Primera
congregación general
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Discurso de apertura del Papa Francisco, 7 oct. 2019 © Vatican
Media
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“Venimos
a contemplar, a comprender, a servir a los pueblos, y lo hacemos
recorriendo un camino sinodal, lo hacemos en sínodo,” ha dicho el Papa
Francisco en su discurso de apertura de la Asamblea Especial del Sínodo de los
Obispos para la Región Panamazónica, en gran parte improvisado.
“Sínodo
es caminar juntos bajo la inspiración y la guía del Espíritu Santo. El Espíritu
Santo es el actor principal del Sínodo. Por favor, no lo echemos de la sala”,
ha advertido el Pontífice a las 9 horas en el aula nueva del Sínodo, a
los 185 Padres sinodales y demás
participantes en la Asamblea, después de una oración inicial.
El
Papa ha explicado que en primer lugar se hicieron consultas, se discutieron en
las Conferencias Episcopales, en el Consejo Presinodal, se construyó el Instrumentum laboris, es un texto mártir,
destinado a ser destruido y ha indicado que “Ahora hay que dejar que el
Espíritu Santo se exprese en esta Asamblea, se exprese entre nosotros, se
exprese con nosotros, a través de nosotros y se exprese pese a nosotros, pese a
nuestras resistencias”.
Así,
Francisco ha invitado a “acercamos a los pueblos amazónicos en punta de pie,
respetando su historia, sus culturas, su estilo del buen vivir”, porque “los
pueblos poseen entidad propia, todos los pueblos, poseen una sabiduría propia,
conciencia de sí, los pueblos tienen un sentir, una manera de ver la realidad,
una historia, una hermenéutica”, ha matizado.
En
esta línea, el Papa Y entonces, ¿cuál será nuestro trabajo aquí para asegurar
que esta presencia del Espíritu Santo sea fecunda? Primero de todo, orar.
Hermanos y hermanas: Yo les pido que recemos mucho. Reflexionar, dialogar,
escuchar con humildad, sabiendo que yo no sé todo. Y hablar con coraje, con
parresia, aunque tenga que pasar vergüenza, decir lo que siento, discernir y,
todo esto dentro, custodiando la fraternidad que debe existir aquí dentro.
Así,
el Santo Padre ha anunciado que en esta Asamblea, como ya se hizo en la
anterior, sobre los jóvenes, se dejarán cuatro minutos de silencio después de
cada intervención, para reflexionar individualmente sobre el tema.
El
Papa ha finalizado con una exhortación a “entrar en el proceso” del Sínodo. Ha
recordado: “Estar en el sínodo es animarse a entrar en un proceso. No es ocupar
un espacio en la sala. Entrar en un proceso”, y ha explicado que los procesos
eclesiales “necesitan ser custodiados, cuidados, como el bebé, acompañados al
inicio. Cuidados con delicadeza. Necesitan calor de comunidad, necesitan calor
de Madre Iglesia. Un proceso eclesial crece así”.
A
continuación, ofrecemos el discurso completo del Santo Padre en la apertura de
la Asamblea.
***
Discurso del Papa
Francisco
Hermanos
y hermanas, buenos días:
Os
doy la bienvenida a todos los participantes. Gracias por todo el trabajo de
preparación que han hecho. Han trabajado mucho todos, desde Puerto Maldonado
hasta hoy, y se lo agradezco realmente mucho. Hablaré en castellano (aplausos).
El
Sínodo para la Amazonia podemos decir que tiene cuatro dimensiones: la
dimensión pastoral, la dimensión cultural, la dimensión social y la dimensión
ecológica.
La
primera, la dimensión pastoral es la esencial, la que abarca todo. Nos
acercamos con corazón cristiano y vemos la realidad de Amazonia con ojos de
discípulo para comprenderla e interpretarla con ojos de discípulo, porque no
existen hermenéuticas neutras, hermenéuticas asépticas, siempre están
condicionadas por una opción previa, nuestra opción previa es la de discípulos.
Y también con la opción de misioneros, porque el amor que el Espíritu Santo
puso en nosotros nos impulsa al anuncio de Jesucristo; un anuncio –todos
sabemos– que no se tiene que confundir con proselitismo, pero nos acercamos a
considerar la realidad amazónica, con este corazón pastoral, con ojos de
discípulos y misioneros porque nos apura el anuncio del Señor.
Y
también nos acercamos a los pueblos amazónicos en punta de pie, respetando su
historia, sus culturas, su estilo del buen vivir, en el sentido etimológico de
la palabra, no en el sentido social que tantas veces les damos, porque los
pueblos poseen entidad propia, todos los pueblos, poseen una sabiduría propia,
conciencia de sí, los pueblos tienen un sentir, una manera de ver la realidad,
una historia, una hermeneútica y tienden a ser protagonistas de su
propia historia con estas cosas, con estas cualidades. Y nos acercamos
ajenos a colonizaciones ideológicas que destruyen o reducen la idiosincrasia de
los pueblos. Hoy es tan común esto de las colonizaciones ideológicas.
Y
nos acercamos sin el afán empresarial de hacerles programas preconfeccionados
de “disciplinar” a los pueblos amazónicos, disciplinar su historia, su cultura;
eso no, ese afán de domesticar los pueblos originarios. Cuando la Iglesia se
olvidó de esto, de cómo tiene que acercarse a un pueblo, no se inculturizó;
incluso llego a menospreciar a ciertos pueblos. Y cuántos fracasos de los
cuales hoy nos lamentamos. Pensemos en De Nobile en India, Ricci en China y
tantos otros. El centralismo “homogeneizante” y “homogeneizador” no dejó surgir
la autenticidad de la cultura de los pueblos.
Las
ideologías son un arma peligrosa, siempre tendemos a agarrar una ideología para
interpretar un pueblo. Las ideologías son reductivas, y nos llevan a la
exageración en nuestra pretensión de comprender intelectualmente, pero sin
aceptar, comprender sin admirar, comprender sin asumir, y entonces se recibe la
realidad en categorías, las más comunes son las categorías de “ismos”. Entonces
cuando tenemos que acercarnos a la realidad del algún pueblo originario
hablamos de indigenismos, y cuando queremos darle alguna pista de salida a su
vivir mejor, no le preguntamos, hablamos de desarrollismo. Estos “ismos”
reformulan la vida desde el laboratorio ilustrado e iluminista. Son lemas que
van echando raíces y programan el acercamiento a los pueblos originarios.
En
nuestro país, un lema: “civilización y barbarie” sirvió para dividir, para
aniquilar y llegó al culmen, hacia fines de los años 80, a aniquilar la mayoría
de los pueblos originarios, porque eran “barbarie” y la “civilización” venía de
otro lado. Es el desprecio de los pueblos y —voy a la experiencia de mi tierra—
eso, “civilización y barbarie”, que sirvió para aniquilar pueblos, todavía
sigue en mi patria, con palabras ofensivas, y entonces se habla de civilización
de segundo grado, los que vienen de la barbarie; y hoy son los “bolitas, los
paraguayos, los paraguas, los cabecitas negras”, siempre ese alejarnos de la
realidad de un pueblo calificándolo y poniendo distancias. Esa es la
experiencia de mi país.
Y
después el desprecio. Ayer me dio mucha pena escuchar aquí dentro un comentario
burlón, sobre ese señor piadoso que llevó las ofrendas con plumas en la cabeza,
decime: ¿Qué diferencia hay entre llevar plumas en la cabeza y el “tricornio”
que usan algunos oficiales de nuestros dicasterios?
Entonces
corremos el riesgo de proponer medidas simplemente pragmáticas, cuando por el
contrario se nos pide una contemplación de los pueblos, una capacidad de
admiración, que hagan hacer un pensamiento paradigmático. Si alguno viene con
intenciones pragmáticas rece el “yo pecador”, se convierta y abra el corazón
hacia una perspectiva paradigmática que nace de la realidad de los pueblos.
No
hemos venido aquí a inventar programas de desarrollo social o de custodia de
culturas, de tipo museo, o de acciones pastorales con el mismo estilo no
contemplativo con el que se están llevando adelante las acciones de signo
contrario: deforestación, uniformización, explotación. Ellos también hacen
programas que no respetan la poesía —me permito la palabra—, la realidad de los
pueblos que es soberana.
También
tenemos que cuidarnos de la mundanidad en el modo de exigir puntos de vista,
cambios en la organización. La mundanidad se infiltra siempre y nos hace alejar
de la poesía de los pueblos. Venimos a contemplar, a comprender, a servir a los
pueblos; y lo hacemos recorriendo un camino sinodal, lo hacemos en sínodo, no
en mesas redondas, no en conferencias o en discusiones ulteriores; lo hacemos
en sínodo, porque un sínodo no es un parlamento, no es un locutorio, no es
demostrar quién tiene más poder sobre lo medios y quién tiene más poder entre
las redes para imponer cualquier idea o cualquier plan. Esto configuraría una
iglesia congregacionalista, si pretendemos buscar por medio de las encuestas
quién tiene mayoría. O una iglesia sensacionalista tan lejana, tan distante de
nuestra Santa Madre la Iglesia católica, o como gustaba decir a san Ignacio:
“nuestra Santa Madre la Iglesia jerárquica”.
Sínodo
es caminar juntos bajo la inspiración y la guía del Espíritu Santo. El Espíritu
Santo es el actor principal del sínodo. Por favor, no lo echemos de la sala. Se
hicieron consultas, se discutieron en las Conferencias Episcopales, en el
Consejo Presinodal, se elaboró el Instrumentum laboris que, como
saben, es un texto mártir, destinado a ser destruido, porque es punto de
partida para lo que el Espíritu va a hacer en nosotros y, ahora, caminar
nosotros bajo la guía del Espíritu Santo. Ahora hay que dejar que el Espíritu
Santo se exprese en esta Asamblea, se exprese entre nosotros, se exprese
con nosotros, a través de nosotros y se exprese “pese” a nosotros, pese a
nuestras resistencias, que es normal que las haya, porque la vida del cristiano
es así.
Y
entonces, ¿cuál será nuestro trabajo aquí para asegurar que esta presencia del
Espíritu Santo sea fecunda? Primero de todo, orar. Hermanos y hermanas: Yo les
pido que recemos mucho. Reflexionar, dialogar, escuchar con humildad, sabiendo
que yo no sé todo. Y hablar con coraje, con parresia, aunque tenga que pasar
vergüenza, decir lo que siento, discernir y, todo esto dentro, custodiando la
fraternidad que debe existir aquí dentro.
Y
para favorecer esta actitud de reflexión, oración, discernimiento, de escuchar
con humildad y hablar con coraje. Después de cuatro intervenciones tendremos un
espacio de cuatro minutos de silencio. Alguno decía: “Es peligroso, Padre,
porque se van a dormir”. La experiencia del Sínodo sobre los jóvenes, que
hicimos lo mismo era más bien la contraria, que tendían a dormirse durante las
intervenciones, al menos sobre algunas, y se despertaban en el silencio.
Finalmente,
estar en el sínodo es animarse a entrar en un proceso. No es ocupar un espacio
en la sala. Entrar en un proceso. Y los procesos eclesiales tienen una
necesidad. Necesitan ser custodiados, cuidados, como el bebé, acompañados al
inicio. Cuidados con delicadeza. Necesitan calor de comunidad, necesitan calor
de Madre Iglesia. Un proceso eclesial crece así. Por eso, la actitud de
respeto, de cuidar la atmósfera fraternal, el aire de intimidad es importante.
Y
se trata de no ventilar todo, como viene, afuera. Pero no se trata respecto a
quienes debemos informar de un secreto más propio de las logias que de la
comunidad eclesial, pero sí de delicadeza y de prudencia en la comunicación que
haremos fuera. Y esta necesidad de comunicar fuera a tanta gente que quiere
saber, a tantos hermanos nuestros, periodistas, que tienen la vocación de
servir a que se sepa, y para ayudar a esto, están previstos los servicios de
prensa, los briefings, etc.
Pero,
un proceso como el de un sínodo se puede arruinar un poco si yo al salir de la
sala digo lo que pienso, digo la mía, y entonces se da esa característica que
se dio en algunos sínodos: del sínodo de adentro y del sínodo de afuera. El
sínodo de adentro que sigue un camino de Madre Iglesia, de cuidado de los
procesos y el sínodo de afuera que, por una información dada con ligereza, dada
con imprudencia, mueve a los informadores de oficio a equivocaciones. Gracias
por esto que ustedes están haciendo, gracias por rezar unos por otros, y ánimo.
Y, por favor, no perdamos el sentido del humor.
Rosa
Die Alcolea
©
Librería Editorial Vaticano
Fuente:
Zenit








