Aparece
como un animal complaciente, astuto y tentador
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© Fred de Noyelle / Godong |
La
serpiente está omnipresente en la Biblia, empezando por el célebre episodio del
Génesis. Unas veces malvada y otras beneficiosa, es protagonista de maldiciones
o de curaciones, según los pasajes. Este primer animal del bestiario bíblico
presenta una inestimable riqueza a lo largo de todo el Antiguo y del Nuevo
Testamento, de la serpiente tentadora pasando por la serpiente de bronce y sin
olvidar el símbolo de Satán… ¡un tema muy apropiado a la entrada de la
Cuaresma!
Un
animal tentador. Si existe un animal próximo al hombre, este es,
paradójicamente, ¡la serpiente! Esta cercanía puede sorprender al lector, pero
si entendemos literalmente la Biblia, es la serpiente el primer animal que
aparece en el largo bestiario de la historia sagrada, junto a Eva en el libro
del Génesis.
Aparece
como un animal complaciente, astuto y tentador, no como un reptil peligroso que
evitar, como podrá aparecer más adelante. El Génesis expresa, en efecto,
que “la serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el
Señor Dios había hecho”.
Y
precisamente con un ardid invita el animal a Eva a comer del fruto del árbol
del conocimiento que Dios había prohibido bajo pena de muerte. La serpiente,
maliciosa y pérfida, sembró la duda: “No, no morirán. Dios sabe muy bien que
cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses,
conocedores del bien y del mal”, dando comienzo así al gran relato…
La serpiente condenada
Después
de este episodio, al juicio contra la serpiente no cabía apelación: “Por haber
hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y entre todos los
animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los
días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el
suyo. Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón”.
Después,
la imagen de la serpiente quedó asociada a la del pecado, la tentación y el
diablo. Este animal, cuya astucia lo aproxima al hombre, se convertirá también
en su principal enemigo. El diablo se encarnará en este reptil que se arrastra
por el suelo, oculto en los recovecos, siempre dispuesto a sorprender y a
morder.
Aunque
el animal gozó de una mejor imagen la mayor parte del tiempo en el mundo
antiguo, como animal sanador entre los griegos y los romanos, símbolo también
de la vida y de la Madre Tierra, su destino funesto había quedado sellado con
el relato del Génesis… o bueno, no del todo.
La serpiente de bronce
protectora
Y
es que, curiosamente, surgirá una imagen del todo favorecedora de la serpiente
en dos episodios del Antiguo Testamento asociados a la vida de Moisés. El
primero, cuando reclama en varias ocasiones al Faraón la liberación de su
pueblo de la esclavitud.
Entonces,
se produce una batalla de magia, según relata el libro del Éxodo, durante
la cual el cayado de su hermano Aarón se transforma en serpiente y se enfrenta
a los otros bastones de los magos del Faraón, convertidos a su vez también en
serpientes por las artimañas de los hechiceros. Sin embargo, la serpiente de
Aarón devoró a todas las demás, como signo de protección y omnipotencia de Dios
hacia Israel.
El
segundo episodio se evoca en el libro de los Números. El pueblo, ya
liberado de la esclavitud, erraba por el desierto y terminó por protestar
contra Dios y Moisés, añorando Egipto. “Entonces el Señor envió contra el
pueblo unas serpientes abrasadoras, que mordieron a la gente, y así murieron
muchos israelitas”, cuenta la Biblia.
Arrepentidos,
los israelitas imploraron a Moisés que intercediera ante el Señor, que le
ordenó: “Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre una asta. Y todo el
que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado”.
Desde
entonces la serpiente ya no es solamente el animal por el que se muere, sino
que se convierte también en aquel por el que se revive, un emblema de hierro, o
bronce, antaño asociado al dios Mercurio y que encontramos a día de hoy en el
símbolo del caduceo médico.
Una representación ambigua
Como
ya hemos visto, el destino de la serpiente en la Biblia tiene más matices de lo
que parecía a primera vista. Además, tampoco era extraño verla decorar muchas
cruces de obispos de la Edad Media, envolver una cruz o figurar en un lugar de
honor como el de la basílica de San Ambrosio en Milán.
La
serpiente sería a veces incluso el símbolo de Cristo y ya no del demonio con un
culto que llega a adorar al animal durante las ceremonias de ciertas sectas
gnósticas. Y aunque continuemos llamando “lengua viperina” –es decir, de
víbora– a alguien que maldice o habla con mordacidad, el animal rastrero no ha
dejado de lograr que se hable de él…. ¡para bien o para mal!
Philippe-Emmanuel
Krautter
Fuente:
Aleteia