría una longevidad de 500 años al menos
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| Michel Boucly / Pixabay |
El ave
fantástica del fénix no ha dejado de poblar el imaginario humano desde la más
remota antigüedad. Aunque todos los relatos sobre este maravilloso animal han
alabado su esplendor, es sobre todo su facultad para renacer de sus cenizas lo
que le ha ganado tan amplia reputación. Esta resurrección será comparada con la
de Cristo por los primeros cristianos y en la Edad Media, que no tardarán en
desarrollar múltiples símbolos omnipresentes en el arte cristiano.
Este curioso y legendario
animal, el fénix, pájaro quimérico parecido al águila, es mencionado en la
Biblia en el libro de Job: “Moriré
en mi nido, multiplicaré mis días como el ave fénix”. Sin embargo,
curiosamente, aunque solamente es mencionado una vez en la Biblia, ocupa un
destacado lugar entre los muchos animales presentes en capiteles y demás
representaciones artísticas en nuestras iglesias. ¿Cómo explicar, pues, esta
presencia?
El nacimiento de esta ave
mítica se encontraría en India o en Arabia y tendría una longevidad de 500 años
al menos. Al final de su vida, arde sobre un altar en sacrificio y de ese fuego
nace un gusano que, al tercer día, da vida de nuevo al ave resucitada. Este
relato de profunda simbología, fuente de vida y de renacimiento, no podía dejar
indiferente al pensamiento cristiano. Egipcios, griegos y romanos hicieron
uso de esta evocación rica en significados sobre el eterno retorno y la vida
que renace sobre sus cenizas, pero también los Padres de la Iglesia
comprendieron la elevada carga simbólica del fénix.
La Resurrección de Cristo
En
efecto, los Padres de la Iglesia supieron apoyar pronto sus comentarios sobre
la Resurrección de Cristo en la leyenda del fénix, en un sorprendente
sincretismo de fe y paganismo. Clemente Romano, Papa y primer Padre apostólico
de finales del siglo I, después de recordar el relato mítico del ave de las
cenizas, concluye en su Primera Carta a
los corintios: “¿Acaso juzgaremos que es cosa grande y admirable el que el
Creador de todas las cosas haga resucitar a aquellos que le sirvieron
santamente y en la esperanza de su buena fe, cuando por un ave nos manifiesta
la magnificencia de su promesa?”.
Tertuliano, el gran teólogo de Cartago, es
aún más explícito cuando recuerda: “Dios mismo lo ha declarado en la Escritura:
‘Se renovará como el Fénix’; es decir, se levantará de la muerte y de la tumba,
para que creas que la substancia del cuerpo puede recobrarse, incluso de las
llamas. El Señor afirmó que ‘valemos más que muchos pájaros’. Si no valemos
también más que el Fénix, la ventaja es mediocre”.
Cirilo de Jerusalén,
Ambrosio de Milán y muchos otros autores de renombre subrayaron también la
riqueza del mito del fénix simbolizando idealmente la Resurrección de Cristo a
partir de su muerte libremente aceptada.
Un animal omnipresente en el arte sacro
La
enorme fuerza simbólica asociada a esta fabulosa ave de fuego y cenizas explica
su omnipresencia en el arte cristiano. La riqueza incluso de las representaciones
cristianas del fénix sorprende todavía en nuestros días, visto el grado en que
esta leyenda supo cobrar vida a través de numerosos artistas desde los primeros
tiempos del cristianismo. El arte de las catacumbas ofrece las
primeras imágenes impactantes de un Cristo-Fénix, al igual que un mosaico en
San Juan de Letrán en Roma, sin olvidar un gran número de lámparas de aceite.
Los bestiarios de la Edad
Media lo representaron, por su parte, como un poderoso pájaro semejante a un
águila de colores vivos que iban del azul al rojo, con un penacho de plumas
sobre la cabeza. Muchos manuscritos ilustrados medievales lo muestran con las
alas desplegadas sobre su nido o sobre una pira en llamas, como signo de su
victoria sobre la muerte en una alegoría manifiesta.
El canónigo y teólogo Hugo
de Fouilloy, del siglo XII, le dedica un capítulo entero en su tratado sobre
aves, con una miniatura elocuente del ave consumiéndose en su hoguera, indicio
de que el símbolo permanecía aún bien presente.
En la misma época, Guillermo de Normandía
advertía a sus lectores: “En este pájaro podéis escuchar a Nuestro Señor, que
quiso descender hasta la tierra para nuestra salvación”, una salvación
destacada en los sillares de la catedral de Poitiers, que datan del siglo XIII.
La heráldica haría de este
animal legendario un signo de esperanza, de pureza y de castidad, de virtudes
que se inscriben en un gran número de blasones. Incluso en la catedral de
Notre-Dame de París adorna este símbolo de pureza el
rosetón oeste; un signo de los tiempos, ya que aparece
representado inmolándose en el fuego… Pero también es una representación
simbólica, no lo olvidemos, de resurrección.
Philippe-Emmanuel Krautter
Fuente:
Aleteia






