A veces no bastan las buenas intenciones cuando me he equivocado, he
herido, he roto la confianza recibida
![]() |
Shutterstock | Joaquin Corbalan P |
En ocasiones no
basta con decir: “lo siento, me equivoqué, no era mi intención”. Es cierto que
pedir perdón siempre es importante y ayuda. Es el primer paso para abrazar de
nuevo y volver a empezar desde cero. Es la primera piedra sobre la que
reconstruir la confianza perdida.
Pero no siempre
basta.
A veces hay que
hacer algo más. Hay que desandar el camino recorrido. Hay que dar señales de hondo arrepentimiento. Hay
que proponerse cambios profundos.
Hay que
mostrar que voy dando pequeños pasos. Hay que limpiar el
fondo del alma con esfuerzo, para parecer otro.
En ocasiones,
para no resultar falso, tengo que cambiar mi tono de voz, emprender
alguna acción que alivie el dolor causado, sonreír desde dentro esperando
una sonrisa de vuelta.
No bastan
quizás las buenas intenciones cuando me he equivocado, he herido, he fallado, he roto la confianza recibida.
Es necesario
que esta vez sí vaya en serio.
Herir con
palabras o con actos es fruto de mi fragilidad. Quiero ser perfecto y cometo
imperfecciones. Hiero porque he sido herido alguna vez. O simplemente porque no
sé hacerlo mejor y decepciono a quien ha creído en mí.
No es tan
sencillo ser fiel en lo pequeño y en lo grande.
Es verdad
que la fidelidad se juega en detalles, en palabras, en gestos.
Puedo llegar a olvidar el amor con gestos o con descuidos.
Así como lo
importante se construye despacio y desde dentro, desde lo profundo. Igualmente, la
muerte del amor sucede desde dentro, despacio, con calma.
Todas mis
deficiencias pequeñas y tan perdonables pueden acabar pasándome factura. El
amor se construye con obras, no con palabras. Y las
heridas las provocan el desamor y la indiferencia.
Sé muy bien
que sólo el perdón salva mi propia vida y la vida en común de
los que se aman. Sólo el amor me hace libre en el fondo del
alma para amar más.
El amor me
libera de todas las cadenas que me atan. El amor me saca de la angustia
de la soledad.
Quiero aprender
a perdonar sin rencor para poder comenzar de nuevo. Pero
¡cuánto me resisto! No quiero que el que me ha hecho daño quede justificado. ¿Y
si no cambia habiendo sido perdonado?
El perdón me
libera a mí. El rencor me encadena al que me
ha herido. Perdonar libera. Pero es una gracia de Dios que necesito.
Sé que lo
único que logra que cambie por dentro es el amor incondicional que recibo.
¿Existe ese amor humano que no pone condiciones?
Es un abrazo
que me sostiene en medio de la noche. Es la mirada que conserva la esperanza al
mirarme. Y cree que todo puede ser mejor en mí, siendo como soy, frágil y
torpe. Un amor que me ama incluso sin exigir que cambie.
¿Alguien puede
amar de esta manera, sin condiciones?
Conozco amores
humanos limitados que se detienen desconfiando ante las caídas de la persona
amada. Dudan y se enfrían. Pero hay otros amores humanos, también los conozco,
que sí son incondicionales.
Veo su forma de
amar y me conmuevo. ¿Cómo es posible que amen así? ¿No estarán fingiendo? No.
Su amor es verdadero.
Yo aprendí
desde niño a amar al que me ama, a escuchar al que me respeta, a dar confianza
al que confía en mí. A corresponder con alabanzas al que me elogia.
Al mismo
tiempo me habitué a huir del que me incomoda y hace daño. Dejé
de lado a la persona tóxica que me llena el alma de juicios y críticas sobre
mí, sobre otros. Me alejé del que me grita. Hui del que no sabe amarme o
no reacciona de la forma como yo espero.
¿Quién puede
amar al enemigo, besar al cobarde, abrazar al que me detesta? ¿Cómo se unen los
polos opuestos en un abrazo eterno? ¿Cómo se puede amar sin esperar
amor como respuesta?
El cielo en la
tierra es ese amor incondicional de Dios que se hace carne en hombres
limitados. Es posible. Yo estoy llamado a amar
así.
Para eso
necesito saberme amado de esta forma. Necesito perdonar al que me ha hecho daño
en mi vida. Necesito cuidar fielmente el amor que se me ha confiado. Esa
fidelidad cotidiana compuesta de gestos pequeños. Volver a empezar siempre de
nuevo.
¿Cómo se puede
recuperar la confianza perdida? Es el misterio
más grande del alma humana. ¿Cómo confiar de nuevo en ti cuando me has fallado?
Es un milagro.
De otra forma no lo entiendo. Volver a confiar en quien me ha fallado una vez
parece imposible. ¿Para qué perder el tiempo?
Mi amor me
lleva a intentarlo de nuevo. ¿Por qué
no? Algo puede cambiar. No sé bien cómo pero seguro que es posible. Confiar en
la palabra dada. Confiar en que en medio de sus debilidades va a poder
emprender la lucha de nuevo. Todo es posible.
Hoy repito las
palabras del salmo. Dios nunca me falla:
“Levanto mis
ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor. No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni
reposa. El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te
hará daño, ni la luna de noche. El Señor te guarda de todo mal, Él guarda tu
alma; ahora y por siempre”.
Cuando siento
que está todo perdido, alzo la mirada al cielo y confío. Miro mis heridas
abiertas y confío. Me han hecho daño, he probado la amargura de la infidelidad
en la piel.
No importa.
Vuelvo a confiar. Es posible. Dios lo puede hacer todo posible porque
nunca me deja solo. Es siempre fiel y guarda mis pasos.
Carlos
Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia